14. Aceptación

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Los balbuceos de sus compañeros, los intensos ruidos de las plumas trazando líneas en aquellas hojas ralladas, la voz de su profesor de servicio, resonando en sus oídos.

—Normalmente, no me gustan mis grupos, pero ustedes...—alardeaba su profesor, recargado en su escritorio, con las piernas y manos cruzadas.—Son un grupo muy peculiar.

Tecleando en su computador, proyectando la lista de asistencia, junto a las aceptaciones de las empresas donde irían a concluir su carrera.

Narumi sonrió, y tiró su cabeza hacia atrás, lo había logrado, la habían aceptado, las fotos les habían gustado. Era un verde muy brillante para ella, ver el " aceptada" fue una de las cosas más hermosas del mundo. Algo que hizo que su estómago se revolviera, no por asco, si no de felicidad... como aquella vez, cuando Atsumu le dijo por primera vez que la amaba.

Ese pequeño susurro paso por su mente, ronroneando en sus oídos, haciéndola sonrojarse, recordando su ronca voz, sus gruesos labios rojizos.

Pero... ¿que revista la había aceptado? ¿Era la de Japón? No, tal vez la de Canadá, pero lo dudaba, ¿acaso era la de Francia? Espera... si era la de Francia... jamás iba a regresar con sus padres, jamás iba a ver a Osamu de nuevo, ni a su pequeña hermana que ahora tenía 15 años, ya no 10, 15 putos años...

La imagen de aquel rubio falso cruzó por su mente, haciéndola encogerse de hombros, si era Francia, jamás lo iba a volver a ver, jamás le iba a poder decir que lo seguía amando y que quería pasar el resto de su patética vida con el.

Ahogó un suspiro, sobando su nariz, no quería seguir pensando en ello, tal vez, después, podría mover algunos hilos para que la movieran a alguna revista que estuviera en Japón, para volver a verlos a  todos.

Un codazo la hizo reaccionar, Peter la miraba confundido.

—Te están hablando tonta.—Murmuro, mirando hacia enfrente.

Su profesor estaba sentado, esperando a que fuera, la volteó a ver y le hizo una seña con su mano, Narumi se puso de pie, su negro cabello se movía al ritmo de su caminar, un listón amarillo amarrado a su cola de cabello, muy infantil... pero, se lo había dado Atsumu, por paquetería, por hacer meses de novios, con una foto enmarcada de ellos dos, el listón estaba por un lado, bien hecho bolita, en una pequeña punta de este, estaban sus iniciales A&N con un infinito muy mal dibujado.

Nunca se lo había quitado, ni cuando terminaron, ya estaba muy feo, amenazando con deshilacharse, pero ella no lo permitía.

Su profesor habló con ella, sobre que la habían aceptado en tres diferentes revistas, y que de esas tres, la querían en 10 departamentos distintos, sus fotos eran encantadoras, maravillosas, su forma de photoshoppear era mágica, simplemente, algo que merecía estar en Francia, ya que era un lugar de moda.

Sus ojos se iluminaron al escuchar que había sido aceptada en las tres, y lo pensó, solo por un pequeño instante, seguir su sueño, pero lo recordó, no lo podía seguir si Atsumu no estaba a su lado, porque habían jurado crecer como persona juntos, tener muchos hijos y morir el mismo día de la misma enfermedad.

Narumi sonrió, con un sonrojo muy intenso en su rostro, su profesor esperaba una respuesta, una confirmación. Japón, Canadá o Francia. Tenía que elegir ahora. Y largarse dentro de una semana. Ya que, el servicio comenzaba dentro de poco.

—Se que dije que Francia siempre fue mi meta, usted me dijo que apuntar alto era lo mejor que podía hacer, que siguiera mi sueño y que...—sus manos dejaron de temblar cuando pensó en aquel futuro.—No lo dejara, pero, mi sueño es ser profesional y reconocida.—su profesor la miraba confundido.—Y estar comprometida con el amor de mi vida, pasar mis días con él, compartir nuestros logros.—sonrió dulcemente.

—¿Narumi?—ladeo la cabeza, sorprendido por sus palabras.

—Mi sueño, mi meta, es Japón.—Ahogo una risilla que se escapo de su garganta. Y tomó el sobre blanco, donde, dentro de él, se encontraba la carta de aceptación de Mamagirl, una revista muy conocida de Japón, la cual amaba con todo su ser.

Hizo una pequeña reverencia y se fue, feliz de su decisión.

No la mal entiendan, no lo hacía por capricho, lo hacía porque también era su sueño, siempre había admirado el trabajo de Mamagirl, coleccionaba sus revistas desde pequeña, obsesionaba por todas esas modelos, y cosas así.

¿Ella quería estar con Atsumu? Claro, lo seguía amando, igual que el primer día.

Era consciente de qué tal vez, solo tal vez, Atsumu ya estuviera con alguien. Que era feliz y que había encontrado a su alma gemela, ella tal vez era el amor de su vida, pero, ¿era su alma gemela?

Ella estaba segura de que Atsumu lo era, porque, joder. Nunca había amado tanto a alguien, nunca había llorado tanto por alguien, se sentía llena, placentera y amada cuando estaba con él, el simple hecho de rozar sus manos la volvía loca, con el corazón amenazando por salir de su boca.

Carajo, claro que lo era. Era su puta alma gemela, el amor de su vida, lo mejor que le había pasado.

[...]

Peter se había enamorado de Narumi, no como amor de amor, si no amor de amistad, estaba tan enamorado de ella, que la siguió hasta Japón. Dejando atrás a su novia de 2 años, aceptándose el mismo, reconociendo que en realidad, jamás le habían gustado las vaginas, que él babeaba por hombres, rudos, con cara angelical y manos resaltando en venas. Ahora, en aquel avión, junto con Narumi, lejos de sus padres que le habían cerrado la puerta por ser homosexual, se sentía feliz.

Narumi lo descubrió a meses de conocerlo, sin preguntarle, solo lo supo, como lo supo con su hermano. Pero nunca dijo nada, no hasta que él se lo confirmara.

Lo habían aceptado en la Weekly Shonen Jump, era un adicto al manga y anime, no tan rayado, pero lo era.

[...]

El respingón del avión aterrizando los despertó, las largas pestañas de Narumi revolotearon un par de veces, adaptándose a la luz, sorbió la baba que caía sobre su mejilla hasta el hombro de Peter, musitó algunas palabras que ni ella misma entendió.

Era de noche, la luna brillaba sobre Japón, el cielo estrellado, su corazón se apretó cuando inhaló profundo, sus pulmones se llenaron del aire de Japón, sus mejillas se sonrojaron, y sus pequeños luceros verdes se cristalizaron.

Todo era como lo recordaba, cada pequeño árbol estaba donde debería de estar, aquel rayón que hizo, en la acera, cuando tenía 16 años, las luces que había colgado en su balcón la navidad de sus 17. Suspiro, cargando su maleta, dejado atrás a Peter, el cual, platicaba con la madre de Narumi.

Entro, abriéndose paso, quitando sus zapatillas azules de bota, dejándolas en el recibidor, sus pantuflas color vino seguían ahí, donde siempre, como si sus padres no recordaban que no estaba, llenas de polvo, no le importo. Se las puso, subió las escaleras, buscando a su pequeña hermana, sin éxito.

La puerta rechinó, le había falta aceite, su habitación... ya no era su habitación. El olor era diferente, no le gustaba. Olía a manzana, era color rosa pastel, frunció el ceño. Fotos de su hermana con sus amigos tapizaban una parte de su pared, posters de BTS pegados por todos lados.

Sonrió nostálgica, cuanto había crecido.

Esa noche tuvo que dormir con Peter, enpiernados en la cama de huéspedes, abrazados necesitando de su calor.

Su hermana solo le dio un leve abrazo, sin llorar, eso la puso triste. Pero lo entendió, estaba en su adolescencia, la etapa más rebelde.

Su padrastro, el cual ya no lo llamaba así, lloro a mares, aferrándose a ella, 5 años sin verla, joder. Como pasaba el tiempo. Las pequeñas canas de su bigote resaltaban, su madre... como nunca, hermosa, sin ningun pelillo blanco –claro, se lo teñía, tramposa– solo lloro un poco, ella era fuerte, según los datos que había recogido, su hermano Cayden seguía viviendo ahí, seguía trabajando en el hospital, ahora como pediatra. Y, ya era abiertamente gay.

Cerró los ojos, aferrándose más al pecho de Peter, buscando su calor, la calmaba cuando tenía pesadillas, Peter murmuro algo que no logro entender, pero solo musitó un pequeño "uhm" afirmando. Iba a ser una noche tranquila.

𝙎𝙚𝙧𝙤𝙩𝙤𝙣𝙞𝙣𝙖 𝙖𝙡 𝟭𝟬𝟬 - 𝘼𝙩𝙨𝙪𝙢𝙪 𝙈𝙞𝙮𝙖 𝙭 𝙊𝙘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora