Capítulo 4 | Viernes

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La alarma sonó a las 8:00 am, y me taladró los oídos tras más de una semana sin escucharla. 

Noté la resaca al incorporarme y bebí dos vasos de agua seguidos. El pelo aún me olía al perfume de Sol. Cogí el móvil, apagué la alarma y le di los buenos días a Marc con un mensaje escueto. Aún con el ojo medio cerrado, me puse a buscar el perfume de Sol en internet. Tardé varios minutos ya que "Diptyque" era una palabra bastante complicada para alguien a la que le quedaban cinco neuronas de tanto ingerir alcohol.

- Hostia, ¡100 euros! 

No me lo iba a comprar porque yo llevaba una colonia de 30 euros que me regaló mi madre y a la que había cogido cariño. Ojalá, cuando se gaste el bote, se la compre de nuevo - pensé. 

Me senté en el borde de la cama después de cotillear su perfil de Instagram, dado que Gonzalo ya la había agregado y seguramente hasta en LinkedIn, pero dudé de si hacerlo yo o no. Me decidí a no hacerlo y, haciéndome un moño torpemente y apartando la ropa que había tirado en el suelo, me dirigí a la ducha. Estaba extrañamente nerviosa por ver a Sol y, a la vez, me daba vergüenza recordar el ridículo que había hecho al hablar tan torpemente sobre la bisexualidad.

- ¡Estúpida! - me golpeé levemente en el espejo del baño - no sabes estar callada, Julia, no sabes.

Me duché y fui a ver qué me ponía de las cosas que había traído de la maleta. El nerviosismo invadía mi cuerpo cada vez que pensaba en ella; ¿qué narices me estaba pasando? Nunca me había sentido atraída por una chica, o al menos, eso recordaba yo. Sol había sido un auténtico flechazo.

Me coloqué unos vaqueros y una camisa blanca de manga corta que se anudaba en la cintura y unas zapatillas blancas de Veja con el logo en naranja. La verdad es que tenía pocas cosas de marca en mi armario porque Zara era mi religión, pero seguro que a Sol le iban a gustar. Me peiné dejándome el pelo mojado, me eché un perfume de Marc que olía de maravilla y salí por la puerta. Lo bueno de mi oficina es que estaba a unos 15 minutos andando. La mañana era agradable y no hacía tanto calor como haría más tarde, por lo que dejé que George Ezra sonara a toda pastilla en mis AirPods y anduve a paso rápido.

Mientras, Sol no salía de mi cabeza. ¿Debería pedirle perdón por lo que solté en el baño? No había sido para tanto, y ya le había dicho que lo sentía. Además, de camino a casa no había vuelto a mencionar el tema. Divagando sobre esta y muchas más cuestiones, llegué a la puerta de la oficina. Me quité los cascos y, cuando estaba guardándolos, escuché una voz detrás de mí.

- ¡Julia!

Me giré sonriendo y allí estaba ella, con un vestido verde lima y unas converse. Y un bolso precioso que era de marca, seguro.

- Buenos días, ¿has descansado? Yo tengo un poco de resaca... - Sol se rió y se tocó la frente - estoy ardiendo, aún tengo alcohol en las venas.

- ¡Hola! Sí, la verdad es que he dormido bien, sin Marc en la cama se duerme mejor - sonreí - pero tengo un poco de resaca. Acostúmbrate: estos son salvajes bebiendo.

- Ya veo, ya. Pero bueno, el día es corto y luego no tengo mucho plan, así que me quedaré en casa descansando.

- Yo tampoco tengo nada que hacer, así que genial. Netflix y una copa de vino con sushi, el cliché - saqué la lengua - ¿subes o vas a pillar un café?

- No he tomado café en casa; pensaba bajar más tarde. ¿Dónde sueles ir tú?

- Ahí - le señalé un bar muy cutre en la esquina - el café es barato y muy bueno. Aunque odie el café, pero lo necesito, y más estos días - levanté los hombros.

Los días con Sol [bisexual] | COMPLETA y disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora