👏72👏

208 26 0
                                    

Perspectiva de Emilio:

—Se pretendía hacer una construcción comercial y ahora, ¿tenemos que decirle a la junta directiva que ya no quieres? 
                 
—No estamos haciendo este proyecto porque encontramos algunas cosas extrañas en los documentos. Además, la inversión estaba en la etapa inicial y no deseo continuar gastando dinero de manera desvergonzada —dijo Emilio.   
              
—Pero...  
             
—Está bien. —Emilio agitó la mano—. Ahora estoy demasiado ocupado con algo más. Tengo que ir lejos de la compañía por dos días, así que no creo llamarte por un tiempo. 
                 
Después de más de 40 minutos, el asistente Emannuel detuvo el auto, Emilio ya estaba dormido para ese entonces porque no tuvo la oportunidad de descansar mucho en estos días.    
            
—¿Señor Osorio?  
               
Aunque parecía que Emilio estaba teniendo un sueño absolutamente profundo, se despertó de inmediato al sentir que ya no había movimiento.

Estaba agotado, era muy difícil mantener los ojos abiertos. Emilio bostezó, levantó la mano y se ajustó el cuello de la camisa antes de empujar la puerta del auto.     
            
—Si alguien te pregunta, dile que no he regresado.  
                
Entró en el edificio de departamentos y subió por el ascensor utilizando una tarjeta de identificación. Aunque se sentía mucho más desolado en ese lugar que en cualquier otro, pensó que el peso de aquella tranquilidad sofocante podría ayudarlo a recordar porque estaba a punto de ir por el hijo del alcalde. Emilio  no utilizo su llave, utilizó su huella dactilar y casi se obligó a arrastrarse adentro.

Inexpresivo, un zombi imbécil caminando por las habitaciones, encendiendo todas las luces, y luego, aventándose de espaldas en el sofá.                   
Sacó un libro debajo de la almohada.
                  
Es una colección de ensayos de Jian Zhen. La página tras la pasta dura todavía tiene sus propias palabras escritas a mano. Después de que Joaquin se fue, Emilio encontró el libro en el estudio.   
               
Recientemente, Emilio siempre piensa en muchas cosas del pasado... En ese hoyuelo pequeño sobre la mejilla del hombre que amaba. Ese, tan tierno y tan querido que se quedaba dormido en sus brazos durante las madrugadas. Para su mala fortuna, algunas de las hermosas escenas en las que piensa comienzan a deformarse como si no pudiera controlar ni siquiera su propia mente.

Cuando las pesadillas lo despertaban cada noche, se sentaba frente a la puerta con las rodillas pegadas a la cabeza, y sentía que todo lo que lloraba era sangre. A veces soñaba que Rodrigo empujaba a Joaquin por un acantilado.     
             
La almohada de Emilio  estuvo mojada todas las noches por un tiempo. Demasiado confundido, derramó infinitas lágrimas sobre sus manos y se dijo a sí mismo que nunca podría permitirse llorar durante el día, frente a las personas. Emilio se tragó dos pastillas para dormir con agua fría.       
           
Tenía que dormir tranquilamente por esta noche, aún hay muchas cosas que hacer mañana.    

            
************************************

                
Emilio no sabía cómo se había quedado dormido. Cuando el teléfono lo despertó temprano en la mañana, todavía estaba en el sofá.    
              
—Señor Oosorio, ¿tiene asuntos que atender hoy? Ya son las ocho en punto— Le dijo el asistente Emannuel. 
                
Emilio  se enderezó, sus ojos se posaron en el libro que estaba a su lado y entonces se frotó la cara. Tal vez se quedó dormido la noche anterior, mientras leía. Es muy extraño, como si su dolor le dejara espacios profundos y blancos dentro de la cabeza. En un instante, el corazón de Emilio  comienza a doler un poco.     
             
—¿Textos? —El moreno  puso suavemente el libro sobre la mesa de café y acarició la esquina con su mano—Ven ahora y espérame abajo.  
                
Colgó el teléfono, tomó su libreta de direcciones y comenzó a inspeccionar cada hoja con cuidado. Estaba seguro de que se había encontrado con él, una noche mientras estaban en un cóctel.     
             
Finalmente, tecleó un número.
                
—¿Mmm? —Le contestó una voz masculina.  
               
—Buenos días. Soy Emilio.   
               
—...Ya —Aristóteles parecía estar pensando de donde conocía a esa persona. Finalmente, prosiguió— ¿Pasa algo importante para que me despiertes de madrugada?      
            
Emilio  recordó que Aristóteles  era muy joven, tenía veintitrés años de edad. Supuso que para alguien así, las ocho de la mañana se sentían como si fueran las tres de la madrugada.  
                
—Hace algún tiempo, usted pidió mi ayuda con un caso médico. Hasta hoy, la empresa no sabe si usted está disponible para ofrecer su gratitud. Ya sabe, por publicidad. —Emilio estaba absolutamente nervioso, pero su voz era baja y sería—.Los medios aman las historias trágicas.    
           
— ¿Qué? No es algo fácil de hacer, señor. —Aristóteles  parece enojado.
—No quiero lucrar con el estado de mi novio.     
  
—Señor Córcega... Creo que no entiende. Es un asunto meramente político, su padre puede explicarle.
                
—En ese caso enviaré la dirección de mi casa a su teléfono, señor Osorio.

Cuando quieren enfrentarme, siempre optan por venir y decírmelo de frente. ¿Está bien?                   
Después de eso, Emilio colgó inmediatamente el teléfono y marcó un nuevo número.      
            
—Joel... ¿Dónde estás? Ve al Ministerio de Finanzas y retira un millón de dinero en efectivo. ¿Escuchaste? Un millón. Lo metes en una maleta y esperas a Emanuel . ¡Si te atreves a irte juro que te voy a matar!   
               
Se escuchó el tono de un zumbido.

Aristóteles  le había mandado un mensaje de texto con la dirección de su casa y Emilio , sabía que no tenía tiempo que perder. Tras lavarse, tomó algunos medicamentos antes de bajar.

Se acomodó la ropa, peinó su cabello y notó que el asistente  ya estaba esperando en el elevador.     
             
El moreno  tosió un par de veces antes de disminuir la velocidad de su andar.
                  
—Ve al Ministerio de Finanzas primero, allí está Joel. Te espera con una maleta. Cuando la tengas, llámame de nuevo. ¿Ok? —Se frotó las manos y se frotó la cara. Su rostro estaba pálido.      
           
—Señor ¿está bien?      
          
El asistente  lo vió y se mostró visiblemente preocupado. Emilio rara vez demuestra molestias en el exterior, así que su situación debe ser muy grave ahora.       
        
—Estoy bien, escúchame. Te llamaré para que me recojas.        
          
De acuerdo con la dirección detallada, es muy fácil de encontrar y puede irse caminando. Emilio  llamó a la puerta de madera y alguien pronto la abrió.

Se quedó atónito por un momento.                   
Es un niño el que le recibe, y es muy guapo... Es difícil de decirlo con seguridad, pero basado en su pequeña cara a lo sumo tiene dieciocho años.  
                
— ¿Estás buscando... a Aristóteles?  
               
El jóven le sonrió cortésmente, pero estaba completamente pálido, como una hoja de papel.     
             
Cuando Emilio entró por la puerta, se dio cuenta de que esto iba a ser más complicado de lo que se imaginaba.

************************************

Nos leemos pronto...

Los diez años en los que más te amé || EmiliacoWhere stories live. Discover now