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Seokjin había estado temeroso el primer día de clases en su nueva escuela. Apretaba las asas de su mochila entre sus dedos mientras caminaba hasta lo que sería su salón de clases.

Sus pasos eran inseguros y temblorosos. Seokjin siempre había sido introvertido y con poca afinación por la sociabilidad. Conseguir amigos en Los Ángeles le había costado los cinco años que tenía estudiando y todo fue en vano.

Si bien es cierto, sus amigos en EEUU le habían prometido seguir en contacto, él era un poco más realista y sabía que eso sería improbable.

Ninguno de sus amigos tenía acceso libre al internet y si lo tuvieran, probablemente estarían buscando pornografía en lugar de intentar comunicarse con él.

Además estaba la diferencia horaria, mientras aquí en Seúl, era de día, allá en su lugar de nacimiento era de noche. Le ganaba por varias horas de adelanto y prácticamente vivía en el futuro para sus amigos.

No quería tener pensamientos negativos, sus padres siempre lo impulsaban a actuar y pensar con positividad y optimismo para sentirse mejor, pero a Seokjin aún le costaba mucho aceptar vivir así.

Sabía que se acercaba a los salones de clases cuando escuchó un montón de bulla detrás de las puertas en el largo pasillo. Un escalofríos recorrió su espalda al predecir que ya habrían varias personas dentro.

La puerta amarilla cerrada frente a él se sentía de pronto tan pesada y lejana. Seokjin tenía miedo de tocarla.

Pensó seriamente en darse la vuelta y regresar a casa. Sus padres podrían optar por una educación en casa, muchos niños han crecido completamente bien con ello y son personas bastante inteligentes.

Estuvo bastante cerca de autoconvencerse cuando la puerta frente a él se abrió de pronto, casi asustandolo y humillando su entrada. Una señora de mediana edad, cabello rojo rizado y lentes gruesos circulares sobre su nariz, lo miraba con una ceja alzada y un gesto presumido.

—¿Eres el niño nuevo?— dijo en un perfecto coreano, aunque Seokjin solo entendió las palabras niño y nuevo.

Asintió con temor, no quería hablar y aunque quisiera, estaba seguro de no poder encontrar su voz.

Había practicado con su madre, su presentación en coreano y tenía miedo de fallar frente a sus compañeros y ser luego el gran objeto de burlas durante el resto del año escolar.

La señora lo dejó entrar y luego se vio lleno de miradas curiosas en su dirección, todos niños y niñas de su misma edad probablemente, escudriñandolo con sus ojos y observando cada movimiento que Seokjin hacia.

—Niños, él es Seokjin su nuevo compañero de clases. Ha sido trasladado desde Los Ángeles, Estados Unidos, así que sean pacientes con él. — Seokjin paso saliva esperando no tener que decir nada más, hasta que la profesora lo empujó ligeramente del hombro — Preséntate niño.

Seokjin avanzó dos diminutos pasos y trató de recordar lo que había practicado incansablemente con su mamá el día anterior.

Pero los recuerdos parecían dispersos y mientras más miradas ansiosas se dirigían a su persona, más profundo en su cabeza, se escondían esas frases en coreano que él había repasado con tanto esmero.

—¿Qué le pasa, no sabe hablar? — dijo un niño, levantando la mano.

—¿Es mudo, profesora? — preguntó otro en el aula, la profesora negó y luego empezó a golpear el piso con su zapato de tacón. El sonido se asemejaba a las agujas del reloj y hacia eco en sus oídos, aumentando la presión.

—¿Por qué no dice nada? — murmuraron en una de las esquinas del aula, Seokjin sentía el sudor correr por su frente, iba a ser el ridículo de la clase.

My Home - Jintae/TaejinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora