❝Capítulo: 2❞

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Minho fue incapaz de ver a la cara a Felix y Jisung después de aquel enfrentamiento tan desastroso. Se sintió como la peor basura de la existencia y en verdad consideró la idea de mudarse y cambiar su nombre a Carlos Santana.

Pasó los primeros días sintiendo dolor en todas partes, tirado en su cama envuelto entre las sábanas lamentándose de su horrible forma de actuar.

—¿Hijo?– su madre apareció finalmente en su dormitorio con gesto preocupado —debes comer algo, recuerda que la comida siempre hace feliz a todo el mundo. 

—Me siento como un idiota.

—La primer ruptura amorosa siempre es así pero el tiempo pasa y las heridas sanan, aún recuerdo mi primera relación con aquel brasileño– suspiró la mujer.

Minho rodó los ojos, odiaba la historia de amor de verano que su madre le relataba sobre aquel brasileño súper musculoso y guapo de piel bronceada.

—Y pensar que me dejó para irse de actor porno– continuó ella.

—¿No se supone que estás aquí para consolarme y hacerme sentir mejor?– Minho esbozó una mueca.

—Se supone, pero soy un asco para eso así que sólo te diré que... Lo hubieras golpeado más fuerte cuando tuviste la oportunidad.

Minho resopló.

—Me habría sentido peor de miserable que ahora– dijo con tristeza —al menos le vomité encima– se encogió de hombros.

—Ahora ya tienes una anecdota divertida para contarle a tus nietos y yo una historia con la que puedo avergonzarte delante de tus amigos fácilmente ¿lo ves? Todos ganamos ¡hay que ser positivos, hijo!.

Minho esbozó una sonrisa, incapaz de mantener su estado decaído ante las palabras de su madre.

—Ahora ya baja de esta cama que necesito que vayas al supermercado– apresuró Lee Hyemin mientras aplaudía y arrebataba las sábanas en las que su hijo se encontraba enredado.

Minho suspiró observando el techo de su habitación.

—En verdad lo quiero...– murmuró —aún duele.

Hyemin giró hasta su hijo notando que sus ojos parecían más brillantes. Minho no lloraba por cualquier cosa, de hecho rara vez lo había visto llorar desde la muerte de su padre cuando apenas era un niño de seis años. Ahora parecía frágil y listo para romper en llanto.

—¡Arriba!– insistió ella —¡vamos, vamos!– tiró de Minho para sacarlo de la cama y prácticamente arrastrarlo escaleras abajo hasta la puerta principal. —Ve afuera y corre, corre y no pares hasta que sientas que no puedes más, hasta que sientas que te falta el aire y pierdas todo lo que te queda de fuerza. Corre hasta que el dolor y la tristeza se vayan y entonces levanta la vista al cielo, obedece.

Minho salió de casa apenas alcanzando a abrochar sus zapatillas deportivas mientras su madre gritaba que corriera.

Y lo hizo.

Corrió sin voltear atrás, corrió cuadra tras cuadra sin detenerse a meditar en que dirección iba. Corrió ignorando a las personas que lo veían como demente, corrió sintiendo el viento en contra y el corazón acelerado. Sus piernas se movieron por cuenta propia aún escuchando la voz de su madre gritando "¡corre, corre!" y él simplemente obedeció.

Cuando finalmente le era imposible dar un paso más hizo lo que su madre le dijo y alzó la vista al cielo. Un hermoso atardecer lo recibió con aquello cálidos colores rojos y naranjas. Sintiendo la respiración entre cortada, su corazón zumbando en sus oídos y la garganta reseca Minho sonrió a la mezcla de colores en el cielo mientras el sol arrojaba sus últimos rayos y se sintió bien.

El Club de los Ex Novios ➸ Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora