||°•.༄⟶Nieve blanca y Rosa roja

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Había una vez una viuda pobre que vivía en una humilde casita de campo, rodeada de un hermoso jardín. En ese jardín crecían dos rosales: uno de ellos florecía con hermosas rosas blancas, y el otro, con deslumbrantes rosas rojas. La viuda tenía dos hijas jóvenes que reflejaban la belleza de estos dos rosales.

A la mayor la llamaban Jisoo, pero cariñosamente le decían Nieve Blanca debido a su tez pálida como la nieve, mientras que a la menor la llamaban Rose, y su apodo era Rosa Roja por su cabello de fuego.

Las dos hermanas vivían felices, llenando de alegría su hogar con su energía y vitalidad. Aunque eran muy diferentes entre sí, su amor fraternal las unía fuertemente. Nieve Blanca era la más tranquila y gentil de las dos, prefiriendo pasar su tiempo en casa ayudando a su madre con las tareas domésticas o disfrutando de la lectura. Por otro lado, Rosa Roja era una joven aventurera que amaba explorar los prados y campos en busca de flores y mariposas, llenando su vida con la belleza de la naturaleza.

A pesar de sus diferencias, las dos hermanas eran inseparables, y cuando salían juntas, nunca dejaban de tomarse de la mano. Juntas, exploraban el bosque circundante sin temor a los peligros, pues los animales del bosque las veían con amistad y confianza.

Nieve Blanca y Rosa Roja se encargaban de mantener la casa ordenada y acogedora. Durante el verano, Rosa Roja se ocupaba de las tareas del hogar y, cada mañana, colocaban una corona de flores en la cama de su madre, combinando flores de ambos rosales.

En invierno, Nieve Blanca encendía el fuego y colgaba la reluciente caldera de cobre sobre la chimenea. Por las tardes, cuando los copos de nieve caían suavemente, su madre les leía historias de un gran libro, y las dos jóvenes escuchaban atentas, tranquilas y felices.

Una tarde, mientras las dos hermanas se encontraban cómodamente sentadas juntas, un golpe en la puerta resonó como un ruego silencioso para ser admitido. La madre, presta a brindar ayuda, dijo:

—Rose, por favor, abre la puerta. Debe ser algún viajero en busca de refugio.

Rosa Roja se puso de pie y, con cautela, corrió el cerrojo de la puerta. Pero para su sorpresa, en lugar de un viajero, se encontraron con un oso que asomó su ancha cabeza negra en el umbral.

Rosa Roja gritó y dio un salto hacia atrás, mientras que Nieve Blanca se escondió detrás de su madre. No obstante, el oso comenzó a hablar y les dijo con amabilidad:

—No tengan miedo, no les haré daño. Tengo frío, solo deseo calentarme junto a su fuego.

La madre, compasiva, le indicó al oso:

—Pobre criatura, acércate al fuego para calentarte, pero ten cuidado de quemarte.

Luego, alzó la voz y llamó a sus hijas:

—Jisoo, Rose, salgan, el oso no les hará daño. Es un oso amable.

Ambas jóvenes salieron de su escondite y, con valentía, se acercaron al oso. El oso les pidió amablemente:

—Chicas, por favor, pueden sacudir la nieve de mi piel.

Las hermanas tomaron una escoba y quitaron la nieve de su pelaje, dejando al oso limpio y confortable junto al fuego. El oso se estiró, gruñendo de satisfacción.

Las hermanas jugaban con su inusual visitante, tirando de su pelaje, poniendo sus pies sobre su espalda o acariciándolo con una rama de avellano. Cuando el oso gruñía, ellas se reían. Sin embargo, toleraba todas sus travesuras.

Cuando la luz del día retornó, las hermanas le abrieron la puerta, y el oso se retiró hacia el bosque, desapareciendo entre la nieve.

A partir de ese día, el oso visitaba la casa todas las tardes, permitiendo que las hermanas jugaran con él a su antojo. Se volvieron tan cercanas a su inusual amigo que las puertas nunca permanecieron cerradas hasta que él regresaba.

Cuando finalmente llegó la primavera y el mundo exterior se volvía verde, el oso anunció:

—Es hora de mi partida, y no podré volver durante todo el verano.

Jisoo preguntó con preocupación:

—¿A dónde irá, querido oso?

—Debo adentrarme en el bosque para proteger mis tesoros de los duendes malévolos. Durante el invierno, cuando la tierra está fuertemente congelada, estos seres quedan atrapados en sus cuevas y no pueden causar estragos. Pero ahora, con la llegada de la primavera y el deshielo, salen de sus escondites para husmear y robar. Lo que cae en sus manos y se adentra en sus cavernas rara vez ve la luz del día de nuevo.

||°•.༄⟶ ONE-SHOT COUPLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora