Impulsos

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Durante el recreo de las clases en la universidad, fuimos al patio de comida con mis amigas. Varios desconocidos me saludaban, algunos incluso hacían bromas divertidas, otros bromas de mal gusto. Parecía atraer toda la atención del alumnado.

--¿Podemos hablar?--Pregunto Nahuel, el cual se acercó a mi por atrás, disimuladamente. Me levanté de la silla y lo seguí hasta el patio. Saco una caja de cigarrillos y la tendió hacia mí. Así que tomé un cigarro y con mi propio fuego lo encendí, inhalé bastante tabaco y lo expulse por las fosas nasales. Él encendió otro cigarrillo y repitió el proceso.

--¿Qué pasa?--Dije impaciente.

--¿Cómo estás?--Preguntó mirándome fijamente, mientras sostenía el cigarro con sus labios.

--¿Ahora te interesa saber como estoy? Un poco tarde.-- Gruñí molesta y miré hacia otro lado.

--¿Qué esperabas que hiciera? ¿Defenderte? Tu la golpeaste. Tu me debes una explicación no yo a ti.--Dijo Nahuel enfadado. Nunca lo había visto enojado, mantenía la cara seria y la mirada perdida.

--Me pelie por defenderte a ti. Quería que dejara de molestarte con sus insistencias.--Murmure enfadada.

--No necesito que hagas nada por mi, ni que te metas en mis asuntos, ni mucho menos que golpees a alguien para alejarla de mi. Estuvo mal eso.-- Suspiro una bocanada de humo y me miró expectante.

--¿Qué quieres de mí? ¿Qué es lo que buscas? ¿Quieres que me disculpe contigo y con todo el mundo?-- Estaba abrumada y sus reproches me hacían poner nerviosa e histérica.

--No quiero nada de ti, no busco nada, solamente no quiero que tomes decisiones por mi. Lo que hago y dejo de hacer no debería representar un problema para ti, ya que solo somos amigos.-- Exclamó Nahuel serio.

--Vale, amigos, como quieras, como digas. No necesito otro discurso moral o ético. Ya tengo suficiente con las cosas que dicen de mi hasta mis propias amigas.-- Me queje histérica.

--No se puede hablar contigo.-- manifestó algo furioso.

Chiste y me di la media vuelta para alejarme de él. Arrojó el cigarrillo lejos de mí y continué caminando como si nada. Apenas salí de la universidad, fui directamente a casa de Kevin. No habíamos organizado vernos ni nada. Pero necesitaba distraerme, necesitaba despejar la mente y aclarar mis ideas. No soportaba más estar sola con mis ideas, quería pasarla bien un rato, lejos de todos y todo. Y la mejor opción era estar con Kevin. Así que luego del largo y agotador viaje llegue a su casa. Toque el timbre y aguarde en la puerta. Vi que la cámara del timbre iluminó el interruptor rojo, así que saludé y sonreí a quien me estuviera viendo del otro lado. El portón automático se abrió y me adentre a la gran casa. Kevin estaba esperándome en la puerta.

--Maravillosa sorpresa-Dijo él abriendo sus brazos. Así que nos fundimos en un gran abrazo y entramos. Tenía demasiada energía acumulada, necesitaba liberar tensión, descargar la rabia y sacar lo peor de mi. Entonces comencé a besarlo apenas habíamos entrado a su casa. Mis besos húmedos y apasionados, despertaron toda la emoción y excitación en Kevin. Así que empecé a desabrochar su camisa frenéticamente y luego desabroche su cinturón agresivamente. Lo tumbe contra la pared y continuó besándolo sin control.

--Ro, espera, espera. Mi hermana esta por aquí, nos descubriera, nos encontrará. Subamos a mi habitación.--Dijo Kevin tomando un poco de distancia de mi para recuperar aliento y respirar mejor. Sonreí. Así que subimos las escaleras velozmente y nos encerramos bajo llave en la habitación de él. Nos recostamos sobre su cama y comenzamos a desvestirnos, rasguñaba su piel, mordía su cuerpo, besaba cada parte de él disponible. Estaba alucinando, se lo veía demasiado feliz y entusiasmado. Era la mejor distracción para mi. Necesitaba huir de mi misma. Así que se puso un condón y comenzó a penetrarme. Estaba arriba mío, pero rápidamente lo hice que se volteara y yo subí encima de él. Me senté sobre Kevin, dándole la espalda. Clave mis uñas en sus piernas y gemía hasta gritar. Quería gritar tan fuerte, hasta sentir que me quitaba todo lo que tenía guardado dentro de mi. No me importaba que su hermana escucha nuestros gemidos, ni mis gritos, no me importaba nada. Kevin llegó al clímax al mismo tiempo que yo llegaba. Nos recostamos en la cama, sin aliento, transpirados, con el corazón acelerado y la respiración entrecortada. Cerré los ojos y disfruté el momento en paz.

--Mierda, eso estuvo genial, fue lo mejor, te quiero tanto.--Dijo Kevin besándome el cuello con mucha ternura.

--Estuvo muy bueno-- Afirme satisfecha y ya más tranquila.

--Mierda--Dijo él de repente, al mismo tiempo que se levantaba bruscamente de la cama y se quedaba de pie con cara de miedo y desesperación.

--¿Qué paso?--Pregunte confundida.

--El condón, quedo dentro tuyo.--Dijo alarmado. Toda la energía negativa que había liberado, volvió a inundarme. Me puse de pie rápidamente, asustada. Me tapé con las sábanas y me encerré en el cuarto de baño que tenía en su habitación. Luego de varios intentos fallidos, logre recuperar el condón, pero su contenido se había esparcido dentro mío. Alarmada y desesperada, salí de la habitación. Mi cara de horror era evidente. El me miro aun mas asustado que yo.

--Creo que debemos ir a comprar la píldora del día después-- Exclamó disgustada.

Luego de tomar la píldora, Kevin me llevó hasta mi apartamento. El viaje en auto era más corto. No podía dejar de pensar en lo sucedido, rogando que hiciera efecto la pastilla. 

Té para tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora