million little reasons

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Al fin había llegado el día

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Al fin había llegado el día.

Después de tantos años, tantas emociones, ir a cientos de lugares, al fin estaba sucediendo.

Las mesas estaban decoradas de dulces gardenias blancas de aroma suave, y una vajilla del mismo color, las sillas para la ceremonia estaban colocadas en orden y los meseros y organizadores corrían de un lado a otro cuidando hasta el último detalle para esa celebración.

Mientras, en el lugar de las habitaciones, estaban dos jóvenes nerviosos por el siguiente gran paso que darían.

Un pelirrosa que era ayudado por un hombre rubio y de mirada seria, mientras que un pelinegro estaba en una habitación distinta siendo ayudado por su padre.

Megumi sintiendo su corazón en su garganta y el sonido incesante de la sangre bullendo en sus oídos le hacen tensar los músculos, pensando en los cientos de posibilidades de lo que podría salir mal en ese día tan especial, pero la mano del peliblanco lo saca de su mundo de sueños catastróficos.

Sus manos tiemblan y sus labios se abren en una sonrisa suave al ver a la persona que lo toma y lo guía de la mano, como tantos años lo ha venido haciendo.

Sin duda era una de sus anclas más grandes.

Satoru Gojo con un elegante traje azul marino hecho a la medida, le miraba desde aquellas gafas negras en las que el joven con ojos tormenta podía reflejarse y notar el nerviosismo marcado en sus facciones.

– Gummi, no tienes que pensarlo demasiado, va a salir todo perfecto, ¿Si? – dijo con una enorme sonrisa el hombre de ojos cielo.– Tu padre me mataría si permitiera que estuvieras tan nervioso éste día.

La voz de Satoru se torna ligeramente nostálgica y es cuando Megumi también cae en los hilos delgados y tentativos de la nostalgia que invade la habitación. – Seguro estaría regañándonos a ambos por no apresurarnos. – habló en voz baja el joven omega, sonriendo al recuerdo de su padre.

Gojo asiente, dándole la razón a Megumi, formando una sonrisa que tantas veces fue halagada y besada por un alfa pelinegro, pero que ahora tenía que esperar unos largos años para poder volver a sentir esos labios toscos sobre los suyos.

Megumi nota la mirada ligeramente pérdida del peliblanco y entrelaza con firmeza sus dedos con los del omega mayor, haciendo que ahora el ancla de apoyo en ese momento sea el pelinegro y no Satoru, quien se aferra a él con fuerza, mientras traicioneras lágrimas quieren salir y un apretado nudo se instala en su garganta.

No importa los seis años que ya han pasado desde el accidente; siempre es complicado cuando llegan ocasiones especiales, como festividades, es imposible el no pensar en Toji y lo que estaría haciendo en esos instantes.

Probablemente es una maldición que los seguirá toda la vida.

Megumi se desborda en imágenes de él conviviendo con su padre junto con el peliblanco; como salidas al parque, en donde siempre le compraban un enorme helado de vainilla y siempre era cargado por alguno para caminar hasta la casa. Las noches de cuentos y las cenas llenas de risas gracias al peliblanco, quien había iluminado de nuevo la vida de padre e hijo, quienes en ese entonces vivían en la penumbra de la soledad después de la partida de la madre del menor.

million little reasons [ɪᵗᵃғᵘˢʰⁱ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora