Capítulo ocho: Finché sarai con me non mi sentirò solo.

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ChanYeol siempre había sido su roca, el más fuerte de los dos, en los momentos más duros ChanYeol supo cómo hacerlo feliz. Es raro y terriblemente duro cuando la persona más fuerte en la habitación se derrumba, cuando ese hombre grande y poderoso no era capaz de protegerse ni de su propio sufrimiento.

Había sido duro, en doces meses la situación no había mejorado ni un poco. El dolor no menguaba, su pecho aún dolía y el nudo en la garganta nunca se iba. Su hijo estaba en todo, absolutamente todo y al mismo tiempo en nada.

Por momentos ChanYeol ni siquiera quería verlo, a veces tenía crisis en las que solo se encerraba y no dejaba entrar a nadie, eso por supuesto lo incluía a él. Otros momentos no podía sacárselo de encima, lo besaba y lo acariciaba tratando de consolarlo, darle el consuelo que no tenía, no sin su hijo.

El día que ChanYeol entró por primera vez a la habitación de su hijo y realmente miró, se puso a llorar como si no hubiera un mañana. Es diferente cuando se hace real, sabía que ChanYeol a veces se engañaba a sí mismo y decía: mi hijo está en su habitación jugando, pero eso no era cierto y tuvo que afrontarlo.

ChanYeol lloró con la cabeza recostada en sus muslos hasta que pudo hablar, no esperaba que lo hiciera, por eso se sorprendió tanto cuando lo escuchó, extrañamente ya no tenía esa expresión de desconsuelo, ahora hasta sonreía un poco.

—¿Recuerdas cuando llegamos aquí? –ChanYeol no esperó su respuesta—SuJin supervisó todo lo que elegíamos de alguna forma, era tan mandón como tú.

Casi le costó encontrar ese recuerdo empañado, todos ellos estaban cubiertos de polvo en su cabeza, —Claro, pero eso era porque tú lo dejabas hacer lo que quisiera.

ChanYeol rio para después negar, —Me era muy difícil decirle que no ¿Sabes? Pensaba que le haría un daño, ahora pienso que me daría igual si llaman consentido a mi hijo, le daría todo lo que quisiera si me lo pidiera, todo.

—¿Qué crees que pediría? –preguntó mientras peinaba los negros cabellos de su esposo.

ChanYeol suspiró antes de negar, la sombra del dolor se había posado nuevamente sobre él. —No lo sé.

—Yo estoy seguro que me pediría una leche de chocolate con grumos, le encantaba eso. –recordó, —Luego querría que viéramos buscando a Nemo por milésima vez en la vida.

—Es cierto, es igual a ti, cuando algo le gustaba no había forma de quitárselo. –comentó ChanYeol recibiendo las caricias, después de unos segundos pensó y habló, —Donde sea que este, lo único que pido es que duerma y coma bien.

Y era difícil de creer que en un punto todo lo que creías que era importante pierde su valor. En su momento encontró su trabajo como algo de suma importancia, con eso mantenía una buena vida para su esposo y su hijo. Renunció a él cuando su hijo desapareció, todas las noches se preguntaba el por qué le importaba tanto ¿Por qué llegar temprano era tan importante como para no verlo entrar a la escuela? ¿A quién le importaba si su hijo ya no estaba en casa?

Era su culpa, fue toda su culpa, lo sabía, lloraba, lo asumía y volvía a caer en el circulo. Antes se lo habían cuestionado; la policía, conocidos, amigos y hasta su propia familia, ¿Por qué no lo acompañaste? Ni siquiera sabía qué responder, tenían razón.

Sus sueños eran siempre el mismo, la misma mañana, el mismo desayuno, el mismo recorrido, la única diferencia es que nunca podía ver el rostro de su SuJin y en vez de alejarse en dirección a la escuela se perdía en una densa niebla. Por más que gritara o corriera detrás de él nunca lo alcanzaba.

La realidad no era mucho mejor. Trataba de mantenerse ocupado, siempre con los otros padres, con la policía, con quien fuera, pero esos días solitarios en casa lo extrañaba más que nunca. Encendía la televisión con el canal favorito de su hijo solo para imaginar que su bebé estaba ahí, viendo todo con sus somnolientos ojos.

Non Ti Lascerò |ChanBaek|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora