C I N C O

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—Adiós, niña

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—Adiós, niña. Cuídate.

Despidiéndose así, se va la última paciente del día y con ella llega mi paz. ¿Quién diría que un simple trabajo puede estar cargado de tanto estrés? Lo único medio bueno es que no son niños con los que tuve que lidiar, aunque me llevé unos cuantos insultos porque invertí algunos nombres y otros de plano los omití.

Los seres humanos son tan irritantes, ahora recuerdo por qué siempre deseé visitar otras galaxias. Lástima que la tecnología no logre eso hasta después de varios años de que yo muera, gastaría todo mi dinero y más en comprarme un tique para salir de la Vía Láctea.

—¿Por qué salir de la galaxia y no solo visitar otro planeta? —me preguntó enfocando sus ojos en los míos. Ambos estábamos recostados sobre el césped del prado al que me llevó.

—Porque soy intolerante a la lactosa —bromeé.

—Ese es un terrible chiste.

—Mis chistes son los mejores —repliqué.

—Corrección, tus besos son los mejores.

Vuelvo al presente al escuchar la puerta siendo abierta a mis espaldas. Walsh sale cargando un maletín en la mano y la bata en el brazo contrario. Se ha remangado la camisa azul marino y se ha abierto los dos primeros botones de arriba, me muerdo el labio inferior recordando lo de la mañana.

¿Es normal que siga rebobinando una y otra vez la forma en que embestía a otra? No lo creo.

—Ha sido un día pasado —comenta.

—Ni que lo diga. Deberían de dar un tutorial de cómo soportar a personas que no entienden que ya no hay citas disponibles en esta semana.

Suelta una risita y niega con diversión. Guardo la notebook en el cajón y me encargo de que nada quede sobre el escritorio.

—¿Vino en auto? —pregunta de pronto. Me sorprende que siga aquí, como no lo había oído hablar, más supuse que se marchó.

—De hecho, no suelo tomar vino, pero nunca rechazo una cerveza.

Me mira confundido y luego cae en cuenta de sus palabras.

—Pregunto que si llegó en auto o caminando.

—Oh, claro. Vine en autobús.

Levanta una de sus cejas y asiente.

—Entonces venga, la llevo a su casa —demanda.

Niego.

—No es necesario, quedé con una amiga. El lugar no queda lejos, así que iré caminando.

—No importa, igual la llevo —insiste—. Ya está oscuro y es peligroso que vaya andando sola.

—En serio —repito con irritación—, está cerca.

—No me gusta repetir —espeta con sus ojos clavados en los míos—, he dicho que la llevo.

Querido, Sol: Sáname (BILOGÍA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora