El Mundo Del Bailarín

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  Estaba sentado en el interior de su coche con los nervios, la ilusión y las expectativas a flor de piel. El día era claro y algo fresco, el ideal para pasear por un lugar nuevo el cual despertaba su interés. Y no solo el lugar sino el anfitrión que le llevaría a él. Quedaba pocos minutos para alcanzar las once y decidido a no parecer irrespetuoso descendió del coche yendo al punto donde le vio bailar la noche anterior.

  El chico apareció a la hora en punto, en cuanto le divisó supo que le resultaría difícil olvidarse de él. Su pelo, ahora suelto, se deslizaba en las mareas invisibles del viento, vestía la misma camiseta y unos vaqueros blancos rotos a la altura de las rodillas. Sus ojos eran fríos y sus movimientos algo tensos, pero él estaba decidido a hacerle cambiar esas opiniones que el chico se iba formando de él tan equivocadas.

  —Al menos tienes palabra —comentó al detenerse frente a él, su tono bajo e indiferente.

  —No mentía —ofreció con una sonrisa—. Quiero saber por qué piensas que cambiaré de opinión al ver "tu mundo" —hizo unas comillas al aire.

  —Porque no serías el primero, chico pijo.

  —¿Pijo? No soy un pijo —replicó ofendido. El bailarín le dedicó una mirada inquisitiva mientras contenía una sonrisa irónica.

  —Camisa fina, pantalón a la moda y zapatos de marca —señaló con la cabeza a la espalda del chico—. Por no hablar del coche. Mira, no eres el primero que quiere conocer mi estilo de vida, en cuanto lo veas la impresión se dibujará en tu cara y saldrás huyendo.

  —¿A qué viene tanta palabrería? O es que en realidad vives en una mansión y sales por las noches para sentirte un rebelde —el bailarín puso los ojos en blando, se giró y puso rumbo al otro lado de la calle.

  —No te cubriré las espaldas cuando estés dentro, allí se sobrevive por la ley del más fuerte y yo no respondo por lo que te pase.

  Le siguió hasta una estrecha calle que se abría bajo un túnel de piedra, al pasar un olor a humedad, sal y abandono le asaltaron. Conocía esa parte de la ciudad por las cosas que se decía de la gente que vivía allí, pero jamás había estado en persona. Aquella era la parte de la costa donde habitaban los que por sus delitos o falta de recursos iban a parar allí. Al salir del túnel se extendía un inmenso puerto que dividía al mar y a los habitantes por dos escalones de cemento. En dichos escalones había un niño sentado con los pies metidos en las verdosas aguas. Más adelante una niña corría haciendo volar una desgastada cometa seguida por un grupo de niños maravillados por su vuelo.

  Al seguir avanzando tras el bailarín comenzó a escuchar una música que parecía salir del mismo mar, no se dio cuenta de que a unos metros de distancia se encontraba una pequeña plaza donde algunos vecinos yacían sentados en el suelo rodeando en un círculo a los que bailaban. Unos tocaban la guitarra, otras daban palmas al ritmo de los acordes y otros se movían en sintonía con el ambiente. Por el camino vio como muchos saludaban al chico al cual seguía y este respondía de manera amable. Se detuvo en el círculo formando parte de él, animando a los que bailaban.

  Una chica morena de larga melena rizada sonrió ampliamente al verlo, le tomó de la mano y lo atrajo al círculo para hacerle bailar con ella. Por supuesto el bailarín no se negó, colocó una mano en su cintura y salió al centro en su compañía. Por su parte, él fingió sonreír encantado por el espectáculo pero le molestaba ver a aquella morena tan cerca del chico. Estaba perdido en sus pensamientos cuando notó que alguien tiraba de su camisa, un niño pequeño le observaba con atención e interés.

  —¿Tiene alguna moneda? —el negó con pena.

  —Lo siento, pequeño. Prometo traer una la próxima vez.

  —¿Va a volver?

  —Espero que sí —el niño asintió e hizo el amago de marcharse pero él le detuvo—. Una cosa, ¿podrías decirme quién es ese chico que baila con la morena?

  El niño miró entre los cuerpos de los músicos intentando ver a quien se le pedía reconocer, después asintió con una sonrisa.

  —Sí, se llama Jacob. Es uno de los mejores bailarines, pero nunca ha actuado fuera de aquí.

  —¿Sois artistas ambulantes? —se inclinó un poco para quedar más cerca del niño.

  —No, algunos trabajan en las calles para poder ganar dinero o comida para los demás, pero siempre dentro de la ciudad.

  —¿Y por qué él no lo hace? —el niño se encogió de hombros.

  —Dicen que no le gusta bailar en público, otros dicen que es porque cree que no es tan bueno como su madre. Ella es la que más dinero gana.

  —Vaya —miró de nuevo al chico que continuaba absorto en el baile—, ¿y ella?

  —Es Raily, era su compañera de baile hace años —asintió tras darle las gracias, después recordó que siempre llevaba un caramelo en el bolsillo para cuando se le quedaba la garganta seca, se lo ofreció y el niño lo tomó con ojos brillantes.

  Observó al niño correr con su tesoro entre las manos, entonces notó el peso de una mano en su hombro. Al girarse encontró a un chico de su misma edad pero con peores pintas.

  —Eh, pardillo, aquí no nos gusta que nos den limosna como si esperasen nuestra eterna gratitud. ¿Cómo has entrado?

  —Por el túnel, no había nada que lo impidiera, además vengo...

  —Y encima se hace el gracioso —le interrumpió—. A ver, pardillo, no me gusta la gente como tú y ahora estás en mi parte de la ciudad ¿me entiendes?

  No soportaba las peleas, de hecho jamás en su vida se había metido en una, siempre resultó el más cobarde. Iba a decir algo para librarse de él, pero unas manos rodearon su brazo, al mirar encontró a la morena apoyada en él.

—Vamos, Dex, deja al chico. No estaba haciendo nada malo.

  —Se ha colado —se quejó.

  —No, el pijo viene conmigo —oyó la voz del bailarín mientras se acercaba por el lado contrario de la morena—. Le he colado yo.

  El chico se apartó de ellos con un bufido, molesto por no haberse podido deshacer de él.

  —Ni dos minutos y ya estás metido en problemas, ¿cuál será tu próxima aventura? —dijo con sarcasmo.

El Bailarín De Medianoche ¦JacobxEdward¦Where stories live. Discover now