XI

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A la mañana siguiente cuando Kayn despertó se dio cuenta que Rhaast no estaba, lo buscó por la cabaña y luego los alrededores del bosque pero nada, así que decidió alejarse más para buscarlo.

Por situaciones del destino terminó en el templo, percatándose que las puertas estaban abiertas y, confundido, entró.

Suponía que Rhaast debía estar allí, después de todo eran los únicos que quedaban en toda runaterra.

Entró y vio al Darkin parado frente al santuario, dándole la espalda.

-Oh, allí estás Rhaast... vamos a casa, tengo hambre

Pronunció el chico con falso ánimo, a lo que el mayor se negó. Con un semblante de tristeza miró a Kayn por sobre su hombro y le hizo una seña para que se acercara, cosa que el joven hizo quedando a su lado.

Ambos voltearon a verse frente a frente y Rhaast tomó una de las manos del chico poniéndola en su pecho.

-Kayn... mi amor por ti siempre fue egoísta, durante años ignoré tus sentimientos pensando que quizás, algún día, llegarías a enamorarte de mi tanto como yo lo estoy de ti. Pero no es así, en su lugar te tuve encerrado y sufriendo por mi culpa, por lo que alguna vez hice y de lo que me arrepiento porque jamás querría hacerte daño.

El pelinegro lo miraba a los ojos sin comprender.

-Por favor perdóname por mis errores... y... prométeme que no me olvidarás

-Rhaast, ¿de que estás hablando?

-Te dejaré ir Kayn, dejaré que seas libre y vuelvas con tu maestro, ya no te tendré atrapado aquí

Un jadeo de sorpresa se escapó de los labios del más bajo y sus ojos temblaron, tras tantos años, ¿todo acabaría al fin?

-¿prometes no olvidarme, Kayn?

El chico se tomó su tiempo para comprender la situación y prepararse, cuando al fin estuvo listo asintió con la cabeza.

-Lo prometo, Rhaast.

El Darkin sonrió y se acercó al noxiano para besarlo suavemente, o bueno, posar sus filosos dientes sobre los suaves labios del menor.

Ambos cerraron los ojos y Rhaast brilló en rojo, su forma cambió a la de la guadaña haciendo que todo el lugar se rodeara de sombras azules, el arma se alzó en el aire y atravesó el pecho del noxiano produciendo un brillo azul y negro que cegó todo el lugar. Después de una luz cegadora una guadaña azul con negro de aspecto que asemejaba a Kayn cayó junto al yelmo de su maestro en el santuario.

El Darkin se había ido, ya no había ira ni Kayn, lo único que quedaba era la escencia de ambos unificada en aquella arma que ahora sería la única prueba de sus existencias.

Eternidad (Rhaast & Kayn)Where stories live. Discover now