Epílogo

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Diez años después

El corazón de Izuku latía apresurado mientras mantenía entre sus temblorosas manos el pequeño regalo envuelto en papel color azul cielo. No era la primera vez que pasaba por esa situación, debía repetirse el mantra que se había dedicado a si mismo la primera vez: Estaremos bien, puedo con un bebé.. con otro bebé.

Cerca de él la pequeña Akemi jugaba tranquila una fiesta de té con Toshinori, quien vestía un ridículo sombrero decorado con brillantina y plumas.
Aizawa estaba en la cocina, demasiado ocupado en la decoración de un pastel. Desde su jubilación hace cinco años dedicaba su tiempo completo a consentir a sus nietos.

—Señor Izuku —la voz infantil de Daiki le hizo sonreír, el niño aún se negaba a llamarlo papá, aunque podía considerar una victoria que comenzara a incluir su nombre en el llamado— El señor Hitoshi quiere que lo ayude con algunas bolsas.

—Gracias 'iki, ve con el abuelo a la cocina seguro que puedes ayudarle a decorar.

Akemi y Daiki eran hermanos biológicos, tenían los ojos de un precioso color esmeralda y el cabello negro. Los adoptaron hacía casi tres años, después de estar en la lista de espera por largos meses.
Akemi tenía dos años en ese entonces, estaba delgada y su cabello tan corto que parecía un niño. Ella lo había aceptado enseguida llamándolo mamá desde el primer momento, con la inocencia propia de un pequeño deseoso de afecto. Daiki por el contrario, con sus pequeños brazos llenos de moretones y el cuerpo tembloroso les había mirado con desconfianza, siempre cerca de su hermana y sin pronunciar una palabra.

No podía culparlo, con solo cinco años había atravesado un infierno de maltratos.

Actualmente los niños de cinco y ocho años gozaban de una perfecta salud, sanando cada día las heridas psicológicas que su antigua vida les había dejado. Había pasado de señor a señor Izuku en poco más de un año, el proceso era lento pero no perdía la esperanza de escuchar a Daiki llamarlo papá o mamá algún día.

—¿Ya te llamaron? —preguntó al ver la morada cabellera de su esposo al salir del auto— Dijeron que a esta hora estarían llegando o que llamarían si había algún cambio ¿Por qué no llaman? ¿Habrá pasado algo malo? Seguro pasó algo, debieron haber llegado hace más de diez minutos.

—Izuku, mi amor —Hitoshi dejó las bolsas que cargaba sobre el asiento para tomar las manos de su nervioso omega— Hay mucho tráfico y la señora Osaka conduce muy despacio.

Lo atrapó en sus brazos para darle tranquilidad besando el espacio donde se unían el cuello y el hombro, ahí donde la pequeña y bonita marca de unión adornaba su piel. A Izuku le gustaba que lo besara en ese lugar, le hacía sentir mariposas y calor en el pecho.
Bajo la promesa que le había hecho a Aizawa, quien constantemente les repetía las mismas palabras cuando se quedaban a solas "No más marcas, mordidas o sus variantes, esperen a ser mayores y entonces haganse lo que quieran", había marcado a Izuku a los diesciocho.
Un año después se casaron.

Habían dedicado sus primeros años de matrimonio a viajar a Irlanda y china (habían contactado con la otra pareja se omegas al estar ahí) tomado cientos de cursos de cocina y manualidades hasta que decidieron sumergirse en el mundo de la paternidad.

—Tranquilo mi amor, todo está bien -le reconfortó de nuevo— Vamos adentro, Akemi llorara sino nos ve o Daiki se comerá todas las galletas que preparó Aizawa.

—Akemi estaba teniendo una fiesta de té con papá, no creo que note nuestra ausencia pero Daiki... Aizawa no será capaz de negarle galletas y hoy a llegado a su límite de azúcar, tienes razón mejor vamos.

Destino || ShinDeku || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora