Personas

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Puedo seguir fingiendo que estoy bien, que los fantasmas, que las voces que me acechan no existen; se fueron por algún tipo de milagro. Puedo hacerlo, puedo seguir sonriendo y riendo y ser alguien normal, para que te sientas mejor.

Puedo hacerlo, porque actuar es demasiado fácil para las personas como yo. Hasta que un día desaparecemos, nuestra existencia queda en la nada.

—Desde que se fueron pasaron tantas cosas —te dije, desde las escaleras fuera de mi casa. Era de noche, mientras caía una lluvia torrencial. Vos estabas recargado contra la puerta de entrada, mirándome. —Ya no puedo hablar con nadie, no puedo, te lo dije. No cuento con las personas cercas a mí. Estoy sola en esto y no sé cómo seguir lidiando sola con lo que me pasa.

—¿Te quedaste sin amigos?

—No, pero no puedo decirles esto, porque no lo entienden o creen algo totalmente diferente a lo que les digo o intentan darme una opinión que no pedí o aconsejarme como si ellos entendieran. Me molesta, pero no me enojo con ellos, porque en realidad sacan sus conclusiones en base a lo que elijo contarles. Pero ya no lo hago, justamente para ahorrarme estas molestias de escucharlos decirme algo "alentador". Pero, a veces me gustaría que me supieran acompañar y no estar tan sola.

—¿Y si ahora es diferente? ¿Si le contas a alguien en quien más confíes?

—Ese es el problema, no confío en nadie. Creo que me hicieron desconfiar o darme el suficiente miedo para no volver a hablar de esto. La última vez perdí a dos amigos, perdí a una mejor amiga y ya... no puedo contar con nadie.

—Eso es tan triste y solitario.

—... Te extraño.

—Aunque sea un producto de tus alucinaciones, yo también te extraño, Trini.

Lo miré de reojo y sonreí de lado. —Creo que llega el momento de irme, y espero que estés ahí.

—Voy a estar.

Solté un suspiro cargado de cansancio y volví a mirar hacia la noche lluviosa. —¿Cómo se sentirá morir? —me pregunté a mí misma.

—Contemplaste la muerte de cerca, estoy seguro de que lo sabés.

—Solo son coqueteos, al final me despierto. Solo tengo una idea de lo que podría ser.

—Cualquiera en tu lugar se hubiera alejado de inmediato después de tus experiencias. O lo verían como una oportunidad de seguir vivos y harían algo mejor con eso.

—Antes podía verlo, pero ya no. Y lo tengo muy decidido.

—Lo sé. Solo tengo una pregunta ¿el amor podría salvarte?

Casi pude reí con un atisbo de amargura. —Mi corazón no tiene lugar para algo como el amor. Pero sería lindo sentirlo.

—Es muy de película ese comentario, me burlaría de vos ahora.

—El amor no me va a salvar, esto no es un cuento de hadas o una novela. Estoy enferma, y no hay cura, pero... el amor me haría replantearme algunas cosas o incluso, querer darme una oportunidad, a mí, a la vida, una última vez. Pero no hay tal cosa como el amor.

—Creo que hay alguien en tu vida que podría cambiarlo todo.

—No. Yo ya lo perdí todo ¿no te queda claro? Sé a quien te referís, pero no es más que alguien que le gustó jugar conmigo en su momento. Sé que no es así pero así se sintió. Además, ahora actuamos como amigos, como si todo lo otro no existió. —Hice una pausa—. Así que no, no hay nadie, y no va a haber nadie. Ya es demasiado tarde para mí. En serio estoy cansada de vivir así. Y no quiero seguir más, y no es un chiste esto que digo.

—Ya sé. Hasta pusiste una fecha, por eso escribís muchos diarios confesando algunas cosas.

—No sé qué tan en serio lo tomen, pero al final no va a importar, porque entonces yo ya me habré ido.

—Ya no quiero verte sufrir.

—Ni yo quiero seguir sufriendo.

Te acercaste hasta posarte a mi lado. —Que hijo de puta es nuestro cerebro ¿no? con tantas fallas irreparables.

—Totalmente. 

—Entonces, no podemos confiar en nadie, personas como nosotros nos tenemos a nosotros, personas con las mismas condiciones. 

—Sí. Lo más triste es que vos... una vez me lo dijiste ¿te acordás? creo que fue el año pasado. Que las personas normales, o sea, sin nuestra condición, no nos entienden y que solo nos tenemos a nosotros, «entre los locos nos entendemos». Estábamos sentados en la plaza España, vos me acompañabas a un trabajo muy temprano. Te pedí que me acompañaras porque no quería estar sola. 

—Me acuerdo. De almorzar nos compramos unos sándwiches que eran enormes —comentaste con gran placer en el tono, casi pudiendo saborearlo de nuevo. 

—Estabas cansado de decepcionarte de personas que eran muy cercanas a vos, y me dijiste eso. Y hasta me enojé un poco cuando lo dijiste, porque yo tenía amigos a los que les había dicho y juré que me entendían, en cierta medida. Y te acusé de que, no elegías bien a tus amistades. A excepción de mí, claro —presumí.

—¿Ahora me entendés? —sonreíste con aire de superioridad. 

—Lamentablemente —admití. —Tenías razón. 

—Te diría, te lo dije, pero creo que ya tuviste suficiente. ¿Qué vas a hacer ahora?. 

—Esperar a la fecha marcada. Mientras tanto, no enloquecer del todo.

Las Partes de míWhere stories live. Discover now