20. Win

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31 de diciembre

Imagina lo siguiente:

Tal vez no tengas un amigo llamado Mew, con acceso a la llave del estudio de cocina de su famosa tía.

Pero te encanta ser uno de los beneficiarios de los tesoros que acompañan a dicha llave.

Delicioso. Crujiente. Ñam, Bright.

A cambio del ya mencionado privilegio, tal vez exista la posibilidad de recurrir a una tía abuela apodada Sra. Basil E. y pedirle que telefonee a un primo llamado Mark y, con la arenga correspondiente, conseguir la llave de una clase de reino completamente diferente.

¿Qué harías?

La respuesta es obvia:

Conseguir esa llave.

—Qué golpe tan bajo, Win —protestó mi primo Mark en la puerta de la librería Strand—. La próxima vez, pídemelo tú mismo.

—Si te lo hubiera pedido yo, habrías dicho que no.

—Es verdad. Veo que te aprovechas de mi debilidad por la tía Ida. —Mark observó al pobre Bright con desconfianza y luego lo señaló con el dedo—. ¡Y tú! Nada de intentar cosas raras aquí esta noche, ¿entendido?

—Te aseguro que no soy capaz ni de considerar las presuntas cosas raras a las que te refieres, teniendo en cuenta que no sé por qué estoy aquí —replicó Bright.

—Lector empedernido y pervertido —se burló Mark.

—¡Gracias, señor! —respondió alegremente Bright.

Mark giró la llave y abrió la puerta de la librería. Eran las 11 p. m. en la víspera de Año Nuevo.

La gente paseaba por Broadway vestida de fiesta y, a un par de manzanas, en Union Square, oíamos las alegres y ruidosas reuniones de amigos.

La silenciosa librería, que nos recibía esa noche, había cerrado varias horas antes. Para nosotros, y solo para nosotros, estaba abierta en Nochevieja.

Es bueno tener contactos.

O, mejor dicho, es bueno tener contactos que llamen a ciertos primos para recordarles quién creó hace muchos años un fideicomiso para su educación universitaria y decirles que lo único que pide a cambio es un pequeñísimo favor para Win.

Bright y yo entramos a Strand mientras Mark cerraba con llave la puerta detrás de nosotros.

—La dirección ha solicitado que, a cambio de este privilegio, ambos poséis para unas fotos publicitarias llevando camisetas y bolsas de Strand. Queremos aprovecharnos de vuestra fama antes de que los periódicos se olviden de vosotros —explicó Mark.

—No —repusimos Bright y yo al unísono.

—Los jóvenes de hoy en día creen que todo es gratis —comentó poniendo los ojos en blanco.

Esperó un momento como si pensara que íbamos a cambiar de idea.

Esperó unos segundos más antes de darse por vencido.

Me dijo:

—Win, cierra la puerta con llave cuando salgas.

Luego se dirigió a Bright:

—Intenta algo con mi precioso niñito y...

—¡DEJA DE TRATARME COMO A UN CRÍO! —lanzó el Chillón dentro de mí.

Ups.

—Estaremos bien, Mark —agregué con más calma—. Gracias. Por favor, vete. Y feliz Año Nuevo.

El cuaderno de desafíos de Bright y WinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora