39 · Solo hay que mirarla

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Viernes 19 de Enero, 2018

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Viernes 19 de Enero, 2018

BRUNO

—Me tiene hasta los mismísimos cojones —declara mi hermano sentándose con brusquedad en una de las sillas del café.

Se pasa las manos por la cara, suelta un bufido lleno de frustración y estira las piernas. La verdad es que tiene un aspecto de mierda, aunque el que tenía Danielle ayer por la tarde no era mucho mejor. Le está costando adaptarse a la nueva universidad. Se siente incómoda, nerviosa y perdida. Encima sigue empeñada en que necesita los malditos antidepresivos, por lo que el enganche que tiene solo dificulta todavía más el proceso de adaptación. Como si esto fuera poco, apenas duerme ni come ni hace otra cosa que no sea intentar estudiar y quejarse.

—Se pasa las putas noches gritando como una neurótica, es que me tiene frito, joder —se queja Ángel cabreado.

—¿Y tú qué haces? —le pregunto arrugando la frente.

—Quedarme en mi puto cuarto e intentar pegar ojo. ¿Qué cojones quieres que haga?

—¿Ayudarla a dormir, por ejemplo? —sugiero molesto.

—Oh, claro. Antes de ir a casa pasaré por la papelería, compraré un libro de cuentos y esta noche le leeré uno antes de atizarle con él en la cabeza a ver si tengo suerte y la dejo inconsciente el tiempo suficiente como para que me deje dormir un puto día tranquilo —suelta de mala manera.

No se ha dado cuenta de que tiene a Benoît detrás, por lo que da un respingo en su silla cuando nota las manos de este apretarle con fuerza en los hombros. Digamos que es la manera cariñosa que tiene su antiguo jefe de decirle sin palabras que, como siga por ese camino, acabará estrangulándolo. Lo peor de todo es que Benoît no es el único que tiene ganas de hacerlo.

—Benoît, si vas a darme un masaje, que sea con más delicadeza. Tengo el cuello molido.

Benoît le suelta una colleja que hace que mi hermano se gire con los ojos entrecerrados y cara de mala hostia. Como prácticamente acaba de abrir el café y aún no hay ningún cliente, Benoît se sienta en la silla que tiene Ángel a su lado.

—Que no vuelva a oírte hablar así de ella, chico —le advierte cabreado—. ¿Entendido?

—Sí, lo que tú digas...

—Ángel, te estoy hablando completamente en serio.

—Y yo, Benoît. ¿Es que no comprendes que echo de menos mi vida?

—¿Pero qué vida? ¿Pasarte el día entero metido en el taller y solo salir por las noches para acostarte con cualquier chica que se cruce en tu camino? ¿Pero qué mierda de vida era esa, chico?

—Una más tranquila que la que llevo ahora, la verdad —gruñe mi hermano con poco entusiasmo.

—Bueno, mi vida no es que sea precisamente tranquila. ¿O te crees que me gusta tener que comer y cenar todos los santos días con vosotros para evitar que os matéis?

Alguien que te ame ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora