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Las cosas han sido difíciles, Ruggero se enojó mucho. Según él fue porque yo no confié en él, pero vamos, nos conocemos y reconozco perfectamente que ese enojo no es enojo en su totalidad. Es miedo, angustia y tristeza.

Sé que le atormenta la idea de no tener un hijo y sobre todo, de presionarme y provocarme una mala reacción o provocar peleas entre nosotros. Básicamente, estamos caminando sobre un delgado y delicado hilo.

Esta mierda me va a superar, de eso estoy segura.

—Buenos días.

Él entra a la cocina sacándome de mis pensamientos, sonrío y él pasa de largo hacia la nevera tomando una botella de agua. Toma sus llaves y se marcha dejándome sola y sumida en una increíble tristeza.

Él no está para nada bien, no estamos atravesando un buen momento y evidentemente tengo miedo. ¿Qué se supone que vamos a hacer?

No sé qué va a pasar más tarde, o mañana o pasado, y eso me atormenta porque yo siempre sé lo que pasa con Ruggero. Tengo miedo del futuro de nuestra relación.

Espero pacientemente el sonido de la puerta cerrarse dándome a entender que por fin se fue, pero no, no lo hace, y eso me atormenta todavía más. Prefiero que se vaya a que se quede y nos cause dolor a ambos.

Suspiro profundo dejándome caer contra el respaldar de la silla. Tomo una profunda respiración. Maldita vida.

Ya sé que dije que odiaba a los niños, pero no había por qué quitarme la posibilidad de ser madre. Hubiese podido ser una gran madre.

El timbre suena, me pongo de pie y camino hacia ella. Veo a Ruggero bajar de las habitaciones. Aprieto los labios llevando mi mano a la puerta. Y al abrirla, veo a la mismísima Alisson sosteniendo una carpeta en manos.

Mi mirada la escanea, tiene un vestido corto, demasiado corto y escotado. Cabello recogido dejando ver un precioso collar de diamantes y su perfume es demasiado exagerado, me marea.

Suspiro profundo.

—Buenos días. —saluda sonriente y mira a mis espaldas.— Hola, Ruggerito bebé. ¿Nos vamos?

—Espera un momento.

—Claro, guapo.

Sonrío tensa, me alejo de la puerta y camino hacia la sala buscando mis cosas. Julieta dijo que pasaría por mí y eso es mil veces mejor a quedarme viendo como esta mujer le coquetea a mi prometido en mi cara.

Ha sido así siempre, ¿por qué tengo que sorprenderme tanto?

Camino hacia la cocina tomando una manzana y mis gomitas del alacena, y cuando veo a Ruggero entrar de nuevo, evado su mirada.

—Tenemos que organizar una presentación. —dice justificando la presencia de ella. Me encojo de hombros.

—Todo bien, Ruggerito bebé. —sonrío caminando a la salida.— Deberías ir y no dejarla esperando, guapo.

Escucho su risa, ruedo los ojos y pretendo alejarme pero sostiene mi mano con fuerza y termina acorralándome contra la encimera y su cuerpo. Mis manos se mantienen sobre su pecho y suspiro profundo.

—¿Hasta cuándo vamos a seguir así, eh?

—No sé. —tengo que admitir.— Eres tú quien me atormenta, quién se mantiene tan silencioso y enojado. Pero ojalá entendieras que no es mi culpa.

—No te estoy echando la culpa. —asegura y sus labios van a parar a mi frente.— Intento mantenerme alejado hasta que aclares tu mente.

—Pero yo no quiero que te mantengas alejado. 

Just A... ¿Déjá Vu?Where stories live. Discover now