Capítulo 4.

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- Buenos días. - sonrió él con liviandad.

- Buenos días, señor Ferrer. - respondió ella con educación.

Las puertas del ascensor se cerraron, con ellos dos adentro...

- Me gusta la formalidad, pero en este caso no es necesario, podría hablarme de “tú” - mantenía su mirada recta.

- Se lo agradezco, pero me sentiría más cómoda tratarlo de “usted”. Es mi jefe y le debo respeto.

Dionisio soltó una pequeña risa de diversión.

- ¿Le parece gracioso, señor? - preguntó con irritación.

- Me parece gracioso el hecho de que unas noches atrás parecía no tenerme respeto, a juzgar por la pasión con la que me miraba, por los movimientos que hacía cuando bailamos juntos, y tomando en cuenta los cumplidos obscenos que me hacía. - se encogió de hombros naturalmente.

Victoria se asombró de indignación.

- Usted no es para nada un caballero.

- ¿Y quién dijo que lo era? - volvió a sonreír.

- La ilusa soy yo, por creer que lo era. Se cree mucho por esa noche donde le presté un poco de atención, pero déjeme decirle que yo estaba borracha. En mis cinco sentidos jamás se me hubiera ocurrido acercarme a usted. - anunció con molestia.

- Cómo digas, Victoria. ¿O no recuerdas lo que pasó esa noche en tu apartamento? - esta vez, sonrió con burla.

Sin permitirle decir más, justamente las puertas del ascensor abrieron y el salió relajadamente. Ese gesto despreocupate que siempre tenía empezaba a irritar en cantidad a Victoria.

Se quedó pensando en lo que él dijo, ¿qué pasó esa noche?

Llena de coraje marcó el número telefónico de su amiga.

- Bueno. - respondieron al otro lado.

- Es que yo no puedo, Antonieta. - dijo con negación.

- ¿Qué pasa, Victoria?

- Que es un idiota engreído, insinuó que yo le coquetee todo el tiempo en el bar, se burló de mí en mi cara y eso es... ¡Ah! - soltó un suspiro de frustración. - Me cae mal, te lo digo.

- Dionisio.

- Sí, ese idiota. Me dijo que pasó algo esa noche en mi apartamento, pero yo no recuerdo nada maldita sea. ¿Crees que deba preguntarle?

- Ay, Victoria. Te enojas por nada hombre, y eso es lo que el quiere. Tú solo síguele el juego y no te quedes callada.

- No es que yo me enoje porque sí, él es el fastidioso.

- Estrategia, amiga...

Dijo Antonieta, y Victoria pensó en eso.

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La semana transcurrió tranquilamente, en esos días Victoria y Dionisio solo hablaban de temas laborales, él estaba fastidiado, por no decir desesperado. Y es que cada gesto o movimiento de Victoria solo avivaban su deseo por poseerla. Y Victoria, ella lo provocaba sutilmente cada vez que podía, su vestimenta era elegantemente sexy y que decir de sus gestos. Muchas veces lo hacía inconscientemente, ella no lo sabía pero en su aura brillaba la sensualidad.

...
- ¿Eso es todo? - preguntó, viendo con detenimiento los dibujos.

- Sí, señor Ferrer, estos diseños han sido los elegidos. - señaló.

Pasión Infiltrada... Where stories live. Discover now