Epílogo

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Nueve años después

Cicatrices.

Depositó un suave beso en aquella fina línea blanquecina que cruzaba horizontalmente parte de su pecho, en el lado opuesto al corazón. Acarició su espalda desnuda, paseando por la piel de su pecho libremente, con los ojos cerrados; envolvió en humedad uno de sus pezones, lamiendo con cuidado, haciendo pequeños círculos. Sentía cómo el chico se estremecía, sus manos aferradas a él, subido a horcajadas sobre su regazo. Unos dedos juguetearon con la cadena del colgante, miró hacia arriba.

Un par de ojos azules lo observaban. Mejillas teñidas de tierno rosado, suave pelo negro completamente despeinado y salvaje, tanto como sus finos labios de fresa. Y más cicatrices, su novio le tomaba de la mano y besaba su dorso con cariño, desviando su boca en pequeños y delicados toques hacia las numerosas marcas de autolesión.

Se mordió el labio inferior con fuerza y apartó la mirada, con el calor acumulándose en su rostro. Su cuerpo ardía, a pesar de que la mayoría de prendas estaba en el suelo y las sábanas cubriendo la mitad de sus piernas. Suspiró, escondiéndose en su pecho y volviendo a acariciar su espalda con cariño. Acunado por los latidos de su corazón, comenzó a notar cómo comenzaba a moverse sobre él con disimulo.

Rodeó su cuello y jadeó en sus labios, alzando la cabeza. Un par de gemidos se escaparon de sus bocas empapadas en miel y bálsamo, explorándose con ansia adolescente.

Hasta que la puerta se abrió de golpe, chocando con violencia contra la pared.

—¡Joder, papá! —Gritó Megumi, abrazando a Itadori con fuerza para que no viera que apenas estaba vestido. —¿¡Es que no puedes respetar mi puta intimidad!?

Toji Fushiguro frunció el ceño, echándole un vistazo para nada pacífico o calmado al ambiente caldeado. Su hijo, completamente rojo, sentado sobre el crío pedante que siempre le metía la lengua hasta la tráquea, y la ropa de los pijamas en el suelo. Chasqueó la lengua, visiblemente molesto, observando cómo se tapaban con torpeza, el chiquillo —ya de diecinueve años— soltando insultos e improperios por lo alto.

—Mi puta casa, mis putas puertas. —Soltó, dejando la carta que sostenía sobre la cómoda que había a uno de los lados de la cama. Hacía tiempo que la habitación había sido remodelada con nuevos muebles, paredes azules, un escritorio más grande. —Aquí están tus análisis, todo está en orden, aunque necesitas hierro, así que te he comprado unas...

—¡Fuera, joder! —Chilló, haciendo aspavientos con la mano. El hombre alzó una ceja, probablemente irritado por el tono que había usado con él. —Luego los miraré, pero, ¿puedes irte? —Sintió a su novio revolviéndose en su pecho y lo soltó, dándose cuenta de que lo había estado ahogando contra su piel. Susurró una disculpa, lo quería mucho. —Por favor...

Genial, cuando su padre salió de la habitación y cerró la puerta, el calor ya había abandonado su organismo. El susto le había bajado hasta la jodida erección. Gruñó por lo bajo, dejándose caer entre las piernas de Itadori, apoyando la cabeza sobre su torso marcado, lleno de apetecibles abdominales.

Se quedaron en silencio, escuchando pasos alejándose hasta cualquier lugar del apartamento. Sólo cuando supieron que el hombre estaba lejos, pudieron relajarse un poco.

—Venga, no pasa nada. —Su pareja acarició su pelo de azabache, disfrutando de tenerlo abrazado a su cuerpo de aquella forma. Cambiaron de postura, el uno junto al otro, cara a cara. Sostuvo sus manos con ternura, hundiéndose en el mar de sus ojos. —Te quiero mucho, mi Gominola.

—Yuuji... —Susurró aquel nombre como si fuera lo más preciado que tenía en aquel mundo. Se deslizó entre sus brazos, besando su cuello con suavidad, bajando por sus hombros y dando un mordisco juguetón al azúcar de su piel. Sus piernas desnudas se rozaban, se tocaban, metió una de las suyas entre las ajenas, acomodándose. —Yo también te quiero mucho, estoy muy orgulloso de tus dos meses.

Love of my life || TojiSatoWhere stories live. Discover now