- Pequeño epílogo -

376 43 32
                                    

No es la mejor historia de amor de todos los tiempos; pero es tu historia, la mía y mi brújula en tiempos de tempestades. Escuchar tu grito de agonía antes de morir la noche del ataque de los espectros al santuario, hoy, es tan solo un recuerdo. Ya no lo escucho en mi memoria y ya no me persigue.

(Lo recordé por años, penosamente.)

Yo, el recuerdo también de lo que fue alguna vez un santo dorado de la orden y caballero de élite, sigue pensándote con el mismo amor, Shaka, aunque ya no pueda enredarme en tus cabellos dorados ni contar tus lunares.

(No juzgaré tus decisiones, amor mío.)

"¿En qué piensas, Aioria?" vuelves a preguntarme esta vez, 19 años después de aquella tarde que en tu cumpleaños me imaginé por enésima vez redibujando tu cintura sobre aquel lienzo pálido que es tu piel. Finalmente, cuando descubrí tu espalda una noche de apasionada exploración, me sorprendí al revelar la verdad: los lunares eran producto de mi imaginación, aquella columna perfecta era tan blanca como tu rostro.

Volteo esta vez ya sin mi ropa de entrenamiento ni una armadura que me aguarde en casa. Me susurras que el ropaje de Patriarca me sienta bien y yo que (aunque hayas mutilado tu larga cabellera rubia para llevar el pelo corto) te ves mejor que nunca.

Ikki porta la armadura dorada que alguna vez custodiaba mi cuerpo y su hermano Shun, la tuya. La ceremonia fue tan emocionante como liberadora. Te ríes mientras te alejas con tu pelo corto y el rostro de un hombre que está más cerca de los 40 que del adolescente tímido que intentaba hablarme sin éxito.

¿Si fracasamos?

Le preguntaría a tu espalda que aún me descubre dibujando lunares imaginarios con un dedo bronceado e inquieto mientras intentas leer y escuchar mis tonterías a la vez.

Le preguntaría a tu rostro de hombre, que a veces es aquel niño, que me observa atento y paciente, como cuando a los 6 años intentaba mis primeros relámpagos. Aún deseas ser mi amigo, sí... y a pesar de terminar las frases por mí y conocerme tanto como creo conocerte a ti, encuentras novedosas mis elocuencias.

No, no fracasamos.

Ahora, custodiamos este sitio desde otro templo: la sala del Patriarca. No podría hacerlo sin tu compañía y aunque hayas declinado la oferta de la silla donde me siento (dices que no tienes paciencia ni dotes vinculares para el puesto, pero creo que simplemente estabas demasiado cansado para aceptar dirigir el Santuario) siempre cuento con tu consejo sabio y el apoyo de saber que no importa lo que pase y lo que suceda, solo debo mirar a mi lado para descubrir al hombre que me cuida y me acompaña en cada paso que doy. Contigo junto a mí, nunca temo caer; siempre está tu mano para levantarme, sacudirme el polvo y limpiarme las heridas. Espero y ansío, cumplir el mismo rol para ti: la mano que te cuida, te acaricia y te sostiene.

Te amo, Shaka.

Te amo a ti, tu cabello corto que ya no se enreda en mi cuerpo, tus lunares imaginarios, tu espalda (que era aún más perfecta que en mis fantasías) y la forma en la que aún quieres ser mi amigo y mi amante.

Vuelves a reír.

Probablemente sepas que te pienso, porque lo adivinas siempre, y probablemente también estés leyendo la nota que dejé sobre la cama, arrepentido, para notificarte que volví a romper tu mala. Lo siento, es que las cuentas y yo no nos llevamos bien. Prometo comprarte uno nuevo.

Y amarte,
prometo amarte.
(Porque no existe nada más natural en mí que hacerlo)

Escucho tus pasos como una nana tranquilizadora y una mano que explora mi pecho. Sonrío.

Busco tu rostro para estirarme en un beso, esta vez cargado de experiencia. Nunca usaste tanta lengua como en mis sueños, pero tus besos son superiores a los que me regalaban mis fantasías.

"¿En qué piensas, Aioria?" vuelves a preguntar, curioso. Te sonrío. Te celebro.

"En ti."

Tu boca se desdibuja en una sonrisa amable.

Lo sabes.

Peinas una de mis cejas con tu dedo y besas mi frente...

...y yo que solo puedo pensar que la mejor decisión que tomé fue gastar mi dinero 19 años atrás en aquel rosario de cuentas, para luego de una charla motivadora de Milo, dirigirme a tu templo sin dudar. (Quien luego de algunos años de negárselo, pudo aceptar que amaba a su compañero tibetano para finalmente instalarse noche tras noche en Aries.)

No sé en qué pienso, Shaka
no sé demasiado,
solo sé que te amo.

Que a cambio de tus lunares imaginarios tú puedas hacer de mi mundo un lugar más hermoso y justo. Que tu voz sea mi melodía favorita y tus rabietas extrañas cuando hablas solo, mi sonrisa asegurada. Que tu pelo corto ya no roce mi cuerpo cuando te siento desnudo sobre mí y me dé igual, porque eres tú: tu espalda, tu piel pálida y el sonido que hace tu cuerpo al chocar contra el mío una y otra vez... eres el jadeo lujurioso y el "te amo" en el oído, el suspiro de placer y la palabra de aliento. Que tus ojos se abran por la mañana, para mí, para nosotros, para observar a través de ellos la belleza de la vida a tu lado.

Supongo que eso pienso.

Todo eso.

Coges mi mano para llevarme a la cama. Es tarde ya y me retarás si no duermo la cantidad de horas que, según tú, son las adecuadas para que el cuerpo humano funcione correctamente. Me sonrío al escucharte, como siempre.

Te desnudas y me desnudo, ya sin el deseo animal que nos arrancó todos los gemidos de los primeros años, sino con los cuerpos de dos personas que se acercan a los 40 y necesitan descansar.

Apagas la luz, luego de acomodar el mala roto, y en la oscuridad vuelvo a escuchar tu risa.

Cierro los ojos, y aquel sonido de tu voz, siendo feliz, lo ilumina todo.

"¿En qué piensas, Shaka?" pregunto esta vez. No contestas, pero adivino tu sonrisa y el beso a continuación.

"En nada, tonterías" respondes.

Siento tu cuerpo cansado aterrizar en la cama para buscar tu sitio
(junto a mí)
y yo
en la oscuridad de la noche
dibujo en tu espalda
el camino
de tus lunares inexistentes. 

-FIN-


De leones y doncellas (ShakaxAioria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora