Luz en la oscuridad (i)

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Desde la primera noche en mi cuarto, no me sentía cómodo con todo. Sentía que alguien me miraba. Una sombra humanoide a veces era notable cerca de la ventana. Los sueños eran cada vez más seguidos, y el dolor de estos eran cada vez más insoportables. Volví a caminar hacia el bosque; ya había pasado una semana desde mi llegada aquí, y lo único que hacía era: ir al campo con Beomgyu.

Su compañía me agradaba demasiado, aunque había ciertas actitudes que me ponían los nervios de punta. El segundo día que nos vimos, pude apreciar el brazalete de oro en su muñeca, quise tocarlo, pero él se alteró al instante, no entendí el por qué, ni tampoco su molestia después de esto. Supuse que debería de ser algo familiar, o tendría un valor muy fuerte para él.

Cuando logré ver el pequeño campo, Beomgyu yacía echado en el césped, la mirada perdida en el cielo, con lo rayos del sol dándole directamente en los ojos, no pude evitar ruborizarme, era hermoso.

—Pensé que no vendrías —dijo, mientras se incorporaba.

Hoy tenía unos pantalones negros, unas zapatillas negras y una playera blanca. ¿Por qué era tan guapo? Aun así, ninguna persona se acercaba a él, a excepción de mis abuelos y alguna que otra persona mayor. Los más jóvenes se mantenían alejados de la familia Choi; había escuchado algún que otro rumor, pero nada que fuera demasiado normal como para asustarme.

—¿Sigues con ganas de venir a mi casa? —preguntó.

—Si —repliqué—, te dije que quería ir.

El asintió, caminó hacia mí y me estiró la mano; su tacto era acogedor, y su temperatura casi siempre cambiaba, a veces muy fría, a veces muy caliente. Beomgyu era alguien ágil, la destreza que me demostraba solo me hacía cuestionar si es que había vivido toda su vida en este lugar o es que pasa demasiado tiempo en el bosque.

Comencé a correr sin darme cuenta, aunque Beomgyu parecía seguir caminando; los árboles parecían pequeñas manchas, mi corazón solo se aceleraba con cada pisada. Pequeños destellos de luz daban con el rostro de Beomgyu, no pude evitar sonrojarme.

—¿Por qué me miras tanto? —preguntó curioso, mientras bajaba su velocidad—, ¿acaso tengo algo en el rostro?

Negué.

Cuando volvió a tomarme de la mano, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo; sentía como si las hormigas del bosque se hubieran subido por mis piernas, y estuvieran comiendo mi cuerpo poco a poco. Muy pocas veces me sentía así, y esto solo era una señal de un mal porvenir. De algo de lo cual me arrepentiría en un futuro.

El verdoso se perdió, para luego dar contra el lago Muko.

—¿Ves la casa que está allá? —preguntó, mientras señalaba una casa al otro extremo del lago.

Asentí.

—Tendremos que remar para poder llegar hasta ahí —explicó.

Miré mi conjunto de hoy: vaqueros y una sudadera gris.

—No te preocupes, soy buen nadador —dijo.

—Yo no —musité.

Beomgyu me regaló una sonrisa pícara, para luego sujetarme de la mano otra vez, y guiarme hasta las escaleras que daban por debajo del puente; un pequeño bote yacía allí, era blanco con pequeñas franjas rojas, la parte que daba con el agua ya estaba un tanto descuidada, me sorprendió verlo ahí; en este lugar todo mundo podía dejar las cosas donde quisiera y nadie las tomaría.

Me acomodé como pude en el pequeño bote, Beomgyu fue quien remó todo el camino hasta su casa. Cuando estábamos en medio del lago, una brisa jugó con mi cabello, para luego rebelar mi horrenda quemadura. Beomgyu me miró por unos segundos; mi mano actuó rápidamente y volví a ocultar mi rostro. Beomgyu paró de remar, estiró su mano, y puso el mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Mucho mejor —murmuró, para luego sonreír.

No volví a tocar ese mechón durante el resto del día.

Cuando llegamos al pequeño piso falso que daba directamente con el lago, Beomgyu se sacó su calzado, la marea había subido un poco; imité su gesto, y me saqué las zapatillas de tela, para luego juntar las agujetas y hacer un pequeño nudo, y me lo eché en el hombro.

—¿Cómo dijiste que se llamaba tu madre? —pregunté.

—Puedes llamarla Señora Choi —indicó—, su nombre tan pocas veces es escuchado en nuestra casa que puede ser olvidado.

—Bien —murmuré.

Caminamos hasta el enorme jardín; begonias, rosas, girasoles, había una gran diversidad de flores en su jardín. La casa parecía antigua, demasiado como para que alguien viviese allí.

—Sé que tiene años —soltó Beomgyu, mientras seguía leyendo mi expresión en el rostro—, pero está tan bien cuidada que te sorprenderás como está por dentro.

—¡Beomgyu! —exclamó una voz femenina.

Una mujer de unos años mayor a Beomgyu corrió hacia nosotros.

—Oh... —suspiró la mujer—, eres Kang Taehyun, ¿verdad?

Asentí.

—Un gusto, soy la madre de Beomgyu —se presentó.

Es demasiado joven como para poder ser madre de Beomgyu.

—¿Quieres llevar a tu amigo a la sala? —preguntó su madre—, enviaré a Miniko con unos aperitivos.

Se giró sobre sí, para luego correr hacía donde había venido.

—Tu madre es demasiado joven, pensé que era tu hermana —confesé.

—Mis padres me tuvieron a una temprana edad —soltó Beomgyu—, un descuido de su parte.

Caminamos hasta la entrada de su casa, el abrió la puerta; las paredes eran de color marfil, el piso era de madera de roble, y había miles de cuadros por doquier. La sala era tan grande como la cocina de la casa de mi abuela, los asientos eran de como los años cincuenta, un candelabro de cristal colgaba del techo; jarrones de cristal y porcelanato sobre la chimenea; cuadros de punturas que jamás había visto, desusé que deberían de ser obras de alguien en la familia de Beomgyu.

—Puedes dejar los bocadillos en la mesa, Miniko —sugirió Beomgyu.

La señora de mediana edad asintió, una vez dejó la bandeja donde Beomgyu le indicó, salió de sala.

—¿Cuántos miembros son en tu familia? —pregunté, mientras tomaba uno de los emparedaros de huevo de la bandeja.

—Solo somos tres; cuatro si contamos a Miniko —respondió Beomgyu, para luego dar un bocado.

—¿Eres hijo único? —pregunté.

—Sip —afirmó.

Asentí.

Miré hacía uno de los cuadros en específico, una señora posaba, su rostro era perfilado, piel pálida y cabello voluminoso. Se parecía mucho a su madre.

—Esa mujer se parece mucho a tu madre —solté.

Beomgyu no respondió, no sé si no me haya escuchado o simplemente no quería responder.

—¿Quieres ir a mi cuarto? —preguntó.

No respondí.

—Quiero enseñarte algo —dijo.

—Bien, vamos —respondí, esperé a que él fuera el primero en levantarse.

Seguí a Beomgyu hasta las escaleras, ibas a unos dos pasos detrás de él.

El segundo piso parecía que fuese más grande que el piso inferior; había cuatro puertas, cada una de un color relativamente parecido al blanco: hueso, perla, crema, marfil. La última de estas era la que daba con la habitación de Beomgyu.

Su habitación era casi normal, a excepción de algo: no había cama, ni televisor.

—¿Cómo sueles dormir? —fue lo primero que pregunté.

✧ our lost summer» TXT; taegyu  ✧حيث تعيش القصص. اكتشف الآن