Capítulo 8. ¿Un final feliz?

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En medio de la sorpresa y confusión se detuvo a contemplar al hombre vestido de blanco. Su altura y edad, diferían de las que mantenía en sus recuerdos de hace tres años, pero el hermoso rostro tallado en jade descolorido era inconfundible, se podría decir único. 

Miró con duda esos ojos dorados que ahora brillaban vivazmente, y extrañó el brillo fantasmal que este cuerpo no tenía.

¿Lan Zhan? —cuestionó desconfiando de su propia visión. No sería la primera vez que alucinaba con ver a Lan Wangji.

—Wei Ying —repitió con calidez para brindar confianza al joven que removía su cuerpo en un titubeo.

¡Lan Zhan!— sin pensarlo dos veces corrió hacia su amado. 

Se lanzó a sus brazos, tal como hizo en el pasado, confiando que esta vez no sería recibido por el suelo.

—¡Te atrapé!— gritó lleno de emoción y esta vez era cierto.

¡Lan Zhan! a pesar de que Wei Wuxian era bueno con las palabras, en este momento no podía decir nada, solo podía llamar su nombre y llamarlo muchas veces más en su corazón, temiendo que al abrir los ojos todo sea un sueño y no poder hacerlo otra vez.

Wei Wuxian sintió el calor que se fundió dentro del abrazo, la sensación fue extraña más no detestable. Inhaló la agradable esencia a sándalo que hasta ahora había sido desconocida. Al inclinar su cabeza podía escuchar los latidos golpeando el pecho de jade, tan cercanos y sonoros, que podía confundirlos con sus propios latidos. Podía sentir su calidez, oler su aroma, compartir su mismo éxtasis. ¿Qué más necesitaba para confiar? Era su Lan Zhan, su amado.

El golpe en seco contra su torso pudo hacerlos ceder, pero Lan Wangji sujetó su cuerpo fuertemente en sus brazos.

—Me atrapaste —confirmó.

Wei Wuxian había logrado su propósito, la meta que silenciosamente trazó en su corazón, el día que distinguió los ojos dorados brillando en la oscuridad, atrapar al espíritu. Pero sin darse cuenta había logrado algo mucho más preciado y valioso, que no podía ser compensado con ningún tributo, ni adoración, había capturado su corazón.

Lloraba, porque poder atraparlo significaba mucho más que solo sostener un cuerpo, la expresión se convirtió en una extensión que no podría caber en palabras, atraparlo en todo sentido, atrapar su alma y corazón, sus pensamientos y deseos. Lloraba, no como una madre desconsolada que había perdido un hijo; sino como un hombre que amó y todavía ama, un hombre que naufragó en las salobres aguas de la perdida y el encuentro.

¿Por qué...? —interrogó anonadado, su voz tembló un poco mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas rojas por la conmoción. 

En su mente rondaban muchos, ¿por qué?

"¿Por qué desapareciste?"

"¿Por qué no respondiste mis llamados?"

"¿Por qué no volviste en todos estos años?"

"¿Por qué no dices nada?"

"¿Por qué me miras de esa forma?"

"Tan cálida, pero al mismo tiempo tan dolorosa, que solamente puedo llorar"

"Quizás, tampoco lo sabes"

Aunque no eran sus lágrimas, Lan Wangji sentía que era su propio llanto, la evidencia de su falta y ausencia, el reloj que marcaba el tiempo que perdió, y testigo de sus remordimientos. No resistió la idea de borrar esas gotas cristalinas que arrastraban dolor, así que las limpió gentilmente con sus manos.

|EL ESPÍRITU ZORRO| - WANGXIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora