50 · Sus riesgos

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Viernes 16 de Marzo, 2018

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Viernes 16 de Marzo, 2018

ÁNGEL

Llego a casa con dolor de cabeza, sin embargo, se me quitan todos los males en cuanto abro la puerta y me encuentro a Danielle de pie en una de las sillas, enredando las ramas de una de las tantas macetas que hemos acabado colgando por el techo. Me acerco hasta ella con una sonrisa tonta y le toco el culo, deslizando la otra mano entre sus piernas.

—¡Ángel! —exclama ella riéndose y retorciéndose.

—No te cortes, hermano, como si no estuviera —comenta Bruno desde la otra parte del comedor.

Cuando reparo en la presencia de mi hermano, ya he cogido a Danielle en brazos y estoy a punto de bajarla al suelo. Despacio, lo hago, y me aclaro la garganta con cierta incomodidad.

—Hola, Bruno —le digo.

—Ángel —responde mi hermano dándole una última calada a su cigarrillo y apagándolo contra el cenicero que ha cogido del balcón.

Por suerte, la puerta está abierta, pero no me hace ninguna gracia el hecho de que fume delante de Danielle. La miro y, tras la sonrisa tranquila que me dedica, sé que la conversación con mi hermano ha ido bien. Eso, después de la charla poco amistosa con Benoît, hace que me relaje.

—Me voy a casa —dice Bruno—. Tengo el coche abajo, necesito que le eches un vistazo al alternador. ¿Me acompañas?

—Claro —digo asintiendo con la cabeza. Miro a Danielle y le dedico una pequeña sonrisa—. Ahora subo. ¿Vas preparándote para irnos?

Ella asiente en silencio y yo acompaño a mi hermano pequeño hasta el ascensor. Durante el trayecto, ninguno de los dos decimos nada. Y tampoco mientras vamos de camino al coche. Es cuando llegamos y estoy a punto de abrir el capó cuando Bruno se apoya contra él y suelta un suspiro antes de negar con la cabeza.

—El alternador va de puta madre —se limita a decir—. Quería hablar contigo. A solas.

—De acuerdo...

—No sé cómo empezar, así que lo haré siendo sincero —declara encogiéndose de hombros—. Tengo las mismas ganas de partirte la cara que de abrazarte, y aún no sé por cuál de las dos decantarme.

A pesar de que lo dice serio, sé que está de broma. Por eso me acabo riendo y tirando yo de él para abrazarlo. Es un poco más alto que yo, así que me abraza en actitud paternal y me da un par de toquecitos en la cabeza como si fuera un niño pequeño. Los dos nos reímos y, cuando nos separamos, Bruno me dedica una sonrisa sincera.

—Enhorabuena, Ángel —dice sincero—. Por conseguir a la chica y por el premio gordo. Bien jugado, hermano. Casi te la quito en tus narices.

—No vuelvas a intentarlo —le advirtiendo dándole una palmada en la espalda y apoyándome contra el capó a su lado.

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