VIII

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A pesar del altercado de la anterior noche, Ghanima pudo dormir tranquilamente, al igual que Alma, solo que a esta le costó mucho más. Sehun, en cambio, fue el último en quedarse dormido, ya que estuvo horas en la oscuridad, mirando en silencio a las dos chicas, asegurándose que estas estuvieran durmiendo de verdad. El único momento donde Oh se sentía tranquilo y algo protegido, era cuando estaban todos durmiendo. Ver a aquellas chicas, tan serenas, como si estuvieran seguras, lo calmaba de alguna manera. Le recordaba cuando veía a su madre dormida, y cuando la vio muerta, a pesar que no eran las mismas expresiones en esas dos situaciones.

—Buenos días, Ghanima —dijo el chico, apoyado contra la puerta.

Sehun había pillado temprano a la muchacha recién despertando. Él, claramente ya estaba lucido.

—Buenos días —exclamó, mientras pasaba al baño como un zombie.

El joven se dirigió a la habitación de Alma, ella seguía durmiendo, o eso parecía.

La visita se demoró al salir del baño, en ese momento, el hombre aprovechó de poner la mesa completa para que Ghanima tomara desayuno.

—Oye, Sehun... —habló, mientras bajaba las escaleras.

—¿Qué pasa?

—Si encuentras sangre en el bote de basura; no es nada grave, lo que pasa es que estoy con el periodo y es un caos —escupió con personalidad, sentándose para comenzar a comer.

—De acuerdo.

—Qué bonita está la mesa, gracias —le sonrió.

Notó el detalle de este, sintiéndose bastante agradecida, aunque no era la gran cosa, sino, una mera decoración y algunas cosas para comer.

—Disculpa que no tenga más, pero no he podido ir al supermercado y es lo único que me queda —se lamentó este.

—Oye, no te preocupes, tranquilo. Con esto es suficiente para mí, muchas gracias.

Luego del desayuno, la parapléjica despertó, dándose cuenta este, ya que se escuchaba que la cama rechinaba.

—Iré a verla.

—Sí, anda, tomate tu tiempo.

Este subió literalmente corriendo. Cuando entró, Alma de inmediato cerró los ojos.

—Ya sé que estás despierta, tontita —se sentó a la orilla de la cama—. Espero que hoy no hagas alguna locura como la de ayer —sacó una jeringa con líquido hasta la mitad, inyectándola debajo de la nuca—. Luego pensaré en un castigo —susurró.

La chica trató de mover sus extremidades, siendo en vano. Alma lo miraba furiosa, como si quisiera hablarle telepáticamente puras groserías, pero esas cosas tan simples como; hablar o moverse, no podía hacer.

—Trata de dormir ahora un poco, porque después, en la noche, no creo que conciliarás el sueño —comentó pícaro, seguido de un guiño.

Alma no entendió al principio qué trataba de decir este.

Luego de unas horas de charla con temas pocos interesantes, comenzaron a preparar el almuerzo; algo simple y liviano, con lo que tenían. Sehun se daba cuenta que la comida estaba escaseando, pero aun así no era su intención salir de la cabaña, porque sería un punto en contra, se estaría exponiendo y de seguro arruinaría el plan.

—No lo sé exactamente qué tiene, es mejor que esperes un poco más. El viernes vendrá un caballero y él podrá llevarte hasta un mecánico, o llamar a alguno para que venga —informó él.

—Es la única opción que tengo —exclamó melosa, como era su voz normalmente.

—Por el momento. Sabes que lo arreglaría, pero no sé esos tipos de trabajos y podría dejar peor tu automóvil.

Psicopatía Tormentosa Where stories live. Discover now