Crónicas de un Daiyôkai impaciente

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Como Sesshomaru se aburría se dedicó a pasar sus garras ponzoñosas por encima de la tela del kimono de Rin acabando con él hasta hacerlo jirones, eso le ayudó a paliar la ansiedad durante un rato. Cuando ya tenía un montón de harapos irreconocibles entre las manos lo lanzó lejos.

En aquella estancia había muchas cosas que destrozar mientras esperaba, pero no quería convertir aquello en un campo de batalla, porque tal vez Rin se asustase al despertar.

Despertar... ¿Cuándo iba a hacerlo esa condenada mocosa?

Su rostro, impertérrito hasta ese momento, se crispó en una mueca de impaciencia. Sin moverse un ápice de su posición la aprisionó ligeramente con la estola que la envolvía.

Nada. Ni una ligera respuesta.

La sentía respirar, así que no estaba muerta. Eso estaba bien. Más que bien, en realidad. La volvió a aprisionar, solo un poco, un apretón cariñoso y esta vez se removió. Sesshomaru se quedó inmóvil. Falsa alarma. La maldita mocosa acomodó el suave pelaje y se hizo un ovillo, pero seguía dormida.

Sesshomaru frunció el ceño.

¿Por qué tardaba tanto en despertarse la maldita cría?

Estaba siendo bastante razonable. Era suave con ella para no asustarla, y no había sufrido ningún daño, dejando a un lado la marca de pertenencia que le había hecho en la nuca. Aquello era inevitable, de algún modo tenía que hacer ver que era suya. Incluso había permitido que ella le marcara.

Se frotó el brazo donde aún perduraban y perdurarían las pequeñas señales de sus dientes. Estaban en el pliegue del codo así que podía disimularlas bastante bien con las mangas del kimono y su pelaje.

Al apartar uno de los jirones del kimono una mancha de sangre seca en el tatami donde había reposado Rin, llamó su atención. Aquella sangre no formaba parte de su ciclo. Sesshomaru intuyó que era la que había hecho brotar al entrar en ella. Otro suceso inevitable.

Era una cantidad muy pequeña, mucho menos de lo que estaba acostumbrado a ver, dada su forma de obrar con sus amantes. Hubiera sido más sencillo para él hacerlo de ese modo, que era un poco más brusco, más natural, pero no quería que sufriera más dolor del estrictamente necesario. Pasó las yemas de los dedos sobre la mancha de sangre rememorando el momento sin buscarlo ni tratar de evitarlo.

"¿Otro apretón?"

No. Mejor déjala tranquila, Sesshomaru.

Se levantó y tras ampliar el radio de acción que le dejaba mokomoko, pues no quería perturbar a Rin, fue a la mesa y cogió varias naranjas.

¿A Rin le gustaban las naranjas? No más que cualquier otra fruta.

Antes de darle el remedio debía asegurarse de que tenía el estómago lleno.

La infusión hervía a fuego lento sobre el hornillo del centro de la habitación, él mismo se había encargado de prepararla porque no se fiaba de nadie más para ese menester. Apartó el cazo del fuego y lo dejó enfriar sobre uno de los muebles.

Mukotenno le había dejado muy claro que la humana debía tomar aquel mejunje durante dos semanas para que fuese efectivo. Sesshomaru rememoró la cara que el yokai puso al verle aparecer en su asquerosa chabola y su mirada despectiva cuando le dijo lo que necesitaba.

¿Quién era aquel tipo para juzgar las acciones del Gran Sesshomaru?

"Como no funcione mataré a ese estúpido." pensó irritado.

Tomó un kimono de la veintena que había preparado para ella, y lo colocó junto a su cuerpo dormido, tenía un buen surtido ya que cuando el gran Sesshomaru se desataba algo tenía que acabar destrozado entre sus garras, mejor que fueran los kimonos y no Rin. Recordaba que cuando era más bajita no era muy pudorosa, pero aún así, seguro que agradecía tener algo que ponerse encima, o más bien era él el que no soportaría tenerla correteando desnuda por ahí. Ya no. El solo hecho de pensar en ello le irritaba y más aún habiendo visto el cambio en su cuerpo. ¿Por qué todos la trataban como una cachorra? Su morfología se había desarrollado y su cuerpo, oculto hasta el momento a sus ojos, podía despertar el lado salvaje de cualquier macho con el que tuviera la desgracia de cruzarse. El cuerpo de Sesshomaru se tensó debido al rechazo e internamente se alegró de no haber esperado.

Lo más natural del mundo (Sessrin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora