Capítulo 2

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Cyara mordisqueó su labio inferior indecisa, si estuviera en sus cinco sentidos probablemente diría que esto se trataba de una locura, pero el alcohol en sus venas le hacía ponerse más sincera consigo misma y con lo que deseaba.

Y a Freya la deseaba.

Independientemente de si era una mujer, ella se había puesto cachonda con los besos que le daba, sabía que cualquier cosa con ella resultaría caliente.

—Tú ganas, llévame a tu casa y haz que no me arrepienta de la decisión que estoy tomando.— dijo alzando sus cejas.

Freya sonrió de oreja a oreja con solo escuchar las palabras de la rubia, pareciera que Dios había escuchado sus plegarias.

—Nena, créeme que harás de todo menos arrepentirte.— aseguró guiñándole un ojo.

Tomó su mano para guiarla fuera del lugar, su casa se encontraba relativamente cerca pues llegarían en menos de veinte minutos en coche. Que sonora una canción de Michel Morrone no ayudaba en nada al estado de Cyara, la voz de ese hombre era porno auditivo para ella, lo que hizo que se removiera incómoda en el asiento. Era más que consciente que sus bragas se encontraban empapadas y todo a consecuencia de la morena que conducía con la vista al frente, pero que no le había pasado por desapercibido el movimiento de la joven.

—Ya estamos aquí.— le informó cuando detuvo el coche frente a su casa.

Ambas salieron para caminar hasta la entrada de la casa, las dos repararon en el cielo por instinto: la oscuridad lo envolvía dándole un toque de misterio al paisaje frente a sus ojos.

—No hay estrellas esta noche, es una pena.— opinó Freya mientras se dedicaba a abrir la puerta de su casa.

—Esta noche las que brillamos somos nosotras.— dijo Cyara con una sonrisa divertida en los labios.

Freya compartió con ella una mirada cómplice y, tras encender las luces, la llevó consigo al segundo piso. Específicamente a su habitación.

A la rubia no le dio tiempo a reparar en el lugar y, sinceramente, tampoco es que le importa demasiado. Los besos de la morena la envolvían hasta el punto de no querer recordar su propio nombre, era suficiente con centrarse en lo deliciosos que se sentían sus labios.

Cumplió con la promesa de arrancar el vestido que tenía ceñido al cuerpo y de acariciar con sus manos cada milímetro de su suave piel.

—Nena, mírame.— pidió en el momento que le deslizaba las bragas por las piernas hasta finalmente quitárselas.

—¿Qué vas a hacer?— cuestionó curiosa, sus ojos verdes brillaban con la lujuria del momento y eso fue suficiente para que Freya se calentara más.

—Voy a sabotearte...— susurró, su cálido aliento chocó con la piel de la rubia y le hizo soltar un placentero suspiro—. Voy a comerte el coño como ningún hombre ha hecho jamás.

Separó sus piernas y se relamió los labios antes de llevar su boca a su centro húmedo.

Había una ventaja en todo esto, por supuesto que la había, una mujer sabía los puntos débiles de otra mujer. Sabía las cosas que más excitaban y que más deliciosas se sentían.

Un hombre necesitaba más de una noche para eso.

Cyara se vio a sí misma enredando sus dedos en el largo cabello de Freya, retorciéndose de placer gracias a su experta lengua y a sus perfectos labios, gimiendo su nombre como probablemente nunca antes había gemido el de nadie.

Freya acaricia el coño de su acompañante con celeridad, la mano de la morena recae en el seno izquierdo de la rubia, comenzando a juguetear con los pezones de ésta.

EllipsismWhere stories live. Discover now