1 Llegada a Black Valley

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¡Hola a todos! Aquí Coco, quien volvió a ser una omega en Wattpad :'D pero que no está dispuesta a renunciar a la manada. Vengo para aullarle a la luna esta noche, y como el regreso de esta historia fue tan anhelado... bueno, no los demoro más. Ya saben qué hacer... *u*

Posdata: ¡Gracias por seguir aquí conmigo!

*

El crujir de los huesos entre mis dientes, el sabor de la sangre caliente... aunque solo sean los restos de la presa de hoy, no puedo evitar sentirme pleno alimentándome de esta forma. Es tan satisfactorio. ¿Por qué dejé de hacerlo? 

Ah, ya recordé: por ella. De pronto el sabor en mi boca me parece nauseabundo, y me alejo sin terminar mi bocado.

—¡Meliodas! —Escucho a mi mejor amigo llamándome en medio de la noche. No ha usado palabras, solo un aullido, y yo me debato entre hacerle caso o no. Después de todo, es mi alfa. Lo siento mucho.

Al final, decido ignorarlo. Sé que lo hace por mí bien, insiste en que salga con la manada e intente cazar otra vez, pero creo que a estas alturas ambos debemos aceptar la verdad. Por mucho que nos duela admitirlo, ahora soy el omega.

*

Elizabeth miraba por la ventana del autobús, disfrutando del paisaje boscoso que se extendía ante ella. Hacía frío, estaba agotada del largo viaje, y necesitaba urgentemente algo para comer. Aun así, nunca se había sentido tan feliz. Desde que su tía Merlín la había invitado a mudarse con ella al tranquilo pueblo de Black Valley, no había dejado de soñar con ese momento. Y es que siempre se había sentido una extraña en su propia ciudad: demasiado grande, demasiado ruidosa, todo se hacía demasiado aprisa. Esperaba que en aquel pueblo tan alejado de todo por fin pudiera encontrar la paz que tanto había buscado. Se llevó la mano al pecho y comenzó a acariciar el collar que su padre le había regalado antes de irse.

No te lo quites, Ellie. No te lo vayas a quitar por ningún motivo. —Le dijo eso como un mantra, como una bendición; aún conservaba la cálida sensación de sus brazos alrededor de ella cuando fue a despedirla.

Le parecía increíble que en verdad no tuvieran parentesco sanguíneo. Enterarse de que era adoptada había sido todo un shock, por lo que pensó que el cambio de ambiente también la ayudaría a pensar. Lo amaba, de eso no tenía duda. Sin importar lo que dijeran, su familia siempre serían él y sus hermanas. Pero ahora estaba por comenzar el último año de preparatoria, y era el momento perfecto para decidir quién quería ser, iniciando desde cero.

*

—¡Wow! Es increíble...

—¡Shhh!

—Lo siento mucho.

Elizabeth simplemente no pudo resistirse. Una vez que terminó de devorar su bagel y su café doble en la estación, decidió ir a la famosa biblioteca municipal antes de ir a casa de su tía. Era enorme, la colección de literatura la había dejado sin palabras, y conociéndose a sí misma, probablemente ese se volvería su lugar favorito de ahí en adelante. Se paseó distraídamente entre estantes y sillas, disfrutando del silencio y calidez del lugar.

Súbitamente, algo captó su atención de una forma tan intensa que erizó su piel y la hizo contener el aire unos segundos. Había un muchacho leyendo en una de las mesas. Y era el hombre más guapo que había visto en su vida. Pelo rubio y desordenado. Un cuerpo delgado, fuerte y elegante, forrado por completo de negro. Pero lo que más le impactó fueron sus ojos, de un verde esmeralda y brillante. Sus gafas cuadradas estaban casi en la punta de su nariz.

De pronto él también se puso en alerta y fue alzando el rostro mientras los ojos se le abrían como platos. Se quitó los lentes, volteando de un lado para otro como buscando algo, y Elizabeth tuvo que preguntarse si habría notado lo mucho que lo estaba observando. Entonces sus miradas se encontraron.

Fue como si viviera el momento a cámara lenta, incluso sintió que sus latidos se detenían, como intentando sincronizar con los del chico. Él entreabrió los labios formando una pequeña "o", y a ella le entraron unas ganas tremendas de besarlo. Luego él inhaló profundamente... y todos los sueños de la ojiazul se hicieron añicos.

El joven hizo una expresión de asco, se tapó la nariz con la manga del suéter, y se dirigió a la salida con paso firme, ignorándola por completo. Una de las cosas que Elizabeth más odiaba de ser albina era que, cuando estaba avergonzada, su piel subía de tono hasta tener el color de una frambuesa. Estaba segura de tener cara de fruta en ese momento.

*

Elizabeth llegó completamente agotada ante la puerta de su tía, y aunque se había enamorado de la casa nada más verla, no pudo alegrarse del todo después de lo que acababa de pasar. Todo el camino había estado oliendo su ropa y pelo, muy segura de que su aroma en realidad no era tan malo; a lo mucho olía a bagel, ¡si solo había pasado un día desde que se bañó! Aun así, aquel chico hizo una expresión como si hubiera pasado junto al bote de basura. Suspiro resignada, decidida a cambiar de actitud y enfrentar todo con una sonrisa. Sacó las llaves que le habían dado, y entró.

Fue recibida por el delicioso aroma de pay de manzana casero, y no pudo evitar sonreír ante la perspectiva de tomar una buena taza de té con aquel delicioso postre. Pero no había nadie allí para ofrecerlo.

—¿Hola? ¿Tía? —Dejó sus maletas en los sillones de la enorme sala, que hasta chimenea tenía, y siguió su nariz hasta la isla de la cocina. Cómo había supuesto, ahí estaba el pay, pero en vez de encontrarse con la astuta y bella sonrisa de la hermana de su padre, lo que vio fue una nota sobre la mesa.

—Bienvenida a Black Valley, cariño. He tenido que salir por una emergencia, pero no te preocupes, no tardaré. Deja enfriar el pay y pon un poco de té. Y otro favor: va a venir un inquilino a la casa, solo recíbelo.

¿Inquilino? Elizabeth no sabía que había la posibilidad de tener que compartir habitación. Pero no importaba, ella igual estaba muy feliz de estar ahí. Llenó una tetera que puso en la estufa a llama baja, y tras calentarse un poco las manos, decidió explorar la casa. Era enorme y espaciosa, con suelos de madera, molduras, y un suave color crema en las paredes. Ella no supo definir el estilo, era algo a medio camino entre departamento moderno y casa de la época colonial. El aroma a libertad y manzana era indescriptible. Estaba a punto de ponerse a bailar de alegría cuando escuchó un golpe en el piso de arriba.

Tranquila, tranquila Tonteli —Se regañó a sí misma—. Si mal no recuerdo, tía Merlín tiene un gato... debe ser el gato, ¿no? —Como no estaba convencida, hizo lo que le pareció más sensato: tomó uno de los enormes almanaques médicos del librero, y subió las escaleras decidida a usarlo como arma. El piso superior también era lindo, y de una de las habitaciones del fondo salía una cálida luz amarilla que proyectaba una sombra en el piso. Agarró el libro con más fuerza, caminó hasta el marco de la puerta, y dio un vistazo a la habitación abierta. Se quedó helada al ver quién era.

—¿Qué haces aquí? —Con el ceño fruncido y su maleta en la mano, estaba el chico de la biblioteca.

*

Cortito pero bonito. Parece que hemos vuelto <3 Eso sería todo por ahora cocoamigos ^u^ Muchas gracias por volver a darme la oportunidad, los amo, ¡y esperen nuevas noticias de esta historia muy pronto!  

OMEGAWhere stories live. Discover now