19.

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El día siguiente de esa noche en la que las hermanas Olland durmieron con los hermanos Bridgerton, las miradas volaban, las risas irradiaban y los juegos eran increíbles. Jhon no tenía idea de por qué de repente, todo encajaba para todos, Eloise podía darse una idea, pero Penélope y las Olland lo tenían más que en claro.

Anthony y Ginebra reían en los pasillos en los que solo ellos estaban, y de vez en cuando él le robaba un beso, que hacía que ella ría a carcajadas y lo empuje lejos. ¡Había dormido toda una noche, gracias a ella!

Se encontraban ya en la merienda, tomando té, sin Colin no había tantos juegos... pero no quiere decir que no había diversión.

Ginny y Geni debatían algo, mientras los hermanos Bridgerton hablaban con Jhon y las miraban con sonrisas en el rostro. Eloise sonreía al notar lo que pasaba, y Pen... Penélope no podía siquiera hablar, solo podía concentrarse en fingir una sonrisa.

Colin Bridgerton la había besado la noche anterior... y a la mañana siguiente se había ido del país. Su corazón estaba hecho trizas, por supuesto.

Las horas pasaron, y hablaron y nadaron, bebieron y rieron toda la tarde. Jhon estaba realmente feliz, y quizás se hacía el distraído, pero había notado algo extraño en las miradas de sus hermanas... y les daría tiempo para que ellas mismas se lo digan.

— ¿Por qué no nos escapamos un rato? — preguntó en un murmuro Anthony Bridgerton, fingiendo tomar una manzana junto a Ginebra.

Ginny no se movió, pero le fue imposible ocultar la sonrisa.

— Iré a caminar — comentó Ginny — ¿Alguien quiere acompañarme?

— Hmm... — Anthony asintió mientras mordía la manzana — ¿Te molesta, Jhon?

Jhon tomó un trago de su whisky y negó.

— En absoluto, amigo, tráela antes de que baje el sol.

— Hecho — guiñó un ojo.

Comenzaron la caminata en silencio, y alejados entre ellos, hicieron algunos largos metros y se metieron en el bosque, cerca de una pequeña cascada que Edmund Bridgerton había mandado a construir hace tiempo, el primer Bridgerton tomó la mano de Ginebra con una sonrisa y la hizo trotar algunos segundos hasta entrar por completo en el claro, que estaba rodeado de árboles. Ya no estaban a la vista de nadie. Y estaban muy lejos de todos.

— Extrañé tocarte — murmuró él, abrazándola por la cintura desde atrás.

— Extrañé que me toques — sonrió Ginny y posó su cabeza en el pecho de Anthony — Que lindo lugar...

— Lo mandó a construir mi padre, cuando nació Daphne...

— Tu hermana, ¿Cierto?

Él asintió, con una sonrisa y profundo amor.

— Nos amó a todos por igual, obviamente... pero Daphne fue su primer hija... — Anthony suspiró y abrazó a Ginny por el vientre, entrelazando sus manos — No puedo explicarte la admiración que mi padre tenía por Daphne, era increíble ver como podía pasar horas y horas... solo... mirándola dormir.

Ginny no pudo más que sonreír. Nunca había oído nada de Edmund Bridgerton, hasta ahora.

— Él... eh, Falleció cuando yo tenía diez y ocho... al parecer en algún momento desarrolló alegia a las abejas — Ginny tomó sus manos y pudo sentir como su piel se erizaba — Él tenía treinta y ocho y yo... solo, no puedo imaginarme superándolo en nada... Siquiera en años — suspiró — Eso era lo que trataba de decirte.

Ginebra sintió la necesidad de voltear a verlo a los ojos, y lo hizo. Anthony Bridgerton, ese musculoso y hermoso hombre que era tan galán y tan idiota cuando quería serlo, tenía los ojos llenos de lágrimas y las venas de su cuello resaltaban.

Flawless.Where stories live. Discover now