Siete

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Cuando Gwendolyn encontró la receta que tanto ansiaba mientras buscaba algo más, pensó que estaba en una racha de buena suerte definitiva.

En el recetario del chico había encontrado la tan codiciada receta madre por accidente casi, anotada en una hoja pequeña que se hayaba doblada y bien oculta en la tapa, pero la había encontrado al fin y al cabo junto algunas cuantas combinaciones para darle a la pócima aroma de rosas, o de lirios, orquielos y muchas otras plantas. Por fin había dado con el tan afamado secreto del príncipe para tener una piel de ensueño y perfecta, suave como la seda y lisa como la porcelana más fina. Una receta que otros habían intentado deducir incluso con los restos de agua de la bañera del chico, pero era imposible ya que hasta en ese aspecto el menor tenía cuidado y mantenía no solo oculto el frasco con la dichosa preparación del mismo modo que lo hacía con la receta, sino que también se encargaba de vaciar el agua de la bañera una vez que acababa de ducharse. Sin dudarlo ni por un segundo la bruja se aseguró de copiarla sin omitir ni la más mínima coma y hasta de memorizarla por si acaso antes de devolverla a su sitio dejando todo tal cual estaba.

Pero no se imaginó que tan retorcida sería la venganza de ese maldito engendro con corona o que en verdad su supuesta suerte no era más que un castigo por ignorar las advertencias del menor sobre Hendrick.

Luego de darle sus clases diarias al príncipe se había pasado la tarde en el mercado buscando los ingredientes necesarios y se dedicó por la noche, en compañía de la luna, a preparar el brebaje siguiendo al pie de la letra cada indicación. Añadió cada medida milimétricamente exacta a la mezcla de su caldero y había visto que aquello no acababa en aliento de muerto, así que supo que era la receta verídica y no alguna copia de trampa para los curiosos. Gwendolyn se sintió mucho más dichosa que nunca y hasta de carcajeó de pura felicidad. Le restó únicamente dejar descansar la mezcla en el caldero de su cocina mientras dormía y esa misma mañana virtió un poco de la preparación en su tina con ansias, mezclando bien el agua con los dedos hasta sentir un ligero aroma floral, y con todo listo se deshizo de su ropa dispuesta a darse un buen y largo baño masajeando bien su cuerpo y dejando que su piel absorbiera las propiedades mágicas disueltas en el agua tal cual explicaba el papelito según lo que Azael había calculado.
Solo cuando empezó a vestirse se dió cuenta de que su piel se notaba mas tersa que antes y hasta luminosa, eso le causó emoción ya que aquel no solo era un increíble truco de belleza sino que también uno muy valioso en más de un sentido. Cientos de nobles y mujeres pagarían una fortuna por verse así de bien empezando por la misma reina.

Pero el problema comenzó en la tarde de ese mismo día.

Al principio era una sensación extraña de picor e incomodidad que recorría todo su cuerpo volviéndose más intensa con el pasar de los minutos, como si tuviera un hormiguero entero caminando y mordisqueando su piel al punto en que tuvo que correr al baño más cercano del palacio para revisar que no tuviera realmente hormigas bajo la piel o algo parecido.

Solo ahí se dio cuenta de lo grave de su error.

Primero presenció con horror como su cuerpo se llenaba con ronchas rojizas que aparecían sin motivo aparente esparciendose poco a poco por sus extremidades como si hubiera estado revolcándose en un campo de flores de fuego, pero luego de eso vino lo peor... Su perfecta piel de ensueño pasó de ser suave como la seda a rasposa como la lengua de un gato, repleta de horrendas y grandes verrugas de sapo que recorrían su cara y toda su anatomía incluso por encima de su vagina y hasta pudo sentirlas también por dentro.
Gwendolyn soltó un largo y fuerte chillido de horror al ver su apariencia, rompiendo el gran espejo frente a ella y vistiéndose rápidamente con su ropa para cubrir aquella asquerosidad que había visto.
Sus ojos no la engañaban, su piel en verdad era repulsiva y rasposa tanto al tacto como a la vista, como acariciar un espantoso sapo viejo hecho de papel de lija y recubierto de babas. Sin pensarselo corrió desesperada del baño hacia la sala de brujería dónde le daba clases al príncipe para empezar a buscar como loca entre los libros ingredientes y hechizos para deshacer a como diera lugar lo que le había pasado. Ahí había cientos de ingredientes de todo tipo, libros nuevos y antiguos repletos de hechizos y hasta probó varios conjuros propios echándoselos a si misma una y otra vez con desespero frente al espejo rogando ver alguna mejoría; pero pasadas algunas cuantas horas de dió cuenta por fin de lo inútil que eran todos sus esfuerzos... El príncipe era un prodigio para el caldero y los ingredientes.

El Príncipe Bastardo [Libro 1]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin