Capítulo 7.

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—Gracias por traerme—. Dijo al chófer, que solo asintió, antes de irse en la limosina cuando estuvo frente a su casa. Suspiró pesado. Todo le dolía, pero debía volver tarde o temprano al mundo real. Después de un fin de semana completamente diferente, volver a su humilde casa era extraño y a la vez, doloroso. Sentía esa intensa necesidad de estar con Ray, pero sabía que no podía por siempre evitar su vida cotidiana.

Entro suave, para no despertar a su hermana. Ella no sabía a dónde iría, nunca necesitó darle explicaciones. Pero desapareció dos días, y no tomó el celular en ningún momento por estar cogiendo. Recordarlo lo hacía temblar, Ray era un intenso semental en la cama y nadie podría negarlo. Aun le dolía un poco el culo, y tenía más marcas en el cuerpo de las que podía contar.

— ¿Dónde estabas? —. Jasper apareció por el pasillo cuando el chico iba caminando a su cuarto. Se sorprendió, casi gritando ante la situación. Vio al hombre con el ceño fruncido, los brazos cruzados en el pecho, y una mirada paternal que no le quedaba a alguien tan joven.

—Con amigos.

—Tú no tienes amigos.

—Gracias—. Resopló con sarcasmo, dando la vuelta para irse a su cuarto.

—Apestas a alfa—. Se quedó estático. Era beta, imposible que notara el olor—. Si hasta para mí eso es claro, no imagino para otros. Toma una ducha—. Giró, encontrándose nuevamente con la mirada fija del esposo de su hermana. Alzó la manga de su saco, olfateando esta. Sí, olía a Ray, demasiado. Tal vez estaba acostumbrado, o mareado, por lo que no sintió con tal fuerza el olor.

—No le digas a Piper—. Murmuró. Ya no podía negarlo.

— ¿Por qué lo haría? Es tu vida privada. Pero deberías avisar al menos que no vas a llegar, estuvimos preocupados.

—Lo siento—. Jasper suspiró. Vio como intentaba acercarse a darle un abrazo, pero se detuvo a mitad del camino, retrocediendo—. ¿Pasa algo?

—En serio, báñate. No puedo creer que no lo sientas, parece que todo tu cuerpo huele a 'propiedad' de ese alfa—. Aparentemente no sabía quién era, y eso lo alivio.

Al llegar a su cuarto, se quitó de inmediato la ropa, y, tal cual decía su cuñado, olía demasiado a Ray. Le gustó, las feromonas del prime eran poderosas, y no pudo evitar querer revolcarse encima de su ropa para sentir aún más el olor que se apoderaba de su cuarto.

Pero no lo hizo, vivía con su familia, y bien o mal, ellos no serían capaces de entender lo que se sentía tener el olor de un poderoso alfa en todo él. El mareo, la excitación, las ganas de que sus colmillos cruzaran la piel del otro para dejar una marca de por vida.

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—Felicidades a todos—. El dueño del teatro los estaba alardeando después de una función con teatro lleno. Todos aplaudían, esperando que ese minuto de gloria no se desviara en ningún momento—. Hemos estado arrasando estos días—. Y eso seguramente se debía a que muchos ricos del pueblo estaban yendo al teatro, eran los únicos que admiraban ese arte.

Henry se sentía aliviado, y se encontró hablando con otro chico omega, del cual, en los meses que llevaba allí, no había ni sabido el nombre. El chico, Jacob, ese día había protagonizado, y estaba más que feliz, pues había empezado apenas hace un mes y por fin tenía un papel relevante.

— ¿Irán a beber? —. Les preguntó uno de los betas que actuaban al igual que ellos, cuando ambos iban a los camerinos alejados de los pocos alfas, casi nulos, que habían entre el elenco.

—Oh, yo sí creo. Me gustaría convivir. ¿Y a ti, Henry? —. Jacob era de cabello rubio similar al oro, y ojos verdes y afilados. Era un poco más alto que él, y su voz era suave; con cuerpo un poco más grueso que el propio, y una sonrisa amigable que siempre encantaba a los otros integrantes. Parecía ser bastante agradable, y por ello eligió acercarse.

A un imposible. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora