Temporada 3: Una rosa negra marchita 4/10

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"Debido a que la puerta aún no se ha cerrado, las pesadillas aún encuentran su camino"

-Joyce Rachelle.

Capítulo 4: Sueños embrujados.

Los ojos de Wesker se abrieron nerviosos con gran dificultad, aunque estaba rodeado de oscuridad, dolía mirar dentro. Todo su cuerpo se sentía entumecido, ni siquiera estaba seguro de poder moverlo. Se las arreglo para levantarse, una fina capa de agua cubría el suelo, o eso supuso. Podía escuchar su sinfonía con cada nuevo paso, lo único tangible a su alrededor, él. Caminaba despacio, sin comprender realmente la situación. Caminando sin rumbo en el vacío, escuchó una voz, un susurro llevado por una brisa estancada. Venía de atrás, arriba, abajo, en todas partes. Sus ecos sembrando incertidumbre.

–¿Qué es esto? ¿Estoy soñando?–. La retórica cayó sobre los oídos de la muerte, porque él no podía oírse a sí mismo hablar.

Una nueva voz se elevó en una farsa incomprensible. Uno tras otro, nuevos susurros confundían sus sentidos, monopolizando sus pensamientos. Hablando cada vez más alto en su tono silencioso. Cubrirse los oídos resultó inútil, los fantasmas dentro de su mente no estarían en silencio. Trató de correr, pero ¿De qué sirve correr de uno mismo? Corriendo a través de la nada, quemando el aire que no sabía que estaba allí, no pudo reprimir un grito. Una medida desesperada para ahogar a los espíritus que asaltaban su mente. Pero eso también, se perdió para sus oídos. Cayendo de rodillas, entrecerró los ojos ante la luminosa oscuridad, escudriñando su amplio silencio en busca de un milagro. En lo más profundo de esta pesadilla vio una figura familiar. Escuchó su voz, de todas las que tenía en la cabeza.

–¡Chris!–. Gritó con todas sus fuerzas, con la vana esperanza de que su voz fuera escuchada. Alejándose, muy por delante de él, su única esperanza se volvió traicionera. Otro grito, uno lo suficientemente fuerte, le lastimó los pulmones. Intentó correr, hacia lo único que podía ver en la oscuridad. Una mano se extendió por debajo de él, aparentemente saliendo de un abismo invisible. Luego otro, y luego muchos más. Arrastrándolo hacia abajo con ellos, en el charco de sangre sobre el que había marchado. Cuanto más se resistía, más podía sentir que se hundía, el vil líquido quemaba al tocarlo. Las manos ensangrentadas lo agarraron en cada centímetro de su cuerpo, arañando y magullando. Jadeando por aire soltó una última súplica. –¡Por favor!–. La tenue luz desapareció en la distancia mientras estaba cegado. Sumergido no podía respirar, ni hablar, ni pensar. Comenzó a ahogarse en pecados...

(...)

En una violenta sacudida, los ojos de Albert se abrieron. Respiró el aire que sus pesadillas le habían ocultado, sorprendiendo a todos en el vehículo. De hecho, habían reanudado su ruta, con el objetivo de conducir el mayor tiempo posible antes de necesitar otro respiro. Aliviandose del entumecimiento, el dolor recuperó su derecho sobre el cuerpo de Wesker. Sin aliento por su propia mente, cayó hacia atrás en el asiento, exhausto. Una vez más se negó un descanso muy necesario.

Suspiró audiblemente.

–¿Estás bien?–. Preguntó Jake. Todos los ojos estaban puestos en él.

–Lo estoy–. No tenía ningún deseo de hablar de esto.

Preocupado, Chris siguió mirando al espejo, intentando identificar la confusión. –¿Tengo que detener el auto?–.

–No. Sigue, no fue nada–. Se secó el sudor frío de la frente, un leve temblor en los brazos.

Sherry alcanzó su bolso y sacó una pequeña botella de agua. Ella se la dio, con una sonrisa de preocupación en los labios.

–Yo no..–.

–Tengo otra–. Ella insistió antes de que él pudiera rechazar su oferta.

–Ya veo...–. Aceptó el amable gesto. –Gracias entonces–. Tomó algunos sorbos.

Dolor FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora