Capítulo XLII

1.8K 149 219
                                    

—Debes responder. — insistió.

—Meliodas... — soltó un suspiro. —Y-Yo... — La calidez de sus mohines se empañaron contra su mejilla de tez rojiza. Manos ajenas que se acoplaron a sus caderas con suavidad, arrugando la tela del camisón rosa en intento de quitárselo de encima.

En ese momento, Meliodas comprendió del "por qué " de sus caderas cada vez que alguien la miraba. Tentadoras y anchas, suaves y cómodas, pero sus manos avariciosas se aventuraron a recorrer más por su cuerpo, lento y cuidadoso de no ser brusco, no quería asustarla ni presionarla, se detendría si ella se lo pedía; sus labios se movieron por su mejilla a su cuello descubierto sintiéndola respirar cada vez más agitada, preguntándose si era una buena señal.

Elizabeth estaba tan hipnotizada con ese calor abrasador que se extendía de sus mejillas a su pecho dando inicio a un extraño sentimiento. ¿Qué debía hacer? No quería arriesgarse a tanto, pero su tacto suave era tan adictivo que no quería separarse; sin embargo, una vacilación diferente atacó como marea en su cabeza.

La mano izquierda del rubio se deslizó por su costado deteniéndose a la altura de su pecho, sentía las yemas de sus dedos tantearon su carne blanda cuidadosamente, dudando si en tocarla más en esa zona o simplemente continuar por el resto de su cuerpo.

—E-Espera... — sus manos y labios se soltaron de su cuerpo al instante. —Perdón, y-yo no... Yo aún no estoy lista. — le volteo a ver a los ojos con temor de ver una decepción por su indecisión; sin embargo, él solo sonrió con comprensión acomodándose entre las sábanas, animándola a acercarse a su lado y olvidar lo que había sucedido.

—Está bien. Lo siento por mi imprudencia. — contestó de vuelta buscando calmarla. —Vamos a dormir. — negó un par de veces calmando su sonrojo.

—No es eso, solo que... — mordió su labio inferior ansiosa. —...me sentí confundida ya que tu estas vacilando. — fue turno del blondo para avergonzarse.

—No voy a mentir, me da algo de pánico ya que nunca he estado con una mujer antes, pero lo que me importa es que tu estés bien. No voy a presionarte con nada. — ya no la tocaba como hace unos segundos y su corazón está aún más acelerado. Era cierto, él se lo confirmó a unos meses de conocerse, algo que se le hacía difícil de procesar ya que un hombre donaire como él debía tener mujeres de sobra para cada tipo de fantasía; sin embargo, el cliché de hombre empoderado y mujeriego no aplicaba con Demon.

Nunca se lo imaginaba irresoluto cuando siempre se mostraba lo contrario.

—Lo siento, tampoco he sido considerada contigo y solo he estado jugando con tu amabilidad y... ¡Mejor si hay que dormir y no apresuremos las cosas! — tomó la orilla de las sábanas y se cubrió hasta la cabeza, aislándose del incómodo momento.

—No es para que te sientas avergonzada. — esta se removió bulliciosa.

—¡¿Cómo no lo voy a estar después de esto?! — espetó desde debajo de las telas. El más bajo soltó un resoplido apartando el manto de su rostro para verle como formaba un puchero bochornoso.

—Solo digo que está bien, estamos siendo honestos y abiertos como querías.

—Supongo que... — le miró a sus hermosos orbes verdes carentes de temores; soltó un reconfortante suspiro. —¡Tienes razón! Descansa, mañana tenemos un recorrido por los arrecifes y no quiero perdérmelo. —, pero lo que sorprendió al blondo no fue su actitud sino el hecho que hablaba en serio respecto al tema de dormir juntos. Solo la vio darle la espalda y buscar el descanso en un resoplido entre las sábanas.

—Buenas noches, Eli.

Después de apagar las luces y el televisor, imitó la misma acción con limitaciones entre los espacios, quedando lo suficiente para que no se incomodara. Sin embargo, su mente lo traicionaba con ese pequeño momento, mandando receptores que cosquilleaban en sus palmas al recordar cómo, a pesar de no ser mucho, disfrutó tantear su silueta por más que rechazara la idea de pensar de esa manera irrespetuosa a su integridad. Negó un par de veces y se dispuso a dormir e intentar amortiguar esa gula de sus manos.

La Señora de Demon || MelizabethWhere stories live. Discover now