|8. Maviri|

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[𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝒪𝒸𝒽𝑜]

Donde nace y muere el sol.

Sam.

Solía admirar con locura las estrellas. Las miraba bajo la luz de la luna, en compañía de mi abuelo y mi hermano. Ese era mi hobbie favorito, pero crecí, crecí y la mayoría de las situaciones en mi vida se volvieron caóticas. Ya nada llena cuando la vida se ve arruinada. Nada te complace, nada.

Bueno, yo encontré algo que me satisfacía. Después de encontrarla, todo se fue a la mierda, todo. Esme era la única que creía que compensaría todo, ella era linda, era dulce y sabia como hacerme sentir bien, aunque eso involucrara un poco de cannabis en el sistema. Ella sabía cómo hacerlo.

Pero después llego ella, Mara, la bonita. Ella llego a generar algo en mí, la paz que experimente al dormir con ella, fui indescriptible. No tuve pesadillas, ningún recuerdo de esa horrible noche se avecino. Mirarla al rostro era tan gratificante, me encantaba verla a sus ojos miel, mirar que no existe preocupación y tampoco hay incertidumbre que la acongojé. Pasar con ella unas horas era reconfortante, ella podía simplemente hacer que los problemas desaparezcan apenas pronuncia palabra, ni hablar de cuando me besa.

Dios mío, sus besos.

Eran la cosa más adictiva del planeta. Sus labios carnosos y perfectamente creados, eran una locura para cualquiera que los probara. Ahora mismo miraba su Instagram. Miraba sus viajes, su vida tan perfecta.

—¿Desde cuando ves las redes sociales? —inquiere Esme, mientras miraba mi móvil.

Lo apague rápidamente y carraspee.

—Desde nunca. Solo lo hago para ver las novedades. —murmuro desinteresado.

—Se supone que tu abogado debía llegar hace diez minutos. —murmura, frustrada.

La comprendía. Nos encontrábamos en la sala del tribunal. Necesitaba firmar mi mensualidad, para que no tuviera ningún problema. Generalmente me solían acompañar Gustavo, Esme y el abogado, pero al parecer Gustavo esta en modo depresivo porque su novia le había hecho berrinche y al parecer estaban distanciados, no voy a decir que no me duele verlo como perro arrepentido, pero él se lo busco. Yo no era la personificación de la fidelidad, pero mira que este imbécil me ganaba puntos. Es un verdadero don juan.

Por supuesto que a su novia eso no le iba a convenir. Tenía entendido que su relación es privada, pero no secreta. No he tenido la oportunidad de conocer a la chica, pues ella estaba muy ocupada con no sé qué cosas y no siempre iba a nuestra casa. Espere incluso en año nuevo, pero ella se fue a Venezuela. Mira que el destino no quería que me la encontrara, pero supongo que era algo bueno. Yo no podría ver a esa chica a los ojos imaginando todas las canalladas que Gustavo le había hecho.

De puro milagro no le había pegado algo.

¿Eran muchas prostitutas?

Incontables.

—Odio la impuntualidad. —comenta Esme.

—Tranquila, la audiencia comienza en treinta minutos.

—Sí, pero él debe estar aquí....

Casi como si lo hubiera invocado, el abogado venía a toda velocidad por el pasillo de la sala de espera. Esme apago el móvil resoplando, mientras que yo me burlaba un poco de la situación.

—Lamento la demora, había demasiado trabajo en el bufete.

—Tranquilo, Bob. Llegaste a tiempo. —comento, mientras palmeo su hombro.

El Mejor Amigo de Mi Novio |NEW VERSION|Where stories live. Discover now