Remus X, Hogwarts.

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Jueves 24 de marzo, 1994.

—Oh, Remus.

Un rugido casi animal gorgoteó de su garganta al escucharla tan necesitada, presionándola firmemente contra su regazo. La sujetó por los muslos, ayudándola a dar salto tras salto, golpeando jugosamente sus centros en un frenesí de lujuria.

Deslizó sus yemas vacilantes por la menuda silueta de la joven, rozando sus hombros hasta ahuecar la palma en la curva de su nuca. Enredó los dedos por su suave cabellera al entregarse una vez más en un beso obsceno y húmedo que debilitó todas las defensas que había alzado para evitar caer de nuevo en aquel lamentable punto.

El latido insistente creciendo entre sus piernas le exigió algo de atención pero aún no tenía intención alguna por satisfacerse a sí mismo. Estaba convencido, su única tarea era la de complacer a la Hufflepuff, ser su medio y su herramienta, no podía estar más de acuerdo de ser usado de otra forma.

Se estremeció como el ser patético que era a su disposición cuando una de sus delicadas manos palmeó su vergonzosa erección mientras contoneaba sus caderas desesperadamente. La sintió frotar su masculinidad, ambos cubiertos por capas de ropa, restregando sus lenguas en salvaje agonía.

Sus labios cosquillearon, Evolet sonrió con la boca hinchada y murmuró a medias, lanzando un jadeo errático que por poco no lo volvió loco— ¿Puedo, profesor?

Fue incapaz de negar cuan ansioso estaba por su tacto o describir cómo esa dolorosa fricción lo torturaba hasta arrastrarlo a la demencia. Así que, cuando la joven creyó que su silencio había sido un , le fue imposible detenerla.

Levantó la pelvis en busca de su calor y gruñó ásperamente una vez que los fríos dedos entraron por el borde del pantalón, acariciando su miembro caliente.

Se aferró a su cintura, manteniéndola quieta antes de que montara su regazo.

Remus se atrevió a colar una de sus manos debajo de la bonita y arrugada falda escolar, explorando a ciegas. Alcanzó el elástico de su ropa interior, jugando y tirando de él para dejarlo regresar. Un chasquido suave golpeó la piel sensible de su pubis, sintiéndola tiritar entre sus brazos.

Suspiró pesado en su boca carnosa, nublado por el deseo. —Quítatelos —ordenó, arrastrando el índice hacia abajo, masajeando el hueso de su cadera a través de la frágil prenda íntima que lo limitaba del paraíso.

Evolet se sacudió y, sin detenerse a mediar palabra al respecto, obedeció en silencio. Se bajó de sus piernas, sacándose la ropa interior con movimientos torpes.

La contempló cautivado por el efervescente aroma a excitación hormigueando en sus fosas nasales. Se precipitó a tomarla y colocarla de vuelta en su regazo, la sentó rudo contra su muslo, montándola en él. Los labios mojados mancharon sus pantalones.

SABOR A CHOCOLATE +21 (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now