El departamento de Haizaki Shogo se ubicaba a una media hora de la cafetería donde Yomi trabajaba. El edificio del que era parte tenía una fachada sencilla y su tamaño no era prominente. Tampoco eran prominentes los departamentos en sí. El espacio del que Haizaki disponía para vivir era de hecho bastante reducido, solo contenía una habitación en la que él a duras penas había logrado acomodar una cama y una mesa de noche. La sala se mezclaba con la cocina americana, no sabías en qué punto acababa una y empezaba la otra. También estaba el baño, claro, y eso era todo. Pero bueno, como Shogo vivía solo, decía que no le importaba.
Prefería arrendar ese sitio enano y a un precio más o menos barato que continuar en la casa de sus padres, con quienes había tenido varios problemas en períodos pasados. La situación se hizo insostenible en una debida instancia y Haizaki debió irse de su lado, sin opciones de ser quisquilloso a la hora de escoger nueva vivienda.
Realmente él nunca pudo tener buena relación con su familia. Yomi estaba enterada de esto porque lo vio mientras crecían. Shogo era excesivamente alocado, rebelde y provocaba sufrimientos constantes a sus progenitores, que no eran malas personas, pero al final ya no fueron capaces de hacer nada más por su hijo. En la actualidad, la madre del peli negro le marcaba de vez en cuando para averiguar si persistía contando con techo y comida en conversaciones fugaces. De su padre, Shogo no oía nada aproximadamente desde hacía dos años.
Antes de llegar al departamento, Yomi y Haizaki se desviaron para comprar una botella de vodka.
"Una sola" Advirtió la castaña al peli negro en la botillería, remarcando el hecho de que no deseaba quedar como una cuba.
Haizaki rió, aceptando su requerimiento.
... Sin embargo, los dos se terminaron demasiado rápido esa botella combinada con jugo, riendo y poniéndose al día con algunos asuntos, sentados en el par de sillones puff de la sala, frente a los que había una mesa de centro y un televisor medio averiado que descansaba en el suelo. Fue la propia Yomi quien encargó a Shogo que comprase más alcohol, añadiendo que ella aguardaría ahí en tanto él iba.
El vodka la había alegrado ya más de la cuenta y hecho olvidar la regla que se había impuesto de solo una botella. Claramente Shogo no pensó tampoco en tal regla, así que muy animado hizo caso a Yomi, agarró los dos billetes que ella le ofreció para aportar en el alcohol y partió a comprar más.
Al cabo de cinco minutos regresó con una botella de baratísimo champagne.
-¡Por nuestra reunión!- Exclamó, en lo que removía el corcho y éste volaba hacia alguna área del departamento. La castaña libró un gritito y luego rió junto a Haizaki, que pronto sirvió el alcohol en los mismos vasos donde habían bebido del otro trago.
-... Por nuestra reunión- Brindó Yomi entonces, sujetando su vaso y alzándolo en el aire. Shogo dejó la botella en la mesa e hizo chocar los vasos de ambos.
Mientras consumían el champagne, Yomi comenzó a parlotear de eso que se suponía, dejaría atrás en el rato con Shogo... pero no pudo. De repente lo fue recordando en su ascendente estado de ebriedad y necesitó soltarlo:
-El estúpido de Seijuurou... se va a casar con su nueva pareja, ¿sabes?- Pronunció, mirando al techo antes de beber un sorbo más. Su ceño se arrugó involuntariamente.
Shogo levantó sus cejas. Él lucía un poco gracioso, con sus mejillas encendidas por el calor del alcohol.
-¿Eh?... ¿en serio?, ¿con la rubia de la que me has hablado?- Indagó.
El desagrado se apoderó completamente del rostro de Yomi.
-Sí, Ryouta me contó. Así que tendrá una boda de cuento de hadas con la inglesita- Confirmó burlona, y otra vez, venenosa acerca de la situación.