27.- Un padre testarudo

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Dos días después, por primera vez en un tiempo, habían convocado tanto a Link como a Zelda para una pequeña asamblea con el grupo de los sheikah. En aquel momento, Link estaba esperando a que Zelda saliera de su alcoba para marchar juntos, era bastante temprano todavía. En este punto, Zelda había dejado de portar la venda en el brazo.
—¿No sabes el motivo por el cuál nos convocaron? —le preguntó Link mientras caminaban.
—No, esta vez no tengo idea, ha sido muy de imprevisto. Ya lo averiguaremos allá.
Apresuraron el paso y bajaron por la escalinata de piedra hasta llegar al comedor donde se encontraban los consejeros del grupo sheikah, incluyendo a Impa. Link se sentó a la derecha de Zelda e Impa se sentó al lado izquierdo.
—Buenos días, es una pena que el resto de campeones no estén aquí, —anunció un sheikah de edad avanzada, portaba lentes y era más o menos alto— mas hay que empezar la asamblea.
Una sheikah de mediana edad tomó la palabra.
—Impa, ¿podrías explicarle a su alteza y al campeón hyliano el motivo por el que los convocamos aquí?
—Sí, señora. Princesa, Link, la cuestión que nos trajo aquí es respecto a la planificación de nuestro modo de operación al momento del despertar de Ganon. Anteriormente ya hemos tenido otros consejos pero consideramos importante su opinión al momento de adoptar un plan por completo.
Un par de miradas inquisitivas se posaron en Link y en Zelda. Link se percató de como Zelda se revolvía en la silla al no saber muy bien qué responder, anteriormente ya había dicho las ideas que tenía a su padre.
—Permítanme otorgarle ideas en representación mía y de su alteza, —empezó, aclarándose la garganta y levantándose de su silla— he de suponer que el rey ya les ha comunicado del plan de dispersar distintos guardianes alrededor del reino, ¿o me equivoco?
Hubo varios asentimientos.
—Bien, desde mi perspectiva, siento que lo más oportuno en el caso de las bestias divinas es dirigirlas hacia la batalla principal, es decir, donde aparezca Ganon. Estas no deberían estar en un punto fijo, aunque, claramente, hay que hablarlo primero con Revali, Urbosa, Daruk y Mipha. Y además, tomando como referencia al castillo, a partir de ahí otorgarle un pequeño séquito al resto de campeones si la situación lo amerita, para que este grupo de personas brinden su apoyo durante la batalla. Quiero concluir preguntando si hay alguna objeción a mis ideas en este momento, se levante la mano.
Ninguna mano se alzó.
El sheikah más viejo —probablemente—, fue el siguiente en hablar.
—Es una propuesta un tanto interesante, caballero Link. Ahora que poseemos su punto de vista, lo discutiremos en otra sesión con el mayor número de personas posible.
El consejo continuó por al menos una hora, aunque no se requirió otra intervención de Link o de la princesa.

Después del desayuno, Link y Zelda fueron hacia la habitación de Zelda para hablar tranquilamente.
—Te debo una por sacarme del apuro hace un rato, —Zelda se sentó en su butaca habitual— realmente tenía la mente en blanco.
—No es nada.
—Ah, es cierto ayer se me ha olvidado decirte algo, —dijo ella, balanceándose hacia delante, quedando más cerca de él ya que estaban de frente— Prunia me dijo que ya habían traído más guardianes a los jardines del castillo, ¿te parece si los observamos desde el pasillo que da a mi laboratorio? ¿No tienes nada pendiente?
Link negó con la cabeza.
—Es decir, estoy disponible, vamos.
Se dirigieron al puente, Zelda se acercó a la orilla y observó como un par de sheikah estaban trabajando con un par de guardianes y haciendo anotaciones, Link le seguía a unos metros de distancia, aquella mañana a la princesa se le veía más optimista.
—Es increíble, ahora por fin podemos controlar todavía mejor a los guardianes, si seguimos así y logramos aprender más de las bestias divinas —después de todo, cada campeón estaba aprendiendo a su ritmo— aunque Ganon consiguiera regresar, seguro que tendremos la defensas necesarias.
Le quería dar la razón a Zelda hasta que se percató de una presencia.
—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —dijo una voz grave, que al girarse comprendió que era el rey. De inmediato, Link se arrodilló como muestra de respeto. Seguramente el rey había entrado por el laboratorio de Zelda, que conectaba con una escalera que daba al exterior.
—Estamos observando los ejercicios con los guardianes, —se explicó su hija— y van muy bien. Comprender estas reliquias es vital para detener a Ganon —recalcó ella, como ya había hecho en otras ocasiones.
—Hija mía, sé muy bien que estas reliquias son esenciales para el futuro de Hyrule. Pero diría que la princesa del reino tiene otros asuntos más importantes que atender.
Zelda se echó hacia atrás, no había visto venir un comentario así de pronto y con Link delante. Link oía todo, intentando evitar levantar el rostro.
—No puedes huir más, sabes que tienes obligaciones hacia nuestro pueblo —le recriminó su padre.
—¡No huyo, padre! —dijo, alzando un poco más la voz y apretó su puño, tratando de resistirse—. Escúchame, hace solo unos días que acudí a la Fuente del Valor a rezar, —ya había pasado algún tiempo, pero era cierto y Link estaba para testificarlo— puse todo mi empeño.
Zelda no podía verlo, sin embargo Link había cambiado su expresión a una más airada.
—Y ahora estás en el castillo, perdiendo el tiempo con estas investigaciones inútiles —sentenció él—. ¿Acaso crees que vas a poder despertar tu poder jugando con estas reliquias?
—No es así, —contestó, desviando la mirada— estoy haciendo todo lo que puedo.
Era la verdad, Link, por primera vez, tenía ganas de meterse en la discusión.
—Pero es que... siento que también me necesitan aquí, y quiero ayudar.
—¡Basta ya de excusas! —vociferó su majestad—. Harás lo que yo te diga. A partir de hoy, meditar en las fuentes será tu única obligación; olvida las reliquias.
El rey caminó hacia el borde, mientras miraba al jardín.
—Los súbditos comienzan a dudar. ¿Sabes lo que dicen sobre su princesa? Que es inmadura, irresponsable y hasta incapaz.
En aquel punto, Zelda se estaba aguantando las ganas de echarse a llorar.
—Demuéstrales que están equivocados, —el rey se giró a su hija— ¿entendido?
—Sí, padre. Entendido —murmuró, juntando las manos.

Princesa de la calmaWhere stories live. Discover now