I

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La mañana soleada y calurosa, daba indicio a que sería un día de verano extraordinario, perfecto para salir a jugar en el gran jardín del palacio, el cual contaba con grandes espacios de pastos verdes cuidadosamente cortados para que todo se viera deslumbrante, pues la familia real deseaba dar ese aire. El chico rubio se levantó con los rayos del sol, dió un par de vueltas sobre su cama y, con el cabello aún alborotado y el reciente dormir haciéndole todavía presencia en el rostro, muy emocionado fue a escoger su ropa para salí a jugar; se vistió veloz, manera de la cual también bajó las largas escaleras que lo conducirían al lujoso comedor donde estaban ya sus padres, desayunando.

— Bueno días Roger — saludó su madre de manera recta pero a la vez un tanto dulce, observándolo correr y oyendo los rápidos pasos del menor hacia la puerta de salida. Mientras su padre hablaba con los de la servidumbre, era un hombre al que el control lo superaba, todo debía hacerse como él lo dictara.

— Hola mamá — correspondió de lejos a penas mirándola, estaba listo para salir, la ansiedad lo apresuraba.

— ¿A dónde? — preguntó curiosa, intentando descubrir lo que su hijo se traía entre manos.

— Solo a jugar al jardín — respondió el pequeño príncipe de tan solo 8 años, con una expresión de inocencia mezclada con impaciencia.

— 20 minutos y debes entrar — exigió la mujer, sin dejar espacio a algun tipo de negación.

El pequeño sabía que no podía interponerse por mucho que le gustara jugar afuera, si fuese por él viviría jugueteando entre los árboles y cazando mariposas, pero tenía "responsabilidades" Las cuales sus padres ya le inculcaban a pesar de su corta edad — Claro que si mamá — no esperó más y ansioso salió a jugar al patio que tanto le encantaba, intentando perder el menor tiempo posible para sacarle el jugo a esos escasos 20 minutos.

Corrió por el césped del jardín que permanecia religiosamente a una altura de un centímetro y medio, el olor a pasto se hizo espacio en la naricita del chiquillo que lo disfrutó, pudo deducir gracias a esto que habían regado recientemente, todo se mantenía húmedo; se detuvo un segundo y miró al rededor en una vista periférica; el terreno era enorme.

Sin más que calcular continuó su camino. El pequeño príncipe amaba esconderse en el bosque del fondo, explorar los secretos que ese lugar escondía, se sentía tan a gusto, el lugar era tan hechizante y fresco, no podía evitar sentirse enamorado de aquel bosquecillo.

Estaba armando una pequeña casa allí, lo hacía desde hace mucho tiempo, pero jamás logró terminarla, no se le daba muy bien la construcción e ingeniería... A pesar de esto, no se rendía y siempre que tenía unos minutos para despejarse, concurría a la pequeña choza para dedicarle todo su esfuerzo.

Continuó caminando por el gran jardín imaginándose que montaba un gran caballo blanco de un porte imponente, y que se convertía en rey, que llevaba un traje costoso diseñado exclusivamente para él, que portaba una corona y en su cintura reposaba una gran espada con incrustaciones de piedras preciosas; ese era su más grande sueño. Crecer y ser un rey como su padre.

Seguía en su mundo, fantaseando con el poder de su fantástica imaginación, hasta que un ruido en las grandes rejas del castillo, captó su atención, lo distrajo por completo obligándolo a salir de sus sueños para centrarse en lo que fuese que provocara ese sonido.

Corrió hacia allí, consumido por la curiosidad y la esperanza latente de encontrar algo nuevo, algo que lo sorprendiera. Era un niño al que le fascinaban las cosas nuevas.

Al aproximarse al espacio del cual provenía el ruido, disminuyó inconscientemente el paso, encontrándose a lo lejos con lo que pudo deducir, eran un par de niños campesinos que jugaban a correrse entre sí. Se veía tan divertido, ellos se sentían tan... Libres. Roger jamás tuvo un hermano o algún amigo con quién pudiera jugar, sus padres jamas dieron atención a sus jugueteos dignos de un chiquillo de su edad, así que la emoción lo consumió de manera rápida y no espero más para decidir acercarse.

El príncipe TaylorWhere stories live. Discover now