44: La verdad sale a la luz

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―¿Qué es esto? ―le pregunté al llegar a ese lúgubre lugar―. ¿Es el infierno?

Mala'ikan largó una risotada.

―Créeme que esto es un edén comparado al infierno.

―¿Dónde estamos?

―En mi hogar.

―¿Qué hacemos aquí? Yo creí que...

―¿Qué? ¿Creíste que te llevaría al Cielo, al Infierno o con tu querida y adorada Luna?

―¿Qué pasa, Mala'ikan?

―Pasa que echaste a perder todo. Vez tras vez arruinaste mis planes. Malgasté siglos contigo, qué digo, ¡milenios! Esperaba que al menos ahora, en esta última batalla, me concedieras la victoria.

―¿De qué victoria hablas?

―Te explicaré. ―Se sentó en un sofá gris de tres cuerpos y me hizo sentar en otro similar frente a él―. Cuando Catalina te convirtió, los convirtió ―corrigió― a ti y a tu hermano, hicimos una apuesta. ¿Quién de los dos ganaría? Eran los primeros chupasangres y no sabíamos cómo resultaría, de qué serían capaces. Yo me quedé contigo y te entrené. Ella se quedó con Licurgo. Mientras tú adquirías fuerza y sabiduría, tu hermano se convertía en un feroz monstruo, a él no le importaba aniquilar a quien se le pusiera por delante o a quien Catalina le ordenase matar; no tenía escrúpulos. Tú los tenías a montones.

››Nosotros tú y yo, defendíamos a Abril, Catalina se defendía sola, no necesitaba a nadie para hacerlo.

―Lo de defender a Abril no resultó muy bien ―interrumpí.

―No, aquello era para quebrantar tu espíritu.

―¿Por qué?

―Porque Catalina quería vencerme en este juego.

―¿Esto fue un juego para ti?

―Por supuesto, ya te lo dije una vez, ustedes no son más que un suspiro en el tiempo. Dos, casi tres milenios llevas en este mundo, ¿qué es eso comparado a la eternidad de la Luna? ¿A mí, que estoy aquí desde el principio de los tiempos?

―¿Qué quieres, Mala'ikan? Ya ganaste, ¿qué más quieres? ¿En qué fallé?

Sonrió, se levantó y sirvió dos vasos de un extraño licor, me ofreció uno y no pude rechazar.

―Es que ¿sabes, Medonte? Ahora que terminó el juego ya no estoy tan seguro de querer compartir a Selena.

―Siempre he sabido eso ―mascullé.

―Sí, nunca confiaste en que te dejaría estar con ella.

Las Lunas de Abril IV : Luna eternaWhere stories live. Discover now