12. Un poco margarita

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Alba Reche contaba quizás hasta cuarenta y cuatro cuando estaba de los nervios, pero desde que se había montado en aquel coche y sentía la mirada de Natalia sobre ella de vez en cuando, ya iba por doscientos treinta y dos, y sin intenciones de parar.

Recorrían las calles en completo silencio, Alba luchando consigo misma para no atropellar a nadie, respetar los semáforos en rojo y mirar de reojo las señales de stop que estaban en sentido contrario y suspirar.

Mira, una señal de stop que vamos a ignorar porque vamos de cabezas a un puto berenjenal.

¿Y lo bien que nos lo vamos a pasar?

No sé qué mierdas celebras.

Nos ha dado un beso en la mejilla y casi te apagas en el sitio, el próximo día tendremos fuegos artificiales preparados.

- ¿Cómo está María? - Rompió el silencio la morena sobresaltando a la rubia que parpadeó para ubicarse.

-Pues bien, trabajando. - Se encogió de hombros y siguió con la mirada clavada en la carretera.

- ¿En qué trabaja? - Se dejó llevar por la curiosidad sin poder evitarlo.

-Es interiorista. - Respondió sin más y Natalia abrió los ojos sorprendida.

-Qué suerte. - Dijo antes de apoyar la cabeza en el asiento y suspiró.

- ¿Cómo? - Frunció el ceño y Natalia soltó una risa nasal.

-Que tiene mucha suerte, Alba. - Dijo sin pensar y cerró los ojos que comenzaban a pesarle.

¿Acaba de decir lo que acaba de decir?

Acaba de decir lo que acaba de decir.

Ay, mamá.

Sí, verás cuando le cuentes todo esto a la Rafi.

No lo quiero ni pensar.

Piénsalo.

NO.

Sacudió la cabeza borrando ese pensamiento que le hizo dar un paso más a necesitar tomarse una tila por vena, e intentó concentrarse en lo poco que le quedaba de camino.

- ¿Natalia te has dormido? - Preguntó Alba en cuanto paró el motor del coche en el garaje y se fijó en la morena que tenía la cabeza pegada al cristal. - Eh, ¿puedes despertarte? - Dejó unos toques en su hombro para que reaccionara, pero no hubo respuesta. - Que tengo que subir a casa, venga...

-Solo ha sido una siesta pequeña, lo juro. - Musitó con voz de dormida y se movió en su asiento, asustándose al sentir el cinturón de seguridad junto su cuello. - ¿¡Me has atado!? - Dijo sobresaltada y Alba abrió los ojos sorprendida. - Esto deberíamos hablarlo antes, ¿no?

Natalia tiró del cinturón y miró un microsegundo a Alba, muriéndose de la vergüenza al darse cuenta de lo que era realmente. Se deshizo de él y fue incapaz de mirar a los ojos a la rubia que, aunque sentía que sus mejillas iban a explotar, agradeció a la casi oscuridad del garaje por no verse descubierta.

-Venga, vamos, que tengo que coger algo de ropa. - Se limitó a decir cambiando de tema antes de bajarse del coche y esperar que la morena le siguiera.

- ¿De verdad que puedo ver tu casa? - Dijo un poco más despierta y sin pensárselo fue tras ella con pasos torpes por culpa del calmante y la oscuridad. - ¿Oye, aquí no hay ninguna bombilla que encienda? - Preguntó mientras le seguía por el camino únicamente iluminado por las luces de emergencia.

- ¿Te sigue asustando la oscuridad? - Se giró para mirarle y la más alta, se limitó a asentir. - Ya estamos llegando. - Rebuscó su móvil en su bolso y encendió la linterna para que estuviera más tranquila.

Tarta de limón Where stories live. Discover now