𝐆𝐞𝐥𝐚𝐬𝐬𝐞𝐧𝐡𝐞𝐢𝐭

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Saltar

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Saltar.

Solamente dar un paso adelante y terminar con lo que quizás nunca tuvo porqué haber comenzado.

Tzuyu se sostenía de la barandilla, sus dedos congelados y aferrados al borde como si su cuerpo le pidiera volver al otro lado del puente, inútilmente. Su cabello mojado escurría sobre su frente, mojando sus mejillas que hace tanto tiempo quedaron secas. Su corazón palpitando fuerte llamando a gritos a su conciencia, pero su conciencia estaba enamorada de un puente y no escuchaba la angustiada voz del corazón

Era saltar, dar un paso al frente y acallar los gritos, cerrar los ojos y sentir el frio golpeando su rostro mojado. Saltar y simplemente, morir en el trayecto.

El cielo es iluminado por un resplandor, los truenos rugen reclamando el cielo como suyo y hacen encogerse en su sitio a la chica de la barandilla. Tzuyu está tan acostumbrada al ruido, a los gritos y sin embargo todavía se asusta de escucharlos.

Un pie adelante y el meñique fuera de la barda. Le sigue el anular y el índice y es todo, ya puede sentir el mar reclamando su cuerpo, la lluvia tragarse su alma y el agua acallando los gritos.

— ¡No!

O casi todos.

Cuando Tzuyu mira hacia atrás, por el puente desierto hay alguien que le extiende una mano, gritando de forma dramática. Está empapada, temblando y, sin embargo, parece ser una actriz de teatro totalmente comprometida a su papel porque su expresión es de exagerada angustia, con la boca abierta y una mano sujetando el manubrio de su bicicleta.

— ¿Quién demonios eres tú? — Tzuyu se sostiene con ambas manos de la barandilla, mirando con el ceño fruncido a su extraña distracción.

La chica chasquea la lengua y regresa la mano a su manubrio. — Tu ángel de la guarda. — Se encoge de hombros y coloca con un pie la palanca de su bicicleta.

Tzuyu podría proferirle una cadena de insultos, maldiciones y gritos, pero parecen atascados en su garganta y se limita a rechinar los dientes y mirarla de mala gana.

— Vete.

— Nop. — La chica se cruza de brazos. — Si me voy, debes venir conmigo.

— ¿Por qué demonios iría contigo?

— Porque no estás en casa.

Tzuyu respira, profundo, decidida a dar la vuelta y terminar con lo que la entrometida muchacha decidió que sería bueno interrumpir con disparates y respuestas sin sentido.

— Eso se ve peligroso... — De nuevo, la empapada ciclista interrumpe, haciendo a Tzuyu bufar de fastidio. — ¿No has considerado regresar? Podrías y caer y-

— ¡Que te largues! — El cielo se ilumina en un relámpago, el mundo cruje alrededor y se confunde con el grito de la harta chica alta en la barandilla.

𝐄𝐥𝐞𝐜𝐭𝐫𝐢𝐜 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐦 ➳ 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Where stories live. Discover now