Capítulo 13: La libertad

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La noche se estaba haciendo eterna, o al menos Tihion la sentía así. Después de lo ocurrido con el Niño ninguno de los cazadores quiso hablar más, aunque habían muchas cosas por decir y preguntas que volaban por el pesado ambiente, por lo que optaron por acomodarse para dormir, con el miedo latente de que los reptavianos pudieran regresar en cualquier momento de la noche.

Con un suspiro la joven rodó sobre su improvisada y bastante incómoda cama, quedando boca arriba con la mirada fija en el cielo estrellado de Nevarro. Las respiraciones a su lado le indicaban que los demás ya se habían sumergido en sus sueños. O casi todos.

—¿No puedes dormir?— preguntaba Mando en voz baja y recostado cerca, demasiado cerca y demasiado lejos a la vez, de donde ella estaba.

—¿Cómo podría?— suspiró la joven—. Nevarro, Greef Karga, la persecución del Imperio, el Niño. Todo eso solo... no puedo dormir e ignorar el mañana. Si es que de verdad hay un mañana.

En el fondo de su corazón, muy en el fondo, el Mandaloriano sonrió al escucharla. Hacía ya mucho tiempo que la joven no nombraba al chiquillo como «Sujeto». Tal vez fuera desde lo ocurrido en Tatooine, no lo sabía con certeza.

—Él estará bien— prometió Mando.

—Estamos haciendo esto por él— acotó Tihion, y luego su mirada viajó hacia la cuna—. Y creo que lo sabe.

Si el Niño lo sabía o no, Mando no estaba seguro. Tihion siempre aseguraba que el infante era más inteligente de lo que podían esperar los demás, y más maravilloso de lo que incluso ella misma había presenciado. Mando solía mostrarse escéptico sobre estas afirmaciones, aunque los recientes hechos hacían tambalear su postura.

Tal vez en realidad el bebé sí supiera que la serie de eventos que se desataban a su al rededor estaban relacionados de manera directa con él. Tal vez comprendiera que todo lo que el Mandaloriano y Tihion hacían era solo para protegerlo. Y, de ser así, entonces el compromiso de cuidar de él era mayor.

Mando giró el rostro, primero hacia la cuna y luego hacia Tihion. La mujer estaba recostada cercana a la fogata y el fuego de la misma hacía que su rostro luciera un tranquilo juego de luces y sombras que, a pesar de lo extraño, no provocaba que su atractivo desapareciera, incluso con la melancólica y preocupada expresión que tenía.

El hombre hubiera querido acercarse más y contar con las palabras adecuadas para desahogar el río de sentimientos cuyo curso, en este punto, parecía imposible de definir. O al menos poder llevar a cabo el dulce gesto con el que podría hacerle entender, así fuera un poco, lo que ella significaba para él.

Solo una palabra. Solo una acción. La vida entera podría cambiar de sentido con detalles tan pequeños. Mas nada ocurrió.

Tihion pareció esperar con paciencia durante un largo rato, hasta que el silencio fue más fuerte que la determinación de su corazón, y solo volvió a darse la vuelta, quedando de espaldas al Mandaloriano. La ilusión de todo lo que podía ser se había esfumado.

Al día siguiente, cuando el sol apenas asomaba en Nevarro, el viaje volvió a comenzar. Greef se veía en especial afectado, aunque se esforzaba por no demostrarlo y continuar actuando como si aquello no fuera más que una reunión de rutina. No obstante, algo en su rostro reflejaba la ansiedad que estaba sintiendo y Cara no tardó en darse cuenta.

—¿Crees que se están arrepintiendo?— preguntó la mujer, viendo a Karga con los otros dos cazadores susurrando a unos metros de ellos.

—Podría ser— respondió Mando.

—Tal vez debas mandarlos atrás— planteó Cara, señalando con la cabeza a Tihion y al Niño—, con el ugnaught. Estarán más seguros si los mantienes lejos de ellos.

La mujer prometida || Din DjarinWhere stories live. Discover now