XVI

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— ¡Harnold! — gimió el nombre de su asistente mientras este arremetía contra ella a gran velocidad, manteniendo un ritmo brutal.

Dominique rodeaba el cuello del pelirojo con fuerza, pegandolo lo más que podía, lo más que aquella posición les permitía, mientras cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás, con el cabello pegado en el cuello debido a la transpiración. El hombre por su parte solo proseguía en silencio, sus ojos estaban cerrados, toda su concentración iba hacia sus caderas y así moverse con más rapidez para alcanzar el ansiado orgasmo lo más veloz posible, ya que el riesgo de ser descubiertos los obligaba a acelerar sus asuntos.

Las estocadas se volvieron más violentas, provocando que las uñas de la mujer se clavaran en la espalda de su asistente, que le colaba las manos por entre la camisa a medio quitar, marcandolo con fuertes líneas rojizas apasionadas.

La mesa, por más maciza que se viera, se sacudía con violencia, las cosas que estaban sobre ella se movían por la vibración provocando que algunas calleran al suelo, pero ninguno de los dos se percataron de aquello.

Dominique rodeó la cintura de Harnold con sus piernas temblorosas. Su cuerpo estaba experimentando cosas que no había sentido nunca hasta ese momento, sus gritos lo reflejaban muy bien.

Los cosquilleos se hicieron presentes en ambos cuerpos y sólo bastaron unas estocadas más para que alcanzaran el climax.
Los dos se mantuvieron juntos por unos segundos, en la misma posición, intententando recuperar el aliento.

Harnold se alejó cuando logró regular el aire y comenzó a vestirse nuevamente. Dominique aún seguía procesando todo lo que había pasado, sus piernas aún temblaban, su cuerpo aún tenía espasmos, se sostenía como podía, con los brazos hacia atrás apoyados en la mesa, y las piernas colgaban hacia delante, moviéndose frenéticas, pero levemente.

El asistente se dirigió a la puerta cuando terminó de vestirse, pero fue detenido por la morena.

— Harnold... espera.

El pelirojo se detuvo y volteó hacia ella.

— ¿Que sucede? — preguntó con su característico seriedad y distancia en su tono de voz.

— Necesito que me hagas un favor — bajó del escritorio y buscó su ropa interior para luego ponérsela.

Harnold la miraba esperando lo que tenía para decirle.

— Roger cada vez está más alejado de mí... pero más cercano a John — la preocupación se denotaba en su voz, aunque ella intentase ocultarlo.

El hombre alzó la ceja, iba deduciendo el camino de ese asunto.

Se acerca caminando firmemente, sin quitarle la mirada de los ojos al de pelo de bronce, posó su mano en el hombro de su asistente y dijo sin titubear:

— Necesito que averigües que pasa entre ellos.

|...|

Brian escribía en un papel sobre una mesa de la cocina. El lugar estaba vacío, excelente para su concentración. Trazaba hermosas letras sobre ese papel, formando palabras que solo podía expresar de esa forma. Una sutil sonrisa apareció en su rostro por la satisfacción de poder poner todo aquello en palabras. Sentía que todo fluía con tanta naturalidad, que si se esforzara por hacerlo, no sería lo mismo.

— ¡Brian! — Jeffrey entró en la cocina.

El joven rizado guardó rápidamente el papel y el lápiz, metiéndolos en su bolsillo, arrugado la hoja sin querer.

— ¡Jeff! — tomó una postura recta con velocidad.

— ¿Estás muy ocupado? — observó la mano con la que había guardado las cosas que ahora se encontraban en el bolsillo de su pantalón.

El príncipe TaylorWhere stories live. Discover now