Capítulo 31

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Risas, eso era lo que más se podía escuchar por el castillo. La humana era feliz ahora, había dejado todo atrás aunque con alguna que otra mala imagen o signo por los recuerdos pero por lo demás ambas habían vuelto a ser lo que eran.

-¡No lo vuelvas a hacer! ¡Aprecio mis piernas!-soltó entre risas.

-No vi que te quejaras cuando lo hice.-respondió la mayor siguiendo su juego.

-Porque hiciste oidos sordos.-se sentó en sus piernas para estar más cerca de ella y plantarla un beso.

Todo era demasiado perfecto y Alcina lo sabía, era consciente de que su paz no dudaría mucho. Entonces como si fuera una señal de lo que iba a pesar el teléfono comenzó a sonar. Lady Dimitrescu frunció el ceño al no esperar llamada de nadie y dejó a la humana en el suelo mientras respondía.

-Madre Miranda.-saludó bien alto para que la rubia se diera cuenta de quien se trataba-. Por supuesto, no lo he olvidado.-suspiró tratando de estar tranquila ante la idea de tener que ver a su hermano de nuevo-. Eso no será posible, en estas fechas el frío las afecta asi que me temo que no podrán asistir en esta ocasión.-informó. Todo parecía ir bien hasta que escuchó esas palabras que tanto temía.

-He oído sobre tu nueva mascota. Quiero conocerla.-ordenó con seriedad.

-Pero Madre Miranda ella no...

-¡Es una orden! No me decepciones Alcina.

-No lo haré.-colgó la llamada y tomó aire.

Eso es mala señal.

Elizabeth actuó antes de que su ira lo hiciera y la abrazo por detrás acariciando su espalda.

-Ya esta, tranquila.-tomó sus manos entrelazándolas con las suyas-. ¿Qué ha pasado?

-Ella... Madre Miranda exige tu presencia en la reunión de hoy.

¿Qué?

-¿Cómo dices? ¿La mía?-la vio asentir-. Bueno no será tan malo.

-No lo entiendes.-colocó los dedos en el puente de su nariz molesta por la situación-. Creo que debería hablarlo contigo querida.-volvió a sentarla en su regazo mirándola preocupada-. El otro día durante la visita de Donna estuvimos hablando acerca de ti.-posó un par de dedos sobre sus labios-. Deja tus comentarios para después.-silenció antes de continuar-. Una de las habilidades de Donna es la capacidad de conexión con las almas del más allá, eso incluye las que estan presentes en cada cuerpo y sus características. Me dijo que tu alma tenía fuerza y resistencia, más que la de cualquier otro humano y me advirtió sobre Madre Miranda. Temo que pueda hacerte algo Elizabeth.

Eli negó apartando los dedos de su boca no sin antes depositar un beso en ellos.

-Me lo imaginaba, no es lógico que un simple humano haya sobrevivido a tantas cosas graves como yo lo he hecho. Me esperaba algo así. No tengo miedo de ella, ni respeto si me dejas añadir. Pero ella es alguien a quien sigues y eso lo respetare. Si ella quiere que acuda allí estaré pero no me voy a doblegar ante ella Alcina.-se levantó cruzada de brazos con una mirada seria-. He estado el suficiente tiempo aquí como para ver como te ha tratado y no me gusta eso. Todo lo que has pasado debido a ella.... Me cabrea, pero eres tú quien decide seguirla. Me comportaré pero demostraré hacia quien van mi confianza, mis ideales y mi lealtad. No dejaré que juegue conmigo como un experimento, por eso no debes preocuparte.

El silencio inundó la habitación dejándolas a ambas con varios pensamientos en la cabeza. Alcina aún analizaba las palabras de la joven humana y sabía cuanta seriedad y sinceridad había en ellas.

-Lo acepto Eli.

-Escucha, cualquier cosa que vaya a decir allí irá totalmente en serio. Quiero que tomes mis palabras en cuenta.-miró por la ventana una vez más-. Creo que saldré un rato, ya no habrá problema cuando Miranda sabe que existo.

Salió de la habitación sin más, no quería llegar a ningún tipo de discusión con su amada. Conocía perfectamente la relación entre ella y Miranda. Alcina la quería y la veía como una figura materna y a ella le dolía ver eso. No era la primera vez que la veía beber más de lo debido por culpa de ella. Tampoco la primera vez que notaba la tristeza en sus ojos al creer que la había decepcionado.

Buscas algo de alguien que no te lo va a dar Alcina. Buscas una madre donde hay una manipuladora.

Se sentó en uno de los bancos cubiertos de nieve sin importarle el frío y se quedo allí por unos minutos sumiéndose cada vez más en sus pensamientos.

-Elizabeth.-escuchó que la llamaban y vio a Alcina en las puertas-. Es hora de irnos.-asintió secándose rápidamente el pantalón para después correr tras ella. Fueron juntas y calladas hasta el carruaje que las llevaría y subieron sin decir nada. Eso se rompió con la voz de la vampira-. Confio en ti Elizabeth, se que harás lo mejor para mi y que podrás cuidarte sin mi ayuda. Solo mantente a mi lado lo máximo posible.-habló tratando de que no se notase su miedo interno haciendo a la menor soltar una pequeña carcajada.

-Estoy contigo Alci, para todo.

Se mantuvieron el resto del camino calladas hasta llegar allí. Donna se acercó a ellas con Angie en sus brazos.

-Lamento que esto pasara, pero ya sabes que hacer.-Elizabeth asintió y se fijó en quien estaba detrás de ella. Era el cuarto lord, al único que no conocía.

-¡Vamos feo! ¡No seas lento!-gritó Angie. Moreau la ignoró y agachó su cabeza en forma de saludo.

-Un placer conocerle Lord Moreau.-Elizabeth se inclinó de la misma forma que lo hacía cuando era una sirvienta.

-Un placer Elizabeth.-contestó con voz entrecortada para después seguir a las otras dos.

-No me lo imaginaba así, pero no se ve malo.-miró a Alcina quien simplemente se encogió de hombros-. Tranquila, entremos.

Una vez dentro cada uno tomó su asiento, obviamente Elizabeth al lado de Lady Dimitrescu y enfrente de Heisenberg quien la saludó con un movimiento de cabeza.

Las puertas se abrieron de golpe dejando ver una figura femenina que inspiraba terror y respeto, ya se sabía de quien se trataba. Caminó hasta su sitio mirando a todos y cada uno de los lords, pero sobretodo a la recién llegada.

-Hijos mios, me llena de jubilo haberos recibido hoy. Tenemos cosas que discutir acerca de los posibles y nuevos recipientes.

La reunión continuó como si ella no estuviera pero siempre se dejaba lo mejor para el final y sabía que tarde o temprano sería su turno.

-Y ahora queda una última cosa por discutir.-señaló a la humana extendiendo levemente sus alas negras-. Elizabeth, acercate.

La pareja cruzó miradas antes de que se levantara y caminara hacia ella con paso decidido.

-Así que tú eres la patética humana que se ha atrevido a robar el corazón de mi querida Alcina.

Esto no va a ser fácil.

Eres mi único pensamientoWhere stories live. Discover now