Lundi

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Cuando Shouto se despierta, se sorprende que incluso lo haga antes del despertador. Talla sus ojos, bosteza, se estira, se pasa una mano por el pelo, se queda mirando a la nada por 10 minutos. Lo normal. Luego mira a su esposo que duerme a su lado.

Katsuki yace acostado abrazando una almohada, su mejilla abultada le hace lucir adorable. Sigue durmiendo aun cuando Shouto ya se ha movido un par de veces, lo que significa que está muy cansado. El bicolor le mira unos segundos más antes de levantarse de la cama.

Camina hacia el baño, se arregla y luego sale con dirección al pasillo. Entra a la segunda habitación, sí, aquella que antes funcionaba como un pequeño estudio; ahora las paredes son de color durazno pastel, hay juguetes y peluches por todos lados y una enorme cama con las orillas minuciosamente acolchonadas para que nadie se cayera de ahí.

Echa un vistazo al interior para cerciorarse de que todo esté en orden. Lo está; sus tres cachorros lucen tranquilos mientras duermen. Dos varones, una niña. Dos betas, una alfa. A veces se pregunta cómo es que la que más probabilidades tenía de no sobrevivir haya sido la mayor y también alfa.

Shouto no lo entendía. A medida que el vientre de Katsuki crecía, las complicaciones también lo hicieron. Los dos cachorros varones habían prácticamente acaparado todo el alimento que el rubio les daba, eso ocasionó que la niña no creciera mucho y en parte fuera la más débil. El doctor les dijo que era probable que muriese, dentro del vientre o al nacer.

Katsuki se la pasó triste el resto del embarazo. Incluso en el día del parto, prematuro, como se había predicho. Se desmayó durante el proceso, sin saber nada de sus cachorros. Shouto, por su parte, no pudo ingresar pero estuvo atento en todo momento, e incluso luego se la pasó prácticamente pegado al vidrio que separaba a sus bebés en la incubadora de él.

Después de un par de días, los 3 estaban estables y fuera de peligro. Pudo suspirar aliviado y fue por el omega, que de igual forma ya había despertado y se encontraba recuperándose. Lo habían logrado, tenían una familia, ya no eran solo ellos dos, ahora eran 5.

Todoroki Ichigo.

Todoroki Yuki.

Y Todoroki Shouko.

La mayor y alfa, la niña, era prácticamente una copia de Shouto. De ahí su nombre parecido; había nacido mitad y mitad, salvo que al revés. Su lado izquierdo era el blanco con su ojo gris, su lado derecho el rojo con su ojo azul.

Los otros dos, los varones betas, no salieron tan diferentes en apariencia. Yuki tenía el cabello blanco, los ojos azules. Ichigo lo tenía pelirrojo, con los ojos de Katsuki. Al menos el omega agradecía que uno de los niños tuviese algo de él.

El proceso fue sencillo de entender. Gracias a libros sobre maternidad y paternidad pudieron encargarse de los nuevos habitantes. Llantos, cambios de pañales, comida hecha en puré, vómitos, baños, enfermedades. Fue difícil pero nada que dos héroes profesionales no pudiesen manejar.

Ahora los trillizos tenían 3 años y medio. Yuki e Ichigo iban a guardería, Shouko, siendo aún más pequeña y débil que sus hermanos, se quedaba en casa siendo cuidada por su madre, la mayoría del tiempo estando en el nido.

– ¿Ya se han despertado? – Preguntó Katsuki en un susurro mientras entraba en la habitación. Parecía que se acababa de levantar.

– Aun no, siguen dormidos.

– Unos flojos de mierda, se parecen a ti – El bicolor rodó los ojos, y evitó regañarlo por decir groserías. Igual no serviría de nada, Katsuki las seguiría diciendo.

– Lo agradezco, odiaría que fuesen tan ruidosos como tú.

– ¿Qué dijiste, imbécil?

– Shhh, los vas a despertar – El rubio se guardó su enojo ante la insolencia de su esposo de callarlo al ver que los niños comenzaba a moverse.

MonthWhere stories live. Discover now