Luo Binghe tiene una misión: Acabar con el objetivo llamado Yue Qingyuan.
Xiao Jiu tiene una meta: Ser el mejor secretario del futuro gobernador Yue Qingyuan.
Lo que ambos no saben es que se conocerán y se volverán francotiradores de sus emociones...
—Vete. —La voz cansina de Shen Jiu hizo que la sexoservidora asintiera lento.
A pasos apresurados y bien vestida, abandonó la habitación, en su bolso llevaba el dinero que el espía había prometido; observó de soslayo como Shen Jiu se llevaba las manos al rostro hasta ascenderlas a su cabello donde tiró de este con coraje.
No quiso saber el desenlace, había sido cómplice el suficiente tiempo como para darse cuenta de que aquel chico era peligroso y había creado un plan que solo anunciaba polémica, había cumplido su labor de acostarse con Mobei Jun usando una peluca negra y de corte igual al de Shen Jiu; y al parecer había funcionado ya que el hombre repetía en varias ocasiones el nombre del joven que le había contratado.
Abandonó el cuarto de hotel dejando atrás su complicidad, tenía dinero suficiente como para no salir a trabajar por un mes y eso le bastaba para guardar su silencio comprado. Dejó atrás al furioso espía y se desapareció entre las calles de Pawan, su misión había sido cumplida.
Por otra parte, al quedarse en completo silencio; Shen Jiu finalmente pudo soltar un profundo grito de coraje y decepción, saber que Binghe llevaría a cabo la misión hasta el final solo le respondían las dudas del qué pasaría si su relación hubiese seguido.
Ninguno quitó el dedo del renglón, ninguno se doblegó, la falsa sumisión de Shen Jiu no había servido para manipular al hombre y hacerlo desistir de acabar con Yue, así como también ahora sabía que Mobei Jun era un hombre estúpido y que solo había ayudado al hacerle saber sus intenciones, la reales y letales.
Con el coraje inundando su ser, tomó una hoja y escribió un pequeño y basto mensaje para el hombre que dormía desnudo en la habitación contigua, colocó el papel a lado de la almohada vacía y sonrió.
Se giró lentamente y encaminó hacia el tocador que había, observó su maquillaje ligeramente corrido y procedió a retocarlo con paciencia eliminando así todo rastro de sombra negra en sus pómulos, gracias al espejo también pudo ver como Mobei se removía lentamente hasta abrir los ojos, sabía que el hombre no recordaría nada dado el efecto de la droga pero a esas alturas poco le importaba.
—Los hombres como tú son como las joyas de fantasía; de adorno para un uso y de ahí directo a la basura. —Se giró para contemplar al hombre, tan adormecido y frágil que le sería fácil darle el tiro de gracia para quitarlo de su camino, sin embargo se contuvo ya que tenía mejores planes para él a futuro— ¡Buenas noches pequeño Mobei, disfruta tu libertad por ahora! —Sonrió altanero para después marcharse del lugar.
Tomó sus cosas asegurándose de no dejar nada personal, tras hacer una revisión se marchó de la habitación dejando a Mobei navegando entre el sueño y la realidad distorsionada, después de todo aquella acción tan solo era una muestra de lo que implicaba el meterse con un agente de mente cruel.
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La maraña de emociones se extendía por su interior a tal grado de que ni toda el agua bebida ayudaba a generar saliva, se sentía mal, abiertamente lo admitía y físicamente lo expresaba, sabía que solo eran consecuencias de la ansiedad generada por saber la verdad y también por no haber logrado desahogar su enojo con nada.
