Capitulo 2: Perdición

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Sharla y Jareth.

Capítulo dos: Perdición.

Me tumbo en la cama cerrando los ojos mientras suelto el aire, mi dedo juega con la pulsera que jamás me quito y suelto el aire de un golpe. 

Remolinos de colores me enceguecen cuando aprieto los ojos con fuerza, pero eso no evita que el recuerdo venga a mi. 

¿Cómo se empieza contando una historia que jamás debió suceder? ¿Cómo sabes en dónde empezar cuando realmente nunca hay nada ahí más que simple tristeza, pero nunca un final? 

—No llores —susurro. 

Las lágrimas comienzan a empapar mi rostro mientras ahogo un sollozo. 

No podía, ni podía pensar que él estaba tan cerca y a la vez tan lejos. Porque a pesar del odio que sentía, muy en el fondo le tenía amor, esa niña ilusa de dieciséis años aún seguía pensando en él, en su mejor amigo. 

En su primer amor. 

Pero ¿él realmente fue mi primer amor? No lo sabía. Yo solo le había dicho que estaba enamorada, y él había agarrado mi corazón y mi confianza, y la había hecho pedazos en cuestión de segundos. ¿Podía eso considerarse un primer amor? 

No, pero mi cabeza me juega en contra y su rostro aparece en mi mente. Sus ojos tan azules que me volvían loca, esa mirada de amor, las tardes en las que siempre me buscaba para que lo vea pelear. Las noches de risas y películas, las escapadas a la madrugada a la playa. 

“—Tú siempre serás la única en mi vida.”

Suelto un jadeo bajo sintiendo como algo en mi se curaba recordando eso. Su voz era suave, baja, ronca. Me hacía sentir amada, me hacía sentir la única. Siempre me había demostrado que seríamos solo él y yo contra el mundo. 

“—Yo no te amo, no te veo de esa forma.”

La herida vuelve a sangrar, me cura, pero a la vez me ahoga, me asfixia, me rompe. Estaba agotada, cansada de llorar por lo mismo. Por Dios, eso había pasado hace cinco años atrás ¿por qué me seguía condenando de esa forma? 

Iba a ser la última vez que derramaba una maldita lágrima por él. 

Gruño limpiando las lágrimas con furia y me levanto con rapidez. Un movimiento bastante estúpido de mi parte, porque vuelvo a caer sentada en la cama, todo dándome vueltas. 

—Bien, basta —me reprocho—. Ni él, ni nadie merece mis lágrimas.

Me levanto esta vez con más cuidado y me acerco a las bolsas que había comprado con Zara ese día. 

Odiaba ir de compras, pero que me condenaran si no amaba ver esas prendas en mi cuerpo. 

El teléfono suena y me estiro mientras me desnudo, me detengo viendo el nombre en la pantalla, casi pareciera brillar y burlarse. 

Mamá. 

Respiro hondo quedándome en sostén y trago saliva, podía dejar que suene y luego excusarme en que estaba ocupada. 

Pero eso solo sería peor para mí. Así que atiendo mientras vuelvo a desnudarme y me siento en la cama solo en bragas. 

—Sabes cuánto me desagrada que me dejes tanto tiempo esperando, Abigail. 

Es lo primero que dice cuando atiendo, me muerdo la lengua para no insultarla. Ella nunca me llamaba Sharla, decía que era nombre de prostituta y por eso mi padre lo había elegido. 

—Hola, mamá —mi voz suena relajada, acostumbrada a eso—. Lamento haberte hecho esperar, estaba trabajando —miento. 

—Eso no es trabajo, dulzura —finge cariño—. Ya sabes que aquí tienes un puesto siempre, solo debes… 

El Karma de JarethWhere stories live. Discover now