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Mi corazón amenaza con salirse del pecho, debí de haberme asegurado de que no había nadie en ese cuarto antes de pasearme por su interior. Asustada me mantengo oculta tras la tela de las finas cortinas que se encuentran a ambos lados de la ventana. El chico solo mira en mi dirección, a esperas de una explicación que no pienso dar a menos que deje de mirar hacia a mí.

—¿Podrías salir de detrás de esas cortinas? Sé perfectamente que estás ahí —dice caminando hacia mí con intención de hacerme salir de mi escondite.

—¡No! Aléjate por favor —le grito y este se detiene de golpe a unos pocos pasos de mí—. Yo saldré de detrás de estas cortinas... pero solo si tu cubres tus ojos con una venda oscura -le propongo, estoy consciente de que es algo que podría considerarse ridículo, pero para mí eso resultaba muy importante ya que no quería que viera como me encontraba vestida.

—¿Quieres que me vende los ojos? —noto la clara confusión en su voz— ¿Si lo hago saldrás y hablarás conmigo? —escucho como comienza a caminar y rebusca en unas gavetas—. He de admitir que me resulta un poco raro que me pidas algo así, pero si es la única forma de que salgas a las buenas, pues lo haré.

Con un sigiloso movimiento asomo mi cabeza, para poder ver su acción, él chico realmente se estaba cubriendo los ojos con una oscura tira que había sacado de uno de los cajones de la habitación. El que realice lo que le había pedido, me descoloca un poco, por un lado me tranquiliza porque me decía que era un chico diferente a los demás, pero por otro lado me resulta intrigante y me despierta cierta curiosidad hacia su persona.

—Esto, no veo nada, ¿ya saliste?—dice rascando su cabeza, claramente nervioso— ¿Sigues ahí? Me siento un poco incómodo sin poder verte.

—Eh..., si, sigo aquí. —Dejo mi cuerpo por completo al descubierto tras salir de detrás de las cortinas y caminar un poco en dirección al chico— ¿Cómo te llamas? —indago con curiosidad.

No lo había visto antes y no creo que alguien del servicio tenga permitido ducharse y descansar en una de las habitaciones de esta planta, por lo que solo me quedaba pensar que fuera alguien importante, ¿será uno de los 5 príncipes?

—Ohm, me llamo... Jimin, y tú eres... —deja en el aire para que me presente, sin embargo no puedo dejar de observar su tímida sonrisa que me resulta tan agradable— ¿Cómo te llamas?

—Esto... no sé si deba decirte mi nombre, creo que si lo hago de una forma u otra terminaras conociendo mi identidad con solo preguntarle al mayordomo, y pues, entonces de nada me hubiera servido que te vendaras los ojos.

Ya el hecho de haberse vendado los ojos representaba algo más importante que una simple acción que en un principio había mandado a hacer para que no me viera en ropa interior, ahora esa sencilla acción me daría la oportunidad de ver el otro lado de la moneda, de ver cómo era realmente ese chico y de establecer una relación donde las palabras tomaran protagonismo y no nuestras miradas ni nuestros cuerpos.

—Tienes razón, entiendo perfectamente a lo que te refieres —dice tocando con la palma de su mano el espacio vacío a su lado en la cama— ¿Por qué no te sientas? —pregunta
sin saber dónde mirar exactamente, como si le hablara a la nada.

—Jimin,... ¿Quién eres? —pregunto aun sin permitirme sentar a su lado, aunque tuviera sus ojos cubiertos lo seguía considerando algo inapropiado—De casualidad eres uno de esos chicos... eres... ¿eres uno de los príncipes?

—Si —responde con simpleza, mientras su semblante se ve afectado ligeramente, acompañado por la acción de bajar la cabeza— Si, soy uno de los...de los príncipes —termina por decir, como si el serlo no le resultara nada agradable—; y supongo que tú seas una de las chicas de compañía.

Con los ojos vendadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora