Capítulo V. "Incluso los icebergs lloran"

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“Todos se equivocan, incluso la misma muerte…”

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“Todos se equivocan, incluso la misma muerte…”

Los dulces rayos de sol, las hojas secas de los árboles junto al refrescante aire hacen una mezcla de sonidos milagrosos, aunque al parecer la muerte no piensa lo mismo

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Los dulces rayos de sol, las hojas secas de los árboles junto al refrescante aire hacen una mezcla de sonidos milagrosos, aunque al parecer la muerte no piensa lo mismo.

Se la ve mirando por la ventana cm sus grandes esferas rojas achinadas por la claridad que desprende el sol.

Se aleja de esta y revisa su blog de notas una última vez antes de la llegada del nuevo visitante.

Suena la campana de al lado de la puerta, han llamado, al menos se sabe que es alguien con modales.

Shin, se acerca lento, no quiere tener mucho que ver con el sol.

—Hola, An —recibe a la pelinegra de ojos grises con una sonrisa honesta, la cual no es devuelta ya que la invitada frunce el ceño—. ¿Pasa algo?

—¿Quién eres? —se le nota precavida, ha retrocedido un paso y los músculos se han tensados— No te conozco.

—Oh, verdad, lo siento, déjame presentarme. Soy Anika Belliow, tu madre —con la mirada confusa, Anises no sabe cómo reaccionar—. Ven, pasa, sentémonos —la invita a entrar con la mano y asiente lentamente.

La parca se sienta en su butaca, su trono, mientras que su contraria lo hace, pero en la esquina de la cama.

—Debes estar muy sorprendida de verme —iba a continuar hablando, pero detiene a la muerte alzando la mano para que se detenga.

—Si estoy hablando con la verdadera tú, solo quiero que me digas una cosa para confirmar mi teoría —habla de manera fría, calculadora, analizando la situación y shinigami asiente, dando puerta abierta a la pregunta—. Si eres mi madre, necesito que me digas cuál es el segundo nombre que me pusiste.

—Que consté que no te lo puse yo, fue tu padre —se había esperado esta pregunta desde que leyó el perfil de Anises, por lo cual se puso a mirarla de pies a cabeza mientras hablaba—. Ya sabíamos que mi parto iba a ser riesgoso, por lo cual decidimos el nombre desde antes y él se empeñó en ponerte de segundo nombre Anika para por si me pasaba algo, nunca lo olvidaras —cabello corto y negro, piel blanca sin llegar a ser pálida, curvas envidiables, pero no exageradas, una A plateada colgando del cuello, labios carnosos, abundantes cejas, largas pestañas y unos ojos grises.. ¿Llorosos? —¿An? ¿Mi niña? ¿Qué te pasa? —se le acerca y le toma el rostro con ambas manos de manera delicada.

—Es que —hipea y absorbe el hilo de mocos que cae de su nariz— no puedo creer que por primera vez —otro hipo junto a un brinquito— te puedo ver, mamá —la abrazó fuertemente, sin llegar a siquiera pensar en asfixiarla.
Solo bastó eso para que la muerte se sintiera triste; por la vida que ha pasado Anises, por lo que tuvo que aguantar, porque a pesar de eso nunca dejó de amar a su familia a pesar de todo.

Pero no sólo eso, se sintió triste porque Shin desearía siquiera saber que es vivir. Además de culpable; culpable porque no era de verdad su mamá.

—Pero, si eres mi mamá y tú estás muerta, se supone que yo también —mira a su alrededor, pero se le nota confundida—. ¿Dónde estamos?

—Mi pequeña An, esto, es la casa de la muerte —agacha la cabeza, avergonzada, no sabe cómo decirle la verdad.

Maldita muerte, no deberías tener sentimientos, pero vamos hasta donde llegas.

—¿La morada de la muerte? —arquea una ceja y se aleja— Pero entonces debería estar cerca la muerte, pero no más veo. ¿Deberíamos huir?

—Escucha, de la muerte no hay que tener miedo y sé que eres una chica analítica así que solo necesito una cosa —le brinda un pañuelo para que se limpiara las lágrimas del rostro—. Yo —va cambiando su presencia, mostrando su verdadero rostro, siniestro, con ese aire oscuro, los ojos rojo sangre y su vieja capa negra— soy la muerte.

No hay reacción, simplemente silencio, ni una movida de ojos a otro lado, nada.

—¿Anises? —mueve lentamente la mano por delante de sus ojos hasta que esta la mira a los ojos y por alguna razón, la parca se siente intimidada.

¿Intimidada? ¿La muerte? Malditos bugs.

—Entiendo que utilices la apariencia de otras personas para que no les tome de sopetón lo del lugar, de su muerte y de ti, pero —se levanta y se coloca directamente frente a Shin a pesar de que este le saca una cabeza de alto—... ¿No crees que es muy cruel de tu parte? —tuerce la cabeza un poco, incriminando a su compañero— Jugar con los sentimientos de los demás, ilusionarlos, para luego hacer trizas esas esperanzas en un margen descomunalmente corto.

—Lo siento —baja la cabeza, humillada—. Pero es lo único que sé hacer, para eso he sido creada.

—¿Creada?

—Olvídalo, no lo entenderías. O, mejor dicho, no me dejan hacer que lo entiendas.

Sin dar más pie a la conversación, le da la espalda, entristecido y humillado, pero debe terminar su trabajo. Se sienta en su asiento y aparece la palanca, la hala, pero antes de irse, Belliow decide dar unas últimas palabras.

—Eres un cobarde si dejas que los demás te digan cómo ser, qué hacer y cuándo hacerlo. Me alegro de que no seas mi madre.

Dejó la bomba caer y la cuenta atrás ha empezado.

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Enamorados de la Muerte [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora