GALLAGHER
Shingeki No Kyojin
«𝕳𝖆𝖗𝖆𝖘 𝖆𝖗𝖉𝖊𝖗 𝖙𝖚 𝖊𝖝𝖎𝖘𝖙𝖊𝖓𝖈𝖎𝖆 𝖋𝖚𝖊𝖗𝖆 𝖉𝖊 𝖑𝖆𝖘 𝖒𝖚𝖗𝖆𝖑𝖑𝖆𝖘 𝖍𝖆𝖘𝖙𝖆 𝖖𝖚𝖊 𝖘𝖔𝖑𝖔 𝖖𝖚𝖊𝖉𝖊𝖓 𝖈𝖊𝖓𝖎𝖟𝖆𝖘»
Dove es una mujer con un corazón ardiente; desbordante de pasión y rebeldía...
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«¡Fuego!», gritan los soldados empedernidos; con la mirada de las mil yardas tatuada en sus rostros polvorientos, y el espíritu del sacrificio quemando su pecho. Las brasas del caos se propagan por la periferia; rodeando el muro y dejando a Trost arder en un terrorífico infierno de titanes.
El humo puede conmigo. Las chispas que arden dentro de la pólvora se introducen en cada jadeo que doy, inundando mi sistema respiratorio y quemándome los pulmones. Detengo el vuelo; las cuerdas del equipo de maniobras tridimensional se desvían hacía una de las viviendas mas altas que encuentro, el aterrizaje forzoso me hace trastabillar y caer sobre el duro techo con tejas de arcilla.
La fría textura me recibe, incongruente con el asfixiante calor que hay en el aire. Me aferro a la capa que cuelga en mis espaldas, en ella toso hasta que todo a mi alrededor empieza a dar vueltas.
El cielo está teñido en un naranja fuerte, casi de ensueño; el amarillo que se cruza da toques luminosos, como el intenso brillar de una gema; y el llamativo carmesí que le degrada se asemeja a el color de la sangre, igual de trágico y espeso. Sin duda hoy el cielo entero ha decidido arder en llamas conmigo siendo su principal espectadora; porque su forma maestra de encandilarme hace que desee apagarme y ser consumida completamente por él.
¿Quien habría imaginado que luego de que la legión se fuera ellos volverían a atacar? Una vez más la humanidad sufría las consecuencias de la debilidad y el desconocimiento. Volveríamos a revivir los acontecimientos de hace cinco años, cuando Shiganshina había caído y junto con él toda la población del muro María. No, ahora era muchísimo peor ¿Donde recibiría la monarquía a exuberante cantidad de gente en tan poco espacio? Espera, eso por sí solo es sumamente tonto ¿Recibirlos? Ellos no dudarán en volver a mandar a morir a las personas que nosotros los soldados estábamos salvando.
Por segunda vez tendría que observar con mi manos atadas como personas inocentes morían injustamente.
Las lagrimas que se acumulan junto con el peso que me aplasta el pecho piden ser sacados, pero me niego a llorar y decaer. Después de todo; ¿No era yo quien animaba las nuevas oportunidades? Quien sonreía aún cuando todo estaba mal en mi interior ¿Como podré sostener a los demás si me permito ser vulnerable? No me he dado cuenta en el momento en que mi mano ha buscado desesperadamente la gargantilla que siempre cuelga en mi pecho; repaso la figura con cuidado, sin apartar la vista del frente; en el dije reposa la figura del hijo de Dios hecho hombre, después de haber hecho su sacrificio por nosotros, sus hijos. Pido con todas mis fuerzas, sí en realidad existe, que me de la fortaleza que necesito ahora más que nunca.
A lo lejos escucho unas pisadas que han sido familiares para mí desde que tengo diecisiete años, necesitaría los tímpanos destrozados para no distinguir que se trata de un titán.
