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La melodía de alguna canción de Elvis era todo lo que sonaba dentro del auto. Era verano, y la familia había hecho un viaje de 4 horas hasta su nuevo vecindario. A Harrison le habían ofrecido un rango más alto en su puesto de trabajo, que conllevaba un salario más abundante y menos horas laborales, pero claro, nada es gratis en este mundo, todo conlleva algún sacrificio, y este sacrificio fue tener que dejar la ciudad en la que la familia había vivido toda su vida.
Había sido fácil para el, nunca fue un hombre de muchos amigos, para su esposa, Grace, también. El problema mayor fue para Evie, había tenido que dejar prácticamente todo lo que conocía, a sus amigos de toda la vida, la ciudad que tanto amaba, y todo lo que constituía su corta vida, inclusive algo tan molesto para ella como lo era la escuela, iba a tener que cursar su último año en un lugar que no conocía, rodeada de personas que no la conocían a ella.
La joven castaña asomó la cabeza por la ventana del auto, el sol le dió directo en los ojos, haciendo que arrugará su nariz por inercia. El vecindario era bonito, su padre lo había elegido tras haberse comunicado con quién iba a ser su nuevo socio, este le había dicho que la casa frente a la suya estaba en venta, y al ser una zona segura y cerca de su trabajo, Harrison no dudo en comprarla.
Evie debía admitirlo, era una casa bastante imponente. Con una fachada romántica que le aportaba sofisticación, acompañada por bellos balcones de piedra que parecían sacados de algún libro antiguo, claro que nada de eso se comparaba con el patio trasero de la casa. Este estaba bañado en naturaleza, con arbustos y flores por doquier y una piscina antigua en el centro de este, sin embargo, eso no fue lo que atrajo la atención de la adolescente. Había una pequeña medianera de piedra de un metro que separaba su casa con la del vecino, y junto a esta, un roble enorme con un columpio de madera colgando de una de sus ramas. Era un lugar que le daba paz, y Evie decidió que ese columpio iba a ser su lugar.
Luego de ayudar a sus padres a bajar las cajas del camión, se fue a su habitación. Estaba agradecida de que sus padres le hayan dado el cuarto con el balcón que daba al patio trasero, después de haberla arrastrado a otra casa sin su consentimiento, era lo mínimo que podían hacer.
